VI. Se acerca el Invierno

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Tras dejar al chico dormido en los sofás e irme con los libros a la cabaña, me quedé leyendo absorta en cada una de las palabras. Había hechizos tan poderosos como peligrosos. Incluso averigüé lo que eran las Maldiciones Imperdonables y, a pesar de que no eran lo que estaba buscando en ese momento, me las anoté en la mente por si algún día me resultaban útiles.

Lo que en realidad buscaba era un forma de deshacer la maldición, mi maldición.

Sí, por fin tras horas leyendo descubrí que eso era una de las cosas que buscaba. Aunque no había nada sobre romper la maldición de las Phoenix sí que encontré formas de hacerse menos humano y parecerse más a un animal. A lo mejor si lo hiciese mi corazón podría dejar de estar atado y yo podría ser libre al cien por cien.

Ahora que lo pensaba, ¿el profesor Dumbledore no daba clases de Transformaciones? Me sonaba haber escuchado algo así. Quizás si conseguía convertirme en un Ave Phoenix de verdad... Eran solo suposiciones, tendría que hablar con él para no sacar conclusiones apresuradas.

Para cuando dejé de leer el sol ya había empezado a salir. Durante esas casi veinticuatro horas de lectura había aprendido muchas cosas, como que no hace falta pronunciar algunos hechizos para realizarlos, y que si se era suficientemente poderoso no se necesitaba ni varita. También aprendí muchos más hechizos destructivos -y más potentes- que los que me había enseñado Dumbledore.

Decidí ir ya a desayunar por si me lo encontraba. Y así fue. Le encontré en la entrada del castillo, dirigiéndose a un aula.

-¡Profesor!- grité y se dio la vuelta. Al verme abrió los ojos y se acercó casi corriendo.

-¡Adara! ¿Qué haces aquí y así vestida?- me di cuenta de que no iba para nada tapada-. Te dije que había que tener precaución- se detuvo un segundo para mirarme-. ¿Qué te ha pasado?

-¿A mí? Nada, ¿por qué?- me ricé un mechón de pelo suelto y ahí me di cuenta de que seguramente llevaba unas pintas horribles con el pelo completamente despeinado, el camisón de dormir, las ojeras...- Ah lo dice por- me señalé entera- esto. No se preocupe, todo bien- hablaba muy acelerada-. A todo esto, ¿usted es profesor de Transformaciones, verdad?

-Eh... Sí- parecía algo atacado por tanta energía mañanera.

-¡Genial! ¿Podría asistir a alguna clase?- me miró con el ceño fruncido.

-¿Por qué te interesan de repente las clases?- dijo sospechoso-. Y nos conocemos, así que no me des una excusa. Dime la verdad y solamente la verdad- al mirarme directamente a los ojos no pude mentirle.

-Porque me gustaría saber si puedo transformarme en un Ave Phoenix- abrió ligeramente los ojos sorprendido.

-Tendría que estudiarlo- se pasó una mano por la cara con cansancio-. ¿Podemos hablarlo más tarde? Es bastante pronto y no he dormido mucho -se frotó la cabeza con cansancio-. Por lo que veo tú tampoco, así que vuelve a la cabaña a dormir y ya hablaremos- sin darme opción a replicar se dio la vuelta y desapareció por el pasillo.

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Han pasado unas cuantas semanas y junto a ellas el otoño, dando la bienvenida al invierno y a sus fríos días. El profesor redujo el número de clases conmigo a dos por semana ya que tenía mucho trabajo porque estaban de exámenes. También estaba más distante y a veces era demasiado estricto, pero se lo atribuí al exceso de trabajo. Con todo el tiempo libre que tenía me dediqué a perfeccionar todos los hechizos que conocía y a aprender por mi cuenta los que no.

Estuve practicando las Artes Oscuras junto a Arcturus y me sentí poderosa e imparable, pero también sentí que poco a poco se iba haciendo un vacío dentro de mi que intentaba llenar a base de Magia Negra. Pero eso solo lo empeoraba porque quería más y más.

PHOENIX• Animales Fantásticos [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora