Cuando los hijos se liberan... Los padres...

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Pov Elisa

Catorce horas con veinticinco minutos era el tiempo que había transcurrido sin tener una sola noticia de Bruno. Era la primera vez desde la muerte de su hermano que pasaba una noche fuera de casa solo, ya que a partir de dicho acontecimiento los permisos para ir a dormir a casa de Tavo se habían terminado. Y aquí me encontraba frente a la ventana de la cocina con la mirada perdida y mi mano temblorosa conduciendo un nuevo cigarrillo hacia mis labios, el cenicero rebosaba entre colillas semi apagadas en un rojo vivo y otras extintas, como mis ideas con respecto a ¿Dónde se encontraría mi hijo? La noche anterior opte por recurrir a mi madre, dejando a mi hija en su casa, sé que ella tenía deseos de indagar, de lanzarme cientos de preguntas, pero debió leer la angustia exasperada en mis expresiones cuando le insistí que tenía prisa y que se lo contaría al regresar, en cuanto solucionara todo «sin entrar en detalles de que era ese todo»

Mi madre no era del tipo de persona que se quedaba conforme con explicaciones cortas y escuetas, sin embargo, por esta ocasión dejo que me marchara con la condición de que le telefoneara en cuanto encontrara a Bruno, reiterándome con una mirada seria y sabia sin dejar de observar mi pómulo derecho

—Sabes que pase lo que pase esta es tu casa, verdad hija y que siempre que lo necesitas cuentas conmigo.

Sonreí sintiendo que esa carga de mis hombros se aligeraba

—Sí mamá lo sé y te lo agradezco.

Ella asintió, me di la vuelta y bajé las escaleras rumbo al portal que conectaba con la calle

—Elisa su voz firme me detuvo haciendo que me girara a la mitad de las escaleras y le devolviera la mirada

—No me voy a callar, hace un segundo pensé en no hacerte ningún comentario y me detuve por la niña. No somos el tipo de mujeres que agachan la cabeza y guardan silencio, elevo las cejas frunciendo la derecha, su boca se convirtió en una línea torcida entre abrió los labios y con ese tono de altavoz que la caracterizaba, dándose a notar incluso entre las multitudes me dijo una de sus frases clásicas

—Solo recuerda algo Elisa, yo crie a una mujer fuerte, libre e independiente, no una sumisa, jamás he interferido en tu matrimonio y hasta ver eso —señalo mi mejilla enrojecida; apreciaba a Carlos, suspiro realizando una pausa y con ojos de coraje —me advirtió —habla con él, solo ustedes dos sabrán como es que las cosas llegaron hasta este punto, pero eso sí dile de mi parte que sí te vuelve a poner una mano encima le diré a tu padre para que le rompa la cara y después yo lo meteré a la cárcel.

Mis tacones repiquetearon cuando regrese escaleras arriba tomándola de las manos

—No te preocupes mamá tu misma lo has dicho, criaste a una mujer fuerte, por eso mismo jamás he necesitado que saquen la cara por mí, soy adulta y lo solucionare sola.

 Me incline dándole un beso en la mejilla solté sus manos y la estreche en mis brazos con fuerza era todo un orgullo ver en ese escaso 1.58 de estatura, revestida por un cuerpo ya entrado en años, una fortaleza inquebrantable, similar a la de un roble que se ha mantenido en pie ante miles de tempestades y sus ojos: una leona vivía allí dentro, por ellos no pasaba el tiempo la juventud llena de vitalidad brillaba con determinación; y creo que fue eso lo que durante las primeras horas de la tarde, al marcharme de su casa y subir al auto me lleno de la seguridad necesaria para no detenerme a pensar en lo que había sucedido con Carlos, centrándome en mi prioridad encontrar a Bruno; en un principio estaba más enojada que preocupada pues yo sabía con exactitud cual era el paradero de mi hijo, estaba enfadada, furiosa pero no con mi hijo, sino conmigo misma que tanto debimos presionarlo para que escapara, permití que Carlos se impusiera, que lo forzara a ir a esa convivencia juvenil de los elegidos sin darle importancia al hecho de que Bruno no quería asistir.

Bruno y los elegidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora