XX. Raven

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Al principio del interrogatorio, era plenamente consciente de que los minutos pasaban. Con lentitud, pero pasaban. Llegó un punto tras tanto cansancio que acabé perdiendo la noción del tiempo. Creo que en mi vida me había sentido tan cansada como me sentía en ese momento. La cabeza se me caía, los ojos se me cerraban con pesadez, me ardía la piel y de vez en cuando me daban espasmos debido a las frecuentes descargas. Lo único que permanecía firme en mí era mi instinto de supervivencia, que me gritaba que tenía que salir de ahí.

Además del maltrato físico más que obvio, este hombre también me torturaba psicológicamente. Era un cabrón, pero un cabrón inteligente que sabía hacer daño. Y lo peor de todo es que disfrutaba. Con todos mis sentidos inhibidos estaba completamente desprotegida. En ese momento podrían hacer lo que quisiesen conmigo y yo no podría hacer nada por impedirlo.

Mi salvación llegó cuando una voz se hizo sonar a través de un altavoz en toda la habitación, retumbando en mis tímpanos como un coro celestial:

-Kraskov, es suficiente por hoy. La llevaremos a la celda y mañana continuaréis. Ya no va a ser productiva hasta que no descanse- no reconocí la voz, pero un sentimiento irracional de gratitud se hizo presente en mí.

-¿Qué? ¡No! Aún puedo hacer mucho más- respondió el tal Kraskov con indignación-. Nos queda mucha diversión todavía- se acercó por encima de la mesa y me tocó una mejilla. Si hubiera tenido energía le habría arrancado un dedo con los dientes-, ¿verdad, señorita?- me conformé con quemarle vivo en mi mente y retirar mi cara de su alcance con muchísima dificultad.

Durante lo que pensé que fueron unos segundos cerré los ojos. Sólo fui ligeramente consciente de que alguien entraba y varias personas me ayudaban a levantarme. Lo próximo que recuerdo es estar tumbada en una celda oscura y fría, como un animal peligroso.

Al levantarme, un mechón de mi cabello se deslizó por mi hombro hacia mi ombligo y sentí la necesidad de ver cómo estaba, así que con dolor muscular llevé mi mano a mi cabeza. Mi pelo era un completo desastre, tal y como me imaginaba. Me levanté como pude, apoyándome en el suelo con las manos, y observé que llevaba la misma ropa que durante el interrogatorio.

...

¡EL INTERROGATORIO!

¿Cuánto tiempo habría pasado desde entonces? Me di la vuelta porque me llegó una ráfaga de viento. Había una ventana diminuta y con barrotes que estaba pegada al techo. Me puse de puntillas y conseguí sacar una mano. Me pareció como si el viento me acaraciese. Era de noche, pero no sabría decir si eran las once o las tres de la mañana. Podría incluso haber estado incosciente algunos días, aunque lo dudaba porque estaba realmente cansada. ¿Quién me iba a decir a mí que acabaría así?

En el lado derecho había algo que se suponía que era una cama pegada a la pared, pero eran cuatro hierros mal puestos con un tablón de madera que intentaba asemejarse a un colchón. Algo es algo, me intentaba consolar a mí misma. Seguí investigando lo que sería mi habitación durante un tiempo idefinido. Una sonrisa amarga se asomó por mis labios por lo que acababa de pensar. En la pared que estaba en frente de la ventanita había una puerta alcolchada que tenía una mirilla de metal con un hierro que impedía ver. Al menos me dejaban algo de intimidad.

Busqué con la mirada algo más, pero no había nada. Sólo un triste intento de cama y una rejilla que servía de ventana. Ventana que miré de nuevo porque un cuervo se había posado muy cerca de ella. Al menos tendría compañía. Me acerqué a él, pero no le podía ver porque no llegaba bien. Moví la cama con muchas dificultades debido a mi reciente pérdida de fuerzas y porque pesaba bastante, y la puse bajo la ventana. Me subí sobre el tablón, quedando mi cabeza a la altura de la ventana.

PHOENIX• Animales Fantásticos [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora