Capítulo quince, parte dos

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Solo sucede… Un instante impacta y la vida cambia

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Solo sucede… Un instante impacta y la vida cambia. A veces un segundo es suficiente para darse cuenta de que nada regresa a lo que fue.

Finalmente no importa cuanto luches por esbozar en el presente la sombra de un pasado feliz. Aunque quemes tu alma en el intento, el pasado se queda en el pasado, y el ahora nos consume hasta mimetizarnos en sus efectos. Es así… Es así porqué el ahora vive en nosotros y no podemos librarnos de él.

El pasado es un fantasma que con sus apariciones acecha nuestros días, el presente es una jaula efímera, y el futuro la liberación o una sentencia de condena.
La vida atesora las reservas de un enigma eterno… incluso cuando creemos conocer todos sus secretos, algo sucede y hace que pronto lo conocido se disuelva en el olvido.

Solemos tener tanto a lo desconocido que cuando todo cambia nos aferramos hasta desgarrar nuestra piel, a los pequeños restos que persisten del ayer. Ignoramos que tal vez solo deseamos persistir anclados a ese ayer por costumbre y no por la plenitud que podemos encontrar en él.

A veces el cambio es positivo y necesario, pero de todas formas nos mostramos reticentes porque lo nuevo asusta.
Entonces el golpe llega más fuerte que nunca y nos perdemos inminentemente en una realidad desencajada.

Yo había seguido reticente al cambio hasta el instante previo en el que Max me miró colmado por su nueva y habitual apatía. Ignoré cada una de las señales de alerta que fueron labrándose día a día en mi conciencia, y cuando la oscuridad en sus ojos me precipitó hacia un risco, fui más consiente que nunca de lo que había cambiado.
Fue un simple momento que definió el resto de mi vida. Y aun así permanecí errante y sin definirlo, hasta mucho más tarde.

Durante las horas próximas el tiempo se desperezó con lentitud y lo único que pude hacer fue dedicarme a evadir la realidad. Escapé de todo en cuanto pude… de mis pensamientos, del pesimismo que me consumía, e incluso de mi misma.

Me mantuve serena en una casa que ya no percibía como mía, guardando la compostura y condenándome a permanecer en un silencio que me asigné por derecho propio. Eludí hacer presencia a la hora del almuerzo, estando convencida de que mi compañía en aquel preciso momento no representaba algo positivo para nadie. Simplemente me confiné en mi habitación tanto como pude y dormí largas horas para así apagar todo el mundo a mi alrededor.

En la tarde, Lisa se acercó a mis aposentos con algunos libros y una lobreguez muy contraria a su naturaleza. Compartimos el te y una charla amena, y aunque no intentó justificar el comportamiento de su hijo, si insistió en que debíamos hacernos de paciencia para poder lidiar con su carácter.

No pude evitar acceder a su llamado de paz, cuando me solicitó encarecidamente que pusiera de mi parte para reconstruir la relación con Max. Entendía la difícil posición en la que ella se encontraba, y lo ardua que debía de ser la tarea de intentar conciliar dos extremos y garantizar su coexistencia en un mismo entorno.
Y una vez mas cedí… Me solidaricé con su rol de madre y presté de mi voluntad para poder lograr sus metas.

Al límite de lo prohibido (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora