Un Halloween prohibido

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"El acto de desobediencia, como acto de libertad, es el comienzo de la razón"

Erich Fromm.

Una enorme sonrisa se formó en mis labios

«No. Bruno, ni siquiera lo consideres es imposible, negó de forma definitiva mi prudencia.

No seas cobarde ¡Que más mal, pueden ponerse las cosas, de lo que ya están! Es más, considéralo el cierre a la lista de las grandes hazañas de Bruno Ferret, (idioteces dirás tosió, mi conciencia).

Shhh, tú no te metas, la calló mi sentido eufórico de la aventura y continuó envolviéndome. Será la última, una despedida y a partir de aquí a portarnos bien.

¡Piénsalo! te marcharas como los grandes con fanfarrias, y todo... además que tanto es tantito. Me tentó de forma seductora mi voz interna de la libertad. ¡¿No sé cómo lo lograba?! Pero su argumento siempre era más poderoso y convincente que el de todas mis otras voces internas».

Gire la cabeza y mordiendo mi labio inferior mostrando un poco mis incisivos, eleve unas cuantas veces las cejas, viendo a Camilo de forma propositiva

—¡Qué onda, quieres vivir uno de los mejores Halloween's  de la historia! —lo sonsaque.

Sus ojos se abrieron más, al mismo tiempo que sus pupilas se desorbitaron, brillando con intensidad. Y de forma instantánea, negó frenéticamente con la cabeza, se dio la vuelta y pasó debajo del arco de la ventana apresurado, perdiéndose en objeciones.

—¡Has perdido la cabeza! Eso es imposible. No, no, no Bruno.

Repetía al huir a toda prisa regresando a mi habitación, su voz que dé inicio era potente pero ahora se teñía de un nerviosismo creciente, mientras se alejaba dejando de escucharse.

Rubén, arrugó el entrecejo confundido por la reacción de Camilo, desde donde estaba dudo que alcanzara a escuchar, sin darle importancia se cruzó de brazos y ansioso balanceaba el peso de su cuerpo, pasándolo de un pie a otro en un baile impaciente.

—¿Van a bajar o no? -grito.

—Te dije tavo, debiste traerle rosas, este se hace del rogar peor que Cecilia la buenísima de noveno B —bromeo.

Realice unos aspavientos apresurados, bajando las palmas de las manos indicándole que moderara su timbre de voz y con un grito, que intente sonara susurrante me lleve el dedo índice a la boca.

—Esperen denme unos minutos y deja de gritar, Rubén.

Cuando entre a la habitación, Camilo caminaba de un lado a otro, sí seguía así, dejaría un surco sobre la alfombra parecía tener una acalorada charla en voz alta con sigo mismo o alguno de sus otros yos.

—No, no Camilo, está mal, todo esto está mal, a Bruno todo le parece sencillo, pero tú debes actuar como la voz de su conciencia, tú sí sabes lo que sucedería, ¡no! Ni pensarlo.

Cruce los brazos aguardando y observándolo caminar hacia la puerta con la barbilla pegada al pecho, demasiado concentrado en su monologo se giró sin notarme, elevo las manos y se las llevo a la cabeza sin dejar de mantener la vista sobre sus zapatos

—Pero yo si quiero ir —exclamo.

En un tono algo deseoso e infantil y allí lo tenía mi compinche, una parte de él ,quería ir y a mí con eso me bastaba.

—Esa voz me agrada -enfatice alegre y agregue; —entonces no tenemos nada que pensar. Al escucharme y tenerme de frente, Camilo se frenó dando un respingo, lo había tomado por sorpresa.

Bruno y los elegidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora