Un camino sin retorno

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Pov Bruno

Cuando todos votaron, por tomar el atajo que tavo señalo como la ruta más cercana a la primera intersección de la carretera, los ignore. Me negaba a dirigirle la palabra de nuevo, además ya le había hecho saber entre gritos coléricos y atropellados con un amplio repertorio de insultos, que nuestra amistad había llegado a su fin, cuando intento abrazarme solo incremento mi furia, la cual me dio la fuerza suficiente para aventarlo y alejarlo de mi camino, exigiéndole sin detenerme que me llevara de vuelta a mi casa, Rubén solo se quedó mudo observándome, de pie a un lado de la alberca sin decir nada; fueron escasos segundos que puse atención en sus ojos aprensivos con eso me basto, era exactamente esa: la forma en la que no quería ser visto por nadie «con pena, lastima» y una de las grandes razones por las que me esmere tanto en ocultarlo « o quizás era empatía» que en ese momento no me interesó despertar; de hecho me puso más rabioso ¡por qué, sí empatizaba con Rubén! en ese aspecto, ese en específico ¡En que me convertía, eso a mí! En un chico como él, "maltratado, educado con mano dura". Sacarlo del hermetismo de los muros de la iglesia de los elegidos, a la luz del mundo exterior, lo convirtió en algo real, que me aterró, de una forma que incluso yo mismo no podía explicarme, me hizo sentir vulnerado; era como sí ese nuevo orden impuesto que regía mi vida, en un parpadeo pasara de ser solo una imagen difusa entre las tinieblas, para cobrar espesor y cuerpo: una locomotora a toda marcha que avanzaba sin control de frente hacia mí y que terminaría, estrellándose, descarrilando lo que aun conservaba como propio. De mi mundo, ese que me negaba a que me arrebataran.

Empaque mis pertenencias de forma apresurada y ruidosa, al terminar, arroje mi maleta en la cajuela y tome asiento, a partir de ese punto clave la mirada en la ventanilla y cruce los brazos con el ceño fruncido, para que, sí a alguno de los tres, les había quedado duda de lo enojado que estaba la disiparan de una buena vez. Camilo se sentó a mi lado y entendiendo mi lenguaje corporal respeto mi espacio; la tensión tirante que debí esparcir dentro de la camioneta, género que cuando los tres votaron y no obtuvieran respuesta mía, Rubén no intentara hacer una de sus bromas con tal de sacarme una palabra para terminar haciendo que se me pasara el enfado; lo que hizo fue no prestarme atención y se enfocó en el camino.

Sentía los ojos de tavo fijos e insistentes, buscando los míos, sobre mí reflejo, en el espejo retrovisor; mantenía una postura de hombros caídos, afligida desde el asiento del copiloto, pero por más que insistiera no lograría que nuestras miradas se cruzaran; cuando ladee la cabeza mirándolo por el rabillo del ojo con discreción, sus cejas tenían esa expresión acongojada hacia abajo y sus ojos tristes se prensaron de mis pupilas apenas me sintió, lo esquive con rapidez, bufe y mire por la ventanilla.

No había tomado el tiempo, pero sentía que ya habíamos recorrido esos curvilíneos y angostos caminos por más de media hora y de la intersección ni el mínimo asomo; Rubén transitaba entre calles empedradas, comencé a arrepentirme de no objetarles para no usar el dichoso atajo de tavo «alguien que se pierde dentro de los pasillos de su propio colegio, no debía ser precisamente diestro para ubicarse geográficamente, pensé» Sin embargo mi reticencia a hablarle había podido más y por unanimidad de votos y la omisión del mío, aquí estábamos, perdidos; aunque ninguno de ellos se atrevía a decirlo.

Varios kilómetros adelante las casas de ambos lados de la carretera se hacían más escasas y su proximidad entre estas cada vez más lejana, el paisaje pintoresco de empedrado, fachadas coloridas y tejados terracotas a dos aguas, cambio por uno de terracería y arena de construcción suelta, como resultado la suspensión del fósil de camioneta de Rubén tronaba como una matraca, las banquetas se convirtieron en cunetas de tierra seca y las farolas provinciales, fueron sustituidas por un alumbrado precario, escaso y cada vez más rural; dudaba mucho que este tramo de carretera nos llevara a la autopista, de hecho dudaba que nos sacara a algún sitio.

Bruno y los elegidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora