Traición

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Pov Carlos

De jóvenes, Elisa solía decirme que en los momentos que sintiera que perdía el rumbo, me diera un respiro para detenerme, contemplar a mi alrededor y las señales estarían ahí, por todos lados para guiarme y que entonces el universo confabularía para que las cosas se alinearan y todo sucediera como siempre debió ser; era una soñadora con magia en su forma de concebir la realidad, para mí un pragmático, eso eran boberías, aunque nunca me atreví a refutarla, en el fondo quería creer en algo más que la ciencia, las matemáticas y el caos que rodeaba a la humanidad.

En incontables ocasiones a lo largo de la carretera, pensé en dejarme llevar por el deseo de dar media vuelta y volver a su lado, en mi mente me boicoteaba ¿Qué carajos haces llevando a tu hijo a miles de kilómetros de distancia? ¿para qué? ¡corregirlo!, ¡guiarlo!, ¡salvarlo!

Ese dichoso universo qué según mi esposa, todo acomodaba, ahora solo parecía querer fastidiarme la vida, llenando este camino de obstáculos. La extrañaba desmedidamente: el color de su voz, su risa, su expresividad, era de esas personas que te hablan con los gestos sin necesidad de pronunciar una sola palabra, me descubrí en un par de ocasiones con la mirada perdida intentando rememorar el último beso que me dio, no era capaz de traerlo a mi memoria. En cambio, recordaba con una precisión tormentosa la bofetada que le atesté en el pasillo de su trabajo, era un cobarde, quizás por eso centré todas mis energías en este viaje. Necesitaba sentir que hacía algo benéfico por mi hijo y a la vez, no quería estar sentado en el Hospital con ese sentimiento de impotencia, solo viéndola convertirse en una muñeca pálida e inmóvil, sin embargo, la otra parte que tiraba de mi cerebro, la emocional me gritaba que mi lugar estaba a su lado. Enterarme de que Antonio, a quien desde hace meses consideraba mi amigo, malverso la realidad desde un inicio, me hizo sentir traicionado y herido, por otro lado, me era imperante recobrar la seguridad de ser apto para proteger a mi familia, de que existía un grupo de personas con las que podía contar, con quienes estábamos a salvo. Había perdido a mi hijo mayor, mi esposa se debatía entre la vida y la muerte. Requería angustiosamente sentir que nada le pasaría a Bruno, que, como su padre, era capaz de salvarlo.

Fue por eso que al ver en mi identificador del teléfono celular el nombre del pastor, le conteste.

Su voz pausada y serena causo el efecto contrario que debió ser el de calmarme, me sentía engañado por él y sobre todo por Antonio ¡Qué clase de persona hace pasar a su hija por muerta como anzuelo para tocar las fibras más sensibles de una familia a la deriva por la pérdida de su hijo mayor! Una sin escrúpulos, fue lo que le alegué al pastor, quien escuchó sin interrumpirme, una vez que guarde silencio, me explicó: Qué si bien la hija de Antonio no había muerto en el sentido físico, en el espiritual lo hizo para sus padres el día que escapo de casa, ya que era algo imperdonable, dentro de la congregación darles la espalda a las enseñanzas y por ende a Dios.

—Pastor es que acaso está justificando que Antonio me mintiera —estallé.

—No. Y me disculpó por no aclararlo en su momento. Aunque necesito que tú también comprendas. Somos una comunidad hermética en ciertos aspectos y celosos de nuestra privacidad; ustedes eran una familia que apenas estaba siendo evaluada. Sin embargo, ahora que ya forman parte de nosotros, todas las dudas que tengas te las aclarare cuando vuelvas de dejar a los chicos en la hacienda. Ahora, Carlos, puedes decirme ¿cómo es eso de que Camilo está ebrio?

Ante esa pregunta, me sentí desarmado, fue algo en su tono con una pátina compasiva, que me hizo sentir que no estaba dando el ancho. Era como si yo fuera el puberto que acababa de beberse medio servibar.

—Es la primera vez que me encuentro en un viaje con niños y sin Elisa, esto ha resultado más complicado de lo que creí —busqué argumentar de una forma bastante mediocre. Inconforme con mis argumentos, proseguí —Además, Camilo era el chico bien portado, cómo iba a saber que se descarrilaría, estando bajo mi cuidado.

Bruno y los elegidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora