Cuando la realidad, esboza su sonrisa

293 16 24
                                    

 Continuaba temblando de coraje, aun minutos después de escuchar desde el garaje las portezuelas cerrarse de golpe y los neumáticos del automóvil emitir un chirrido, provocado por la fricción de las llantas sobre el pavimento, alejándose a toda velocidad camino abajo, jamás nos habíamos gritado así, mucho menos utilizado palabras altisonantes, este era un nuevo nivel de descenso en nuestra relación, un enorme vacío se abrió paso dentro de mi diafragma, era una sensación de ahogo difícil de describir, la manera en la que me atravesó con su mirada... parecía que todo el amor que alguna vez me profesó se hubiera convertido en un absoluto y profundo odio, aunque de momento deje mis sentimientos en ultimo plano, pues en esa habitación había alguien mucho más importante mi pequeño, perdí los estribos por completo y es que al ver a Bruno, con el rostro enrojecido, las mejillas empapadas en lágrimas y esa expresión frágil de desamparo, me rompió el alma, llenándome de ira. 

Me aproxime sin titubear para abrazarlo, cuando corrió creí que era en busca de mi consuelo, sin embargo paso de largo esquivándome, se encerró en el baño, "miedo" fue lo que vi en cada una de sus expresiones, incrementando el fuego de la rabia que se extendía rápidamente como un incendio implacable por todo mi cuerpo, entonces me gire hacia Carlos, recriminándole embravecida

 —Esto no fue lo que acordamos Carlos, ese tema de los castigos, nos sentaríamos a hablarlo.

 Mis ojos se clavaron con desprecio y desazón en la vara que aprensaba fuertemente en su mano derecha, achique los ojos con incredulidad señalándola

—Te das cuenta de lo que hiciste. —sentía las pulsaciones de mi corazón acelerado retumbando en mis oídos, cuando alce la voz esperando entrara en razón.

 —Carlos le pegaste a tu propio hijo con una vara.

 Antonio que se había alejado poco a poco con cautela y sigilo terminando de manera estratégica a un lado de la puerta de la habitación de Bruno, seguramente para desafanarse en caso de que la situación se volcará más complicada, tuvo el desatino de interferir

 Llamándome —Hermana, Elisa, el cambio siempre es difícil en un inicio, pero es un pequeño sacrificio comparado con la recompensa —aseguró con una expresión de nobleza que desencajaba con lo que acababa de hacer.

 —¡Hermana! —exclame con desaire —No Sr. Antonio, yo no tengo hermanos y por suerte usted está lejos de pertenecer a mi familia, salga inmediatamente de mi casa o le juro que llamo a la policía.

 Frunció el ceño y engroso su tono de voz con reproche e indignación

 —Hermano Carlos ¡vas a permitir que tu mujer me falte de tal forma al respeto! cuando lo único que yo deseaba hacer era ayudarte 

—Elisa retráctate —me exigió.

—Retractarme —vocifere exaltada al borde de la histeria. —Has perdido por completo el sentido común este hombre no es nada nuestro, permitiste que... que te instruyera ¡Cómo dice ese pastor al uso correcto de la vara! Negué con la cabeza sintiendo como toda la admiración que alguna vez le profese a Carlos se derrumbaba —, te diré lo que hiciste, porque al parecer estas completamente enajenado, permitiste que un hombre, tu supuesto amigo "reencontrado" te ayudara a lastimar a nuestro hijo, al mismo niño que debemos cuidar y proteger —le reclame. 

Los ojos me escocían por las lágrimas que contenía, Carlos se transformó: un brillo animalesco y desconocido se desprendió de sus ojos, su respiración se intensifico y con esa respuesta me acribillo 

—¡Cuidarlo! ponerle limites eso es lo que estaba haciendo, justamente hoy Elisa, como tú debiste hacerlo con Andréi, esa noche, pero no la gran mercadóloga, tenía trabajo que hacer y mira el resultado, nuestro hijo está muerto, acaso quieres que Bruno siga sus pasos, ni siquiera sabes lo que sucedió, estaba fuera de casa a estas horas y con Adriana ¿Quieres que termine...

Bruno y los elegidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora