Feliz cumpleaños a ti, segunda parte

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Pov Elisa

A la mañana siguiente me levante con el alba, adoraba observar el amanecer desde el ventanal de la sala en la casa de descanso de los padres de Carlos, ubicada en el estado de Hidalgo en "San Miguel regla" un pueblecillo pintoresco y uno de los destino turístico predilecto por los citadinos, debido a su cercanía con la ciudad y a la infinidad de actividades que se pueden realizar. La residencia es una construcción cimentada sobre una de las colinas más altas, lo que permite observar ese efecto de la entrada de los rayos del sol disipando las sombras mientras todos los tejados, casas y caminos que mi vista alcanzaba a tocar eran aluzados, complementado con los trinos de las aves, era un espectáculo maravilloso, que justo ahora me daba un respiro y alejaba los sinsabores del disgusto de la tarde de ayer; tome mi taza con café y opte por salir al balcón, quería sentir los rayos del sol sobre mi rostro y aspirar un poco del aire frio característico de la región, una vez fuera entrecerré la puerta corrediza de cristal y recargándome sobre el borde suspire, la noche anterior una vez que Adriana se quedó dormida, Bruno me platicó, sentados en la pequeña sala de la habitación donde nos quedamos a dormir, como se había suscitado ese embrollo, que para mí se resumió en "niñerías" un mal entendido que con la personalidad de esos tres chiquillos, hechos de dinamita y para mi pesar de mecha corta, solo necesito de un fosforo, que en este caso se personifico con la introducción de Camilo, el hijo menor de Antonio y ¡Cabum! La bomba inicio su conteo regresivo, mi sexto sentido me decía que en este incidente aquel niño resultaba el más inocente, de hecho desde que lo vi, allí inseguro de pie al lado de Antonio, vestido demasiado formal para una fiesta de adolescentes, quieto y en silencio, solo aguardando las ordenes de sus padres con los ojos agrandados observando todo a su alrededor y lanzando miradas furtivas, hacia donde Bruno y sus amigos se enviaban pases con el balón de futbol americano, pude notar sus deseos por correr e integrarse al juego; quizás yo tuve algo de culpa por acelerar la situación, cuando ignorando las presentaciones entre los padres de Carlos, Magdalena y Antonio, le extendí la mano al chico presentándome

 —Hola. Bienvenido ¿Cuál es tu nombre? Yo me llamo Elisa 

—Buenas tardes, mi nombre es Camilo Antonio Campos Herrera, un placer conocerla señora Elisa, tienen una casa muy bonita.

 «Jamás me acostumbraría a eso del Señora, mi adolescente interno se revolcaba cada vez que lo escuchaba, pero que más daba, cada vez era más, habitual ser llamada así, además era un acto de cortesía»

 Nuestra interacción de inmediato cobro la atención de Antonio que en dos pasos se colocó detrás de Camilo sujetándolo de los hombros, el chico elevo la barbilla y miro a su padre, quien aclaro la voz y orgulloso se incluyó en nuestra conversación 

—Veo que ya se están conociendo, Camilo es el menor de mis hijos y sí no lo habías visto hasta ahora es debido a que estaba en un retiro del estudio de la palabra, no me gusta jactarme, pero Camilo es muy avanzado en sus estudios bíblicos.

 Asentí sin externar mi opinión. Me percate de como Antonio, guardo silencio en cuanto los padres de Carlos que se habían quedado unos metros atrás rezagados, charlando con Magdalena, se acercaron, deduje que Carlos le habría pedido "discreción con el tema de nuestra nueva religión".

«La misma que yo, en un arranque de cólera reventaría horas después y en mi intento de apaciguar a "mi adorada suegra" entrando a la sala de la casa perdería control del desarrollo de los juegos de los chicos»

—Camilo ¿te gustaría conocer a mi hijo y a sus amigos? —le pregunte

 De forma dudosa volteo a ver a Antonio, este asintió y le aclaro elevando una ceja 

—Puedes jugar pero no, te ensucies.

 El niño animado —respondió —sí, padre gracias.

 Lo tome del hombro y camine hacia donde los chicos jugaban «no te ensucies» qué clase de orden ilógica era esa, demonios era un niño, sí iba a jugar era inherente, que se ensuciaría son dos cosas que van de la mano. Esa orden debió prender un letrero luminoso en mi cabeza, que me hiciera suponer que las cosas se torcerían de una u otra forma. Cuando yo era niña los fines de semana mis padres siempre me vestían con pantalón de mezclilla, tenis y playeras polo, por la sencilla razón en palabras de mi abuela "yo, era una chiva loca" corría, saltaba, trepaba árboles y era la mente maquiavélica que diseñaba el sinfín de travesuras que mis primos seguían al pie de la letra, la realidad es que aunque, sí me considero un líder nato, serlo con Fernanda que era introvertida a mas no poder y carente del mínimo ápice de imaginación y con Santiago que más que primos parecíamos hermanos y a todo me decía ¡sí! Jugar con ellos y su absoluta devoción y aceptación a mis ideas, incluso con esa pregunta que me hacía brillar los ojos y ponía mi mente en marcha ¿Elisa, a que vamos a jugar, hoy? era como darle un encendedor a un pirómano y decirle —adelante, ponte creativo.

Bruno y los elegidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora