Nueva vida... nuevas reglas

402 13 13
                                    

«El tiempo no se detiene, la vida no espera y aunque en un principio yo deseaba una pausa, el sol continúo saliendo y ocultándose sin clemencia, incluso el ritmo parecía discurrir mucho más rápido que antes, los días se filtraban entre mis dedos desapareciendo uno tras otro y esta nueva forma de vida que aún en mis silencios me cuestionaba, parecía empujar con ferocidad por engullirnos, cada vez un poco más»

Era Lunes por la mañana y en esta ocasión me había tocado a mi llevar a los niños al colegio, dentro del automóvil el ambiente era de absoluto silencio alcanzaba a escuchar la música proveniente de los audífonos de Bruno que mantenía los ojos cerrados dormitando, la eterna batalla de que debía modular el volumen o terminaría afectándose los oídos, se quedo atrapada entre mis labios cuando el semáforo cambio a verde, mi niño necesitaba un respiro, sentía que últimamente, Carlos no hacia otra cosa más que regañarlo e intentar moldearlo a toda costa y a una rapidez inconcebible a las nuevas reglas de nuestra iglesia.

—Paciencia Elisa— —diplomacia y empatía —me repetía ante cada uno de sus altercados, convirtiéndome prontamente en la mediadora de sus discusiones, era difícil intentar apoyar a Carlos, "darle su lugar como mi esposo", que era la frase que él utilizaba a menudo, cuando no se sentía apoyado y al mismo tiempo buscar una salida para librar a Bruno de un castigo, un quiebre, las letras pequeñas en busca de hacer una excepción en esta nueva ley que regia nuestro hogar "la biblia" sin embargo cada vez me era más difícil, la adolescencia no ayudaba a Bruno a ser sensato y Carlos siempre se auxiliaba de las interpretaciones del Pastor Enrique, para tener la razón.

Espejeé por el retrovisor Adriana venia profundamente dormida, vaya forma de empezar la semana, cansados, exhaustos sobre todo mentalmente, sería la definición correcta. El domingo antes, era uno de mis días favoritos, nos levantábamos cuando nos placía, el reloj era ignorado por ese solo día, cuando los niños se sentían cariñosos invadían nuestra cama a primera hora de la mañana, arrebujándose entre nosotros y debajo de los edredones, encendíamos el televisor y veíamos películas antiguas hasta el mediodía, sobre todo "del cine de oro mexicano" de ese humor blanco sin igual, y amores eternos, que solo forman parte de la cinematografía de un México ya distante.

Carlos y Andréi que eran los mas disciplinados sobre todo en los tiempos de las comidas en determinado momento bajaban a la cocina y regresaban con el desayuno para todos nosotros, que normalmente eran hots cakes, ya más tarde nos bañábamos y acudíamos a comer a algún restaurant o pedíamos unas pizzas a veces por la tarde íbamos al cine. Sí, el domingo era un día de hermosa pereza e inactividad familiar, ahora añorada con extrema melancolía en mi corazón.

Ayer habíamos pasado cuatro horas en una de las reuniones, jamás en mi vida creí soportar un sermón de esa duración y de hecho no lo hice, mi mente inquieta se dispersó en un sinfín de ocasiones, huyendo y dejando a mi cuerpo aparentando su entera atención, creo que a veces esa era una de mis desventajas mi capacidad de que mi mente saliera volando por la ventana en muchas ocasiones me dejaba ajena a gran parte de lo que se acordaba en este sitio, pero quien podría culparme después de tanto tiempo dándole vueltas a los mismos temas "enseñanzas" Carlos continuamente les decía a los niños que pusieran atención, él me conocía, así que esos llamados de atención sé que también eran para mí, me reacomodaba en mi silla, intentando seguir el hilo de ese imparable monologo del pastor Enrique, que también ejercía presión al seguirme con esa mirada inquisitiva mientras caminaba de un lado a otro y de vez en cuando gesticulaba de forma exagerada, evidentemente el hombre sabia las artes de la oratoria y dentro de mi cabeza en un rincón que yo intentaba ignorar —Y de la manipulación repiqueteaba mi libertad de pensamiento clamando por ser escuchada, era cierto que necesidad de someternos a tantas horas de lo mismo, las repeticiones para insertar una idea en la mente la repetición, aunada al cansancio es un arma infalible, era cuando me preguntaba ¡¿Qué hacia yo aquí?! ¿buscar las respuestas? ¿apoyar a Carlos? ¿darles una mejor crianza a mis hijos? ¿encontrar a dios? ¿rescatar a mi familia? ¿evitar que la historia de Andréi se repitiera?

Bruno y los elegidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora