Capitulo cinco, parte tres

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El trascurso de mi día habia sido tan extenuante y agotador, que simplemente luego de almorzar, y comprendiendo que mis nervios estaban devastados por las mil y un emociones que habia tenido que sobrellevar, caí en un profundo letargo, que pronto ...

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El trascurso de mi día habia sido tan extenuante y agotador, que simplemente luego de almorzar, y comprendiendo que mis nervios estaban devastados por las mil y un emociones que habia tenido que sobrellevar, caí en un profundo letargo, que pronto me arrullo en un abrazador sueño conciliador. Así los minutos transcurrieron lentamente y uno a uno, hasta convertirse en largas horas, en las que al permanecer tan absorta de todo lo que se desarrollaba a mi alrededor, dotaron a mi cuerpo de nuevas vibras serenas y calmas.

El encantamiento magnánimo de aquel sueño sanador, llego a su fin al acercarse la hora de preparar la cena, y aunque hubiese sido mucho mas tentador pasar lo que restaba del día tendida en la cama, al levantarme sentí que la vitalidad de mi espíritu estaba tan renovada, que el optimismo me llevo a escoger unas sencillas galas de vibrantes colores, para que mi apariencia se reflejara en sintonía con mi mejorado animo.

Cuando me dirigí a la cocina, fue inesperado y gratificante ver a Lisa enfundada en un delantal que habia atado a su cintura; la concentración pintaba cada una de las expresiones en su rostro, mientras revolvía el contenido de una humeante olla.
Su aspecto asemejaba al de siempre, porque su semblante autoritario habia regresado y estaba ahí de nuevo para resaltarla como la mujer fuerte que siempre habia sido; pero pese a todo buen pronostico, todavía yacía en ella esa pequeña chispa de dolor en sus ojos, y la misma tardaría mucho tiempo en dejar de encandecer.

—¡Me alegra que verla aquí!— exclamé cabizbaja y observándola desde el umbral de la puerta.

—Cierta muchacha persuasiva me hizo entrar en razón con el poder de sus palabras— verbalizo con una mirada escueta plasmada en su rostro. —, gracias Emma, me hiciste comprender que con mi actitud estaba manchando la memoria de mi hijo. Ahora mas que nunca se que debo permanecer de pie, no puedo dejar que su muerte haya sido en vano.

—Me complace saber que mis palabras contribuyeron en la formulación de tal ideal— mencione, adentrándome mas en la cocina, con una pequeña y pudorosa sonrisa que reflejaba el gozo de ver florecer nuevamente la fortaleza de Lisa. —, pero siéntese, yo continuare con la cena. ¡No debe agobiarse por eso!.

—Al contrario, querida. Tu y yo debemos hablar seriamente al respecto— inquirió seria y aportándole a su tono aires de misterio. El silencio se instauró en el lugar durante un par de segundos, ya que la mujer habia puesto en pausa sus circunloquios, para agregarle condimentos a la preparación de la olla. En el aire se percibía una aromática cautivante y deliciosa, que se entremezclaba con la añoranza y los recuerdos. Lisa estaba preparado el guisado favorito de Maximilian, lo que tenia la finalidad de rendir un pequeño homenaje en honor a su espíritu, constituyendo también una despedida para que nuestros corazones aceptaran convivir en paz con su inminente huida a la eternidad. —¡Siéntate!— indicó y con un ademán señalo la silla frente a ella.

—¿Qué es lo que quiere decirme?.
—Reflexione mucho luego de hablar contigo— comenzó —, y después de pensar y meditar, he llegado a la conclusión de que ya no quiero que trabajes aquí.

Al límite de lo prohibido (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora