XIX. 1926

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-Alcina, ¿tú también lo sientes?- pregunté mirando al horizonte.

Estábamos sentadas al borde del acantilado, en la punta de isla. Nuestros pies colgaban y la brisa nos acariciaba. El olor del mar nos inundaba.

-¿Notar el qué, majestad?- cerré los ojos centrándome en lo que percibía.

-El odio y el peligro- arrugué la nariz y mi paz mental se fue yendo poco a poco. Ella también cerró los ojos.

-Ahora que lo dice... Sí, sí que lo siento.

-¿Puede que el mundo mágico esté al borde de la exposición?

-No lo sé, deberíamos contactar con nuestros Observadores- cogí aire.

-Está bien, vamos- me dejé caer hacia adelante y me permití el gusto de caer libremente unos segundos. Expandí mis alas y volé de vuelta a arriba, concretamente a una de las cabañas que estaban en el centro.

Iba saludando a los habitantes que se cruzaban, con una sonrisa y un suave movimiento de mano. Ellos respondían igualmente sonrientes y con reverencias. Cuando llegué, toqué la puerta y tras recibir una confirmación entré.

-Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudaros?- me preguntó el amable anciano.

-Buenas tardes, Chruse. ¿Hay algún Observador disponible?

-Para vos siempre, majestad- asentí agradecida y le acompañé por una puertecita que había tras el mostrador. Los Observadores son una sección de los Phoenix que nacieron con la capacidad de percepción infinitamente mejorada, por lo que podían sentir las emociones en cualquier parte del mundo-. Evan podrá ayudaros- con la mano me indicó que pasase a través de una tela que hacía de puerta. Le agradecí y pasé.

-¿Evan?- pregunté hacia un joven que estaba tumbado sobre su cama. No se movió, ni abrió los ojos, pero sí que habló.

-¿Sí?- respondió aburrido.

-¡Evan! ¡Levántate ahora mismo y muestra respeto!- el anciano se enfureció-. Perdonadle por favor, es todavía muy joven- sonreí y le dije que no pasaba nada, que podía dejarnos sólos.

-Evan, necesito tu ayuda- dije con voz calmada y suave. Se quejó pero finalmente abrió los ojos y se sentó. Me senté delante de él en el suelo.

-Bien... ¿Qué necesitáis?- aunque intentaba aparentar indiferencia, estaba cohibido.

-He sentido un fuerte odio y miedo de alguna parte del mundo mágico. Temo que éste sea expuesto a los humanos, ¿tú qué crees? Me vendría bien la ayuda de un experto- le volví a sonreír para tranquilizarle.

Al ver que no le iba a tratar como un crío y que de verdad le estaba pidiendo ayuda, se le iluminaron los ojos y se puso serio. Cruzó las piernas, se sentó recto y cerró los ojos con concentración.

-Empecemos por nuestro país y hagamos un barrido hacia toda Europa- estuvimos unos minutos que se me hicieron eternos hasta que finalmente habló:

-Nada- frunció el ceño.

-Vale, no te frustres. ¿En Asia?- repitió el proceso y también negó-. ¿América? ¿Norteamérica, concretamente?- cerró aún más fuerte los ojos y una gota de sudor bajó por su frente. Asintió con esfuerzo y lo que me pareció algo de dolor. Temiéndome lo peor pregunté-: ¿Nueva York?- y tras otro largo rato en un tenso silencio asintió frenéticamente. Le cayó un poco de sangre de la nariz-. ¿Te encuentras bien?- pregunté preocupada-

-Sí, no es nada- se limpió con la manga y le revolví el pelo.

-Gracias. Has sido de gran ayuda. Ve al puesto de dulces y pide todo lo que quieras, yo invito- me sonrió y salió corriendo hacia allá.

PHOENIX• Animales Fantásticos [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora