VII. Feliz Navidad

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Los días siguieron pasando hasta que llegó el día en el que Dumbledore y yo acordamos para irnos: la víspera de Navidad. El castillo estaba practicamente vacío, a excepción de algunos alumnos y profesores, y obviamente nosotros. Ese día por la mañana todo estaba cubierto de una preciosa y blanca nieve que le daba un toque especial al paisaje. Como no había casi nadie, el director me permitía desayunar en el Gran Comedor junto al resto de personas.

En vez de haber cuatro grandes y largas mesas de las casas y una para profesores, había en el centro una mesa para todos. Fue agradable desayunar con tantas personas juntas, sobre todo porque hacía mucho tiempo que no me relacionaba con nadie que no fuesen Dumbledore o Arcturus.

El desayuno pasó rápido entre risas, felicitaciones y regalos que trajeron las lechuzas. Inesperadamente me llegaron tres cartas. Miré a Dumbledore con sorpresa, quien me miró preocupado. Me excusé y decidí leerlas dando un paseo por la nieve sola con mis pensamientos.La primera carta estaba púlcramente envuelta en un elegante y gris sobre. Le di la vuelta y casi escupo el zumo de calabaza que estaba bebiendo. Me excusé y decidí leerlas dando un paseo por la nieve sola con mis pensamientos. Rasgué el sobre con los dedos temblando y una perfecta letra recta, aunque escrita con rpisa, redactaba las palabras que el mismísimo Percival Graves me había escrito por Navidad:

Hola Adara,

No tengo mucho tiempo para escribir esto, ya que si alguien se entera podría meterme en un buen lío. Grindelwald escapó, y tú eres la principal sospechosa. Siento decirte que tanto el profesor Dumbledore como el señor Scamander también están siendo buscados a pesar de los intentos del profesor de solucionar las cosas mediante cartas. Gracias al anonimato que pretendemos mantener respecto a este tema, no podemos hacer mucho por encontraros. Espero que siga así. Por favor, no vengas a Estados Unidos si no es por una buena razón, porque como te vuelvan a encontrar todo volverá a ser muy peligroso para ti. No respondas a esta carta.

Finalmente te deseo unas agradables fiestas y que, estés donde estés, seas feliz.

FDO.: P.G

Nunca me habría esperado que él, precisamente él, me escribiese una carta por Navidad. No me gusta cómo acabaron las cosas entre nosotros, y el hecho de que me advierta de algo así y que se arriesgue tanto significa que aún le importo... O simplemente es otro truco. Ya no sé ni qué pensar de él.

La siguiente carta desprendía un dulce olor a galleta y era un sobre marrón, más casero que el anterior. Le di la vuelta temiendo saber quién era el remitente. Efectivamente, era él. La persona de la que no quería volver a saber nada más (o al menos eso pensé). La letra estaba escrita con una delicada cursiva escrita lentamente.

Querida Adara:

Sé que no querías volver a verme o a saber nada de mí, pero no he podido evitar escribirte una carta por Navidad. Mis criaturas te echan mucho de menos, especialmente Frank. Ha empeorado bastante y temo que tenga que esperar mucho más tiempo antes de devolverle a su hábitat natural... Escribo estas palabras con la mano temblorosa porque ni si quiera sé qué decirte. Supongo que estaría bien comenzar con una disculpa.

Te pido perdón si te hice daño: jamás lo pretendí. También te pido perdón por haberme dado cuenta tarde de lo que sentíamos el uno por el otro. Quizás si lo hubiese pensado antes las cosas no habrían acabado como acabaron y tú no estarías en peligro. Lo siento si no fui lo suficiente para ti, y espero que puedas encontrar a alguien que sí de la talla. Tampoco quiero alargar mucho esta carta porque no te quiero provocar más dolor del que te he causado, así que feliz Navidad.

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