El descenso a los elegidos parte II

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"Los miembros de sectas a menudo les dicen a sus familiares y amigos: Nadie me da órdenes. Elijo lo que hago. Conseguir que los miembros piensen de esa manera es una de las manipulaciones ejercidas por los lideres de grupo que se han hecho hábiles en conseguir que se realicen acciones de manera indirecta e implícita" (Las sectas. Entre Nosotros 171).

Pov Bruno

El ascenso se suscitó en un arrebato, atropellado y visceral, como sí un halito de sensatez insuflará su cerebro reencendiendo de nuevo las conexiones neuronales de Carlos, llevándolo a reaccionar. Debí haberlo sabido, sacar esta deducción con antelación, una subida vertiginosa y velozmente acelerada como está, solo podría llevarnos a una cuesta inclinada; y después de haberme hallado en el punto más alto, solo existía una forma de bajar: estrepitosa, accidentada. En picada hacia el vació con el pavimento acercándose a una velocidad desenfrenada que me lanzó en caída libre de vuelta a la realidad.

Lo supe en la mañana que esos toquidos fuertes sobre la ventanilla me llevaron a bajar la chamarra de mi padre, descubriéndome el rostro. Y ese par de voces llegó desde el exterior del auto, parpadeé aferrándome a esta prenda que la noche anterior fungió como mi cobertor, aspirando el olor a su colonia amaderada aun presente.

—Carlos, abre tenemos que hablar —demando Antonio.

La otra silueta, de la cual no se alcanzaba a ver el rostro a través de los vidrios polarizados se acercó volviéndose nítida, trague saliva. Era el pastor Enrique, ambos hablaban en voz baja pero no lo suficiente como para que yo no alcanzará a escuchar un poco del contenido de aquellos cuchicheos que juzgaban a mi padre.

—No sé despierta porque bebió —se lo dije pastor Enrique, ayer estaba irreconocible

—Calma Antonio, esto es un trastabille, venimos a ayudarlo a encontrar de nuevo el camino, todos llegan a tener dudas, lo importante es eliminarlas de raíz y con rapidez —le aseguro.

Toco de nuevo a la ventanilla con mayor insistencia sin detenerse hasta que mi padre se removió incorporándose, se tallo la cara con las palmas de las manos y emitió un refunfuño.

—¿Quién está molestando tan temprano? —se quejo Carlos con voz rasposa entreabriendo los ojos

—No les abras papá —pedí con aprensión en mi voz.

Mi padre se giró del lado contrario y algo en la expresión de su rostro al reconocer de quien se trataba, me hizo saber sin necesidad de palabras que lo había perdido de nuevo, o quizás, todo lo que estaba perdiendo era el espejismo de un chispazo efímero en el que por una noche volvió a ser mi padre, y ahora era tiempo de volver.

Se miro en el espejo retrovisor peinándose el cabello hacia atrás y acomodándose el cuello de la camisa.

—Ya voy un momento, por favor. Denme unos minutos. Contesto ronco

Volteó a verme, restándole importancia a lo que su presencia significaba, me reacomodo la chamarra para que me cubriera bien desde las rodillas hasta la barbilla y con media sonrisa

—Duérmete Bruno, aun es temprano. —volteo a ver su reloj, bostezando— son las siete, vamos aprovecha un ratito más, yo no tardaré iré a hablar con ellos y vuelvo.

Antonio y el Pastor esperaban en silencio con la mirada fija sobre las ventanillas, sujete a mi padre de la muñeca de la mano.

—No, no bajes, van a convencerte —murmure con las cejas arqueadas hacia abajo

Apretó la quijada y frunció el entrecejo mirándome desconcertado

—Vamos hijo, hazme caso me pidió, deslizando mis dedos de su muñeca, levanto un poco la chamarra y metió mi brazo dentro del resguardo que cobijaba todo mi cuerpo, tiro del cuello de está cubriendo hasta mi barbilla, me dio unas palmaditas en el hombro y agregó —No te destapes hace frio, aquí me esperas. No te vayas a mover, hablo con ellos y de inmediato vuelvo contigo.

Bruno y los elegidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora