Capitulo uno, parte dos

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Mirar los alrededores de nuestra hermosa patria dolía ardientemente, pues su encanto se vislumbraba marchito y su luz se encontraba ensombrecida

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Mirar los alrededores de nuestra hermosa patria dolía ardientemente, pues su encanto se vislumbraba marchito y su luz se encontraba ensombrecida. Todo habia cambiado a tan solo pocos días de la ocupación alemana en Holanda… la propaganda nazi estaba divulgada por todos lados, las famosas banderas del tercer Reich enarboladas fervientemente, también el movimiento antisemita y cualquier cosa que se les ocurriera para dejar bien evidenciado su dominio sobre nosotros; ellos se mostraban predispuestos a hacer lucir mas nacionalsocialista a Holanda que a la propia Alemania, y jactanciosos se paseaban altivos, completamente erguidos en sus trajes que los obligaban a constantemente adoptar tal posición, y que los dotaba de la autoridad para ser el reflejo mismo de la represión que nos oprimía.

Nadie tenia la certeza de cuales eran realmente sus funciones en nuestro país, porque éramos conocedores tan solo de aquello que nos era evidente. En el centro de la ciudad se habia instaurado un cuartel general que operaba como sede del régimen nazi; durante los primero días largas filas peregrinaban hacia allí puesto a que cada familia Holandesa debía entregar las armas que tenían registradas a su nombre, los alemanes llevaban a cabo tal secuestro de armamento para evitar un posible levantamiento futuro; también se habia establecido un toque de queda que al anochecer nos confinaba a permanecer cautivos en nuestros hogares, mientras ellos gozaban de todos los placeres que solían pertenecernos. Uno a uno fueron ocupando todos los lugares públicos, se adueñaron de cada centímetro de Holanda, profanando nuestros recuerdos, mutilando todo afecto que yacía impregnó en la simpleza de cada pequeña cosa, y llevándose fugazmente millones de historias que se encontraban arraigadas a la esencia de cada lugar que tomaron deliberadamente como si fueran simples pertenencias. El orgullo herido quemaba ardientemente, y sin que eso fuera suficiente, debíamos vagar por ahí como entes susceptibles al miedo y la represión, procurando mantenernos en nuestros hogares para intentar omitir cualquier tipo de contacto con los uniformados nazis.

Las restricciones abundaban, y ni siquiera el mas valiente se animaba a desafiarlas, el miedo parecía estar controlándolo todo; aquello no era en vano y menos cuando teníamos claros precedentes del alcance que tenia la maldad de las fuerzas alemanas, ya que para forzar al gobierno a presentar la redición, ellos arrojaron sus letales bombas que detonaron contra Rotterdam, dejando solo cenizas de su encanto grácil; fueron muchas las familias que padecieron aquel suceso aberrante, quedando desoladas por la ausencia de sus hogares que se habían reducido a escombros; el resultado mas trágico fueron los cientos de vidas inexorablemente perdidas… la muerte de nuestros hermanos holandeses era un recuerdo constante pesando en todos nosotros, y un permanente luto que ensombrecía la fachada de toda una nación.

El trayecto a la casa fue realmente tedioso, estaba ciertamente abatida por el inamistoso encuentro con el soldado, y furiosa con su manera tan peculiar de humillarme, haciendo uso de una sonrisa sutil en el rostro y un sarcasmo burlón; no pudo haber mortificado mas mi día con tal cinismo, y con su poca coherente teoría de llamarme “orgullosa”, como si fuera tan fácil banalizar el hecho de que tomaron nuestras tierras vilmente, condenándonos al martirio de ser un pueblo carente de su libertad. Iba tan perdida en mis pensamientos tumultuosos e irrelevantes, que no fue hasta pocos metros antes de llegar a la gran casa, que un panorama poco alentador me sumió en la incertidumbre y el miedo… dichas emociones me abordaron fugazmente haciéndome su presa, y sucumbiendo al pánico detuve mi caminar para observar desde la distancia como una furgoneta alemana yacía estacionada en la entrada de la casa Schooier, —¿qué hacían los Alemanes allí, y cual era el motivo de su visita?—, aunque quise confortarme pensado que todo estaba bien, lo cierto es que no pude imaginar mas que desafortunados escenarios asociados a problemas fatídicos, lo que hizo que un incomodo nerviosismo viajara rápidamente por mi cuerpo haciendo a mis piernas flaquear.

Al límite de lo prohibido (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora