Capítulo once, parte uno

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Las semanas de Julio transcurrieron con relativa prisa y Agosto fue bienvenido por todos los habitantes de Ámsterdam, y aunque por mi parte llevaba días sin poder definir mis sentimientos y humores, lo recibí con la calidez que mi neutro estado de...

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Las semanas de Julio transcurrieron con relativa prisa y Agosto fue bienvenido por todos los habitantes de Ámsterdam, y aunque por mi parte llevaba días sin poder definir mis sentimientos y humores, lo recibí con la calidez que mi neutro estado de animo podía permitirme.

Por fortuna aquel suceso poco ventajoso y causante de tanta desdicha y congoja había pasado a la historia. Se podía decir que los hechos habían conspirado a mi favor, porque aunque presentarlo de aquella manera sonara inapropiado, tosco y de poca ética, los rumores sobre los judíos y su futuro incierto, la ocupación nazi, la guerra, y la desvergüenza de las damas, proporcionaban día a día nuevos chismorreos de los cuales hablar, y la gente era tan ociosa, y con una moral tan débil, que encontraban gran placer en divulgar cualquier acontecimiento que diera lugar a joviales habladurías.

Lo cierto era que me había atormentado durante varios días creyendo que "Las penurias de la huerfanita" iba a ser un título difícil de echar al olvido, pero fue fácilmente reemplazado por la repentina desaparición de la familia Van Loots, quienes fueron directamente acusados de ocultar su origen judío bajo falsas identificaciones y de dar lugar a una osada y riesgosa huida para escapar de la persecución nacionalsocialista.

Aquel tema me preocupaba... algunos aseguraban con gran inquisición haberles visto deambular muy por la mañana con triste semblante y sin equipaje; otras opiniones afirmaban el postulado de una escapada bien elaborada y minuciosamente cuidada, acusándoles de un sinfín de planeados prospectos y atribuyéndoles también un millar de conceptos.
Entre los títulos mas prejuiciosos y demandantes se encontraba "Los misteriosos judíos conspiradores" y en su extremo mas empático: "Los pobre Van Loots y sus infortunios para huir del enemigo".

No sabia en que fiarme, la situación era de por si bastante alarmante, y estaba abierta a las distintas opiniones del publico, lo que llevaba a varias versiones a las cuales analizar y posiblemente creer, pero nadie lo sabia con certeza, nadie podia dar con la exacta situación por la cual estaba pasando esa pobre familia... solo Dios sabia que había sido de ellos y a él suplicaba porque todo le saliera bien a esa pobre gente en desconsuelo.

Aunque los móviles que llevaron a ello no fueron los más convenientes, se había dejado de hablar de mi. Las miradas que me dedicaban dejaron de ser expectantes y pronto volví a mostrarme en las calles, irguiendo en lo alto mi cabeza y vanagloriándome en un desmedido orgullo... estaba decidida a no dejar que los chismorreos, miradas y suposiciones afectarán a mi impetuosa dignidad.

El orgullo en manifiesto intimidaba mas que cualquier otra cosa, y utilizando un ejemplo como base para comprobar dicho comportamiento me atrevía a hacer referencia a los nazis: ellos eran consientes y se percataban de que los habitantes de Ámsterdam consideraban malas sus acciones y los ideales de su régimen, pero se mostraban tan orgullosos, fidedignos y dispuestos a todo por defender su causa, que la gente no tenía mas opción que aceptar y sufrir en silencio dichas cuestiones.

Al límite de lo prohibido (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora