Capitulo cuatro, parte uno

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La noticia de Maximilian había llegado para mutilar a tres pobres corazones que hasta hace poco continuaban guardando la vaga ilusión de regocijarse con su regreso

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La noticia de Maximilian había llegado para mutilar a tres pobres corazones que hasta hace poco continuaban guardando la vaga ilusión de regocijarse con su regreso. En la casa se presagiaba la tristeza que su inminente caída había instaurado, puesto a que un aura lúgubre predominaba en cada rincón, todo estaba teñido por el negro luto y solo era escuchado el lenguaje elocuente de tristes suspiros rotos.

Desde el día en que esa trágica noticia nos encontró, Lisa quedo tan gravemente herida que asemejaba al espectro de un alma atormentada y perdida.

La primera noche en la que se supo desolada por la perdida de su hijo, se encerró en aquella habitación que durante tanto tiempo había estado cerrada para preservar todo como si el todavía continuará allí. Sus sollozos no tardaron en volverse audibles, desgarrando con gran clamor todo el entorno que nos rodeaba.
No me atreví a acudir a su encuentro, solo llore abrazada a mi abuela, que intentaba consolarme a pesar de estar igual de rota, a pesar que su corazón al igual que el mío sangraba cruelmente... Pero a diferencia de mi, ella pretendía demostrar fortaleza, y solo me abrazaba dulcemente y acariciaba mi cabello mientras susurraba con ternura un sinfín de palabras cálidas a mi oído, prometiendo una y otra vez que todo estaría bien.

Recién cuando el silencio se atrevió a circundar merodeante por toda la casa, acuñe el valor suficiente para saber que había sido de Lisa, y algo dubitativa, abandone mi habitación para irrumpir en donde ella yacía.

Me sentí hostigada por la oscuridad fúnebre que se había colado por todos los adentros de la casa, y atormentada por las penumbras me dirigí con cautela a la habitación de Maximilian. En ella ni la mas mínima flama se manifestaba para iluminar los alrededores, pero igualmente pude divisar entre las tinieblas a Lisa. Estaba recostada en la cama y abrazada a la almohada que todavía guardaba la esencia inconfundible de nuestro joven caballero.

En esa habitación todo era silencio, y este se manifestaba como el peor de los rivales... como un enemigo acérrimo capaz de detener el curso del mundo para dejarme fluctuando en un gran dolor, y con un impulso fragoroso atravesaba mi pecho con el filo de una mortífera daga, cada que recordaba aquellos años de jubilo donde la presencia de mi dulce niño inundaba el interior de esas cuatro paredes con su energía tan jovial y la luz vital que siempre irradiaba...
Inconscientemente mis ojos volvieron a llorar esa noche, estaba al limite del desconsuelo y nada podía apaciguar al mal que desgarraba a mi corazón.

A tan funesta noche le procedió un prolongado encierro... Lisa voluntariamente convirtió su cuarto en una siniestra cárcel de dolor, que estaba sepultándola con el transcurrir de cada amarga hora. Uno a uno los días fueron encontrándola rendida en su cama. No comía, no permitía que nadie entrara a verle, y solo buscaba que la muerte apagara su dolor, arrullándola en un conciliador sueño eterno.
No podía cuestionar la forma en la que manifestaba su tristeza, porque el dolor debía ser purgado, y cualquier vía que llevara a ello, seria valida ahora que el padecimiento de un martirio descomunal oprimía con un vigor tan fuerte.

Mi melancolía solo era expresada a través del silencio. Sentía que parte de mi alma había sido robada el día en que me entere de su perdida... desde el mismo momento en que supe aquello me transforme en un corazón sin vida, en un ente silencioso, incapaz de llenar el silencio con palabras vacías. Era duro asumir la idea de su permanente ausencia, así que a veces trataba de consolarme creyendo inverosímil el que ya no estuviese entre nosotros; pero todo era vano, ya que cada lágrima se revelaba para hacer de ello una realidad.
Y de todas formas, la verdad no podía ser soslayada... debía resignarme al hecho de que lo habíamos perdido en el campo de batalla y ahora era solo un recuerdo distante para nosotras... el recuerdo de un hombre valeroso que se fue dejándolo todo por defender lo indefendible.

Perder a un ser amado siempre es difícil, mas tratándose de alguien que llego a tocar tu corazón, dejando una marca profunda en el. Es inevitable reprocharse el no haber compartido mas momentos juntos... ¡todo es tan sorpresivo!.
Quiero creer que la vida es así... una completa sorpresa por descubrir.
Un día estas junto a tus seres queridos y al otro ¿quien sabe?... ¡Podrías ser solo un recuerdo doloroso en la vida de aquellos que te quisieron!.

La muerte convive con nosotros, nos acecha día a día, estando presente en cada momento en que vivimos pensando que el fin es un destino lejano... nos esforzamos por mantenernos ajenos a la muerte, pero ella se encuentra siempre latente, pudiendo separarnos en un instante de aquellos a quienes quisimos tanto.
Caminamos descalzos al filo de un detonante que apague nuestros ojos por siempre... adiós a esos sueños que no pudimos cumplir, adiós a esas personas a quienes pudimos abrazar mas fuertemente, adiós a la posibilidad de haber amado mas.

Ojala el hubiera sido conocedor de lo mucho que significo en mi vida... fue el pilar que muchas veces lucho por sostener lo insostenible, el pañuelo de lágrimas en donde podía descargar todo aquello que me martirizaba, fue  mi hermano del alma y del corazón... «¡ojala hubiese sabido lo mucho que lo quise y la falta que me hará ahora que sus dulces ojos se han cerrado para siempre!».

El querer es un sentimiento hermoso, pero en el guarda algo de condena... te condena al añorar y al necesitar de aquellos que quisiste. Te condena a vivir aferrado a los recuerdos por toda una eternidad. Te condena a la culpabilidad y al recriminar de haber podido actuar distinto, de haber querido mas, y haber expresado mas abiertamente la sola dicha de ese sentimiento.
¡Y si!, aunque el querer nos condene a sentir por siempre la ausencia de aquellos a los que hemos perdido, no deja de ser el sentimiento mas puro y verdadero, la cualidad mas pura en el ser humano por el simple hecho de que uno no elige a quien querer.
Esa virtud de expresar y sentir aunque en ocasiones duela, es al fin y al cabo una condena inevitable para cualquier persona.

Aunque la vida de Maximilian fue corta, la intensidad con la que fue amado refulgirá por siempre como la estrella mas resplandeciente en el cielo, era lo mínimo que se merecía alguien tan único y excepcional. Y aunque el dolor de su partida nuble mi mente y mi espíritu, cuando mi corazón logre resignarse al consuelo, tratare de recordarlo con una sonrisa y rememorando la infinitud de mil y un recuerdos buenos, que serán atesorados tiernamente en mi corazón, como pequeños y relucientes diamantes, prevalecientes para toda una eternidad.

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Al límite de lo prohibido (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora