24. EL PEOR DE LOS TONTOS

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Con mucho cuidado y dedicación, Nico consiguió qué el debilitado y deprimido felino se recuperara. Le cambió la comida al menos cinco veces para ver cuál le gustaba más y un día, tal vez resignado a que su humano no volvería, comenzó a comer otra vez. Nicolás se alegró mucho y no porque temiera la reacción de Ele, sino porque empezaba a sentirse cómodo con el animalito y tal vez, el mismo Allan también se sentía a gusto con él.

A veces, aunque pareciera absurdo cómo Cassandra se lo había hecho notar, Nicolás le hablaba a Allan de Ele y se esforzaba por explicarle qué no lo había abandonado, qué volvería pronto y lo llevaría con él de nuevo. Cassandra rodaba los ojos y bebía un trago de su copa.

-Ay Nicolás, como si el bicho te entendiera.

Le molestó ver cómo su primo hablaba con Allan. Se veía tan absolutamente ridículo. Más de lo acostumbrado.

-Él entiende, Cassandra -aseguró convencido-. Solo le falta hablar.

Allan la miró de una manera muy elocuente, como confirmando las palabras de Mendívil.

-¿Estás lista? --preguntó mirándola a los ojos.

-Por supuesto -aseguró, dejó su copa y se puso de pie.

-¿Ya te vas?

-Sí, ya me cansé de verte hablar con el mugre gato.

-No hables así delante de Allan. Ya viste que sí te entiende.

-¡Sí, sí, lo que digas! Hasta mañana.

-¡Espera, tengo algo para que le lleves! -Dejó al gato a un lado con cuidado y se levantó para sacar una caja de un escritorio antiguo de madera.

-¿Ahora qué es? ¿Y por qué no se lo llevas tú personalmente?

-¿Puedo hacerlo?

-Claro que puedes, finalmente eres su patrocinador.

-Soy su amigo, Cassandra.

Ese comentario lo sacudió. No le gustaba pensar qué Ele solo lo viera como una billetera ambulante, siempre a su disposición.

-¿Estás seguro de que él también te ve así? ¿O solo cómo el idiota que le da todo sin pedir nada a cambio? Ten cuidado, Nicolás.

-¿Qué te pasa, Cassandra?

-¡¿De verdad no te das cuenta?! ¡¿Estás tan ciego ya?! ¡Piensa, querido, piensa!

-Me temo que soy muy tonto para entender indirectas ¿Qué tal si me lo explicas?

-¿No ves un patrón aquí? El idiota enamorado que lo da todo por el objeto de su afecto y luego se decepciona porque no recibe lo que esperaba. Se decepciona, se llena de rencor y todo termina en tragedia.

-No, Cassandra, te equivocas, eso no va a pasar.

-¿Seguro? Has gastado demasiado dinero en él, aun cuando sabes perfectamente que es un pobre diablo qué no puede devolverlo ¿Cómo le piensas cobrar?

-¿Por qué lo haría?

-Te conozco. Tú no eres de los que gasta si sabe que no obtendrá algo de regreso, eres un inversionista.

-Sé lo que insinúas, pero no es lo cómo crees. Estoy invirtiendo en su talento.

Cassandra estalló en una carcajada.

-¡Ay, Nicolás, eso ni tú te lo crees! -Buscó su copa y bebió el contenido de un solo trago.

-¡Ultimadamente, Cassandra, es mi dinero y yo sabré en qué o en quien lo gasto, lo invierto o si me da mi gana, le prendo fuego!

ELEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora