Ideales, confesiones y una lengua larga

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"No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo lo hice mi amigo y Ahora es único en el mundo" 

Antoine de Saint-Exupéry


Para reposar la comida elegimos la zona de camastro cubierta por un par de palapas, aunque los rayos del sol del atardecer eran tenues, le rehuíamos por obvias razones "resaca".

Me encontraba somnoliento observando las ondas del agua dentro de la alberca y pensando en que estas residencias en verdad, debían ser muy exclusivas, para que en pleno sábado la alberca se encontrara desierta, Camilo estaba recostado en el camastro de mi lado derecho con unas gafas oscuras que tavo le había prestado, según él, le ayudaría a que el dolor de cabeza no le regresará.

En un movimiento pausado se colocó las gafas en el cabello, mirándome para obtener mi atención, dio media vuelta quedando de lado, apoyo el codo en el borde al mismo tiempo que apoyaba su mejilla sobre la palma de su mano; con voz apacible

—me preguntó —¿siempre comen tanto?

Apuntando su vista hacía el kiosco, donde por tercera vez tavo y Rubén se encontraban ordenando.

Sonreí y asentí —Oh, sí los grandes pilares que forjaron esa amistad fueron los videojuegos y la comida —respondí con un tono bromista

Camilo se tornó pensativo, se incorporó recargando la espalda en el camastro y asintió con lentitud y tomándose mi comentario demasiado enserio contesto con un vejo de aprensión

—Bueno tienen gustos similares; comida y pasatiempos, es algo... ¿No? En cambio, tú y yo solo tenemos en común, formar parte de los elegidos.

«La entonación que utilizo fue de desilusión, como sí más allá de no ser suficiente, incluso fuera malo, desde que nos habíamos conocido y teníamos la oportunidad de hablar a solas, yo no hacía otra cosa más que quejarme y pasármela diciendo lo terrible que mi vida se había vuelto desde que mis padres se unieron a los elegidos; no era hasta ahora que veía su rostro embargado por la aflicción, que entendía que aunque Camilo, fuera capaz de notar los errores y lo absurdo de muchas de las prohibiciones y restricciones que nos imponían. Aún con todo eso, la comunidad de los elegidos era todo su círculo social, su vida y ellos muchos... de ellos debía considerarlos más que conocidos o amigos, eran su familia»

Excavé con rapidez en mi cabeza buscando algo más en común que no fuera nuestro aborrecimiento hacía el pastor Enrique.

Ladeé los ojos y emití un sonido muy similar al resoplido que hacen los caballos

—Que va, no digas eso, tú y yo tenemos muchísimas cosas más en común, además te parece poco formar parte de "los elegidos".

Rodó los ojos —Aja, nombra una, que no tenga que ver con nuestra religión —insistió acorralándome.

Me esmere por recapitular a la velocidad de la luz, cada una de nuestras conversaciones buscando, sin embargó con un cerebro sufriendo los estragos de la "degustación" excesiva de bebidas alcohólicas de la noche anterior todavía deshidratado, quede mirando al piso, alelado hasta que un par de minutos después, por fin de la nada como chispazo llego

—La pesca —exclame.

Frunció el ceño

—Yo, no sé pescar —respondió

—Ahí, lo tienes yo tampoco y de inmediato —agregue. —pero a los dos nos interesa y tú y yo iremos juntos a pescar, yo te llevare en un par de fines de semana.

Bruno y los elegidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora