Capítulo catorce, parte tres

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⚠️⚠️⚠️ Advertencia... La autora ha fangirleado mucho con éste capítulo. Leer bajo su propia responsabilidad⚠️⚠️⚠️

Tenía ocasiones en las que me sentía un pequeño frasco de emociones comprimidas

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Tenía ocasiones en las que me sentía un pequeño frasco de emociones comprimidas. Cada sentimiento se guardaba en mis adentros, donde el espacio iba haciéndose más y más reducido, hasta que llegaba un punto inexorable en donde todo salía disparado, tan caótico que el curso natural de los hechos se rompía irreversiblemente.
Todo dependía de variables que yo no podía controlar, situaciones que excedían mi alcance y lo descontrolaban todo. Mis emociones podían estar encapsuladas incluso durante un sinfín de días si todo permanecía neutro, sin embargo e increíblemente, detalles tan mínimos como una fugaz mirada podían prestarse como detonante para poner mi mundo de cabeza, rompiendo la quietud e invocando al frenesí. Entonces todo fluía con desenfreno, me perdía en un universo alterno y las decisiones que tomaba allí tenían un efecto directo sobre la realidad a la que verdaderamente pertenecía.

Así fue como sucedió en aquellas horas próximas, cuando mis pensamientos me llevaron a un punto irrefrenable en donde las revelaciones fluyeron libremente.
Se sintió como un viaje en escala hacia la cumbre de todos mis enigmas, y me aferré a esas respuestas que habían surgido de mi propio enredo. Pensé en que tal vez no estábamos en los tiempos mas indicados para vanagloriar a la valentía como un emblema, pero también contemplé como posible la idea de ver pasar el tiempo y encontrar en su transcurso al fantasma del arrepentimiento acechándome de cerca. Si eso sucedía no quedaría mas que un «lo siento» que debería remitir y aceptar. Y me ahogaba la angustia de imaginarme acorralada por la única posibilidad de pedirme perdón a mi misma, si optaba por recorrer el camino de la cobardía. Así que tomé una decisión.

Quizás me precipitaba.

Quizás de nuevo alteraba mi realidad con fundamentos arrebatados y fugaces.

Quizás no era una decisión resplandeciente y perfecta.

No era de esas revelaciones romantizadas que se narraban en las novelas, sino que todo lo que surgiría de aquel arrebato de valentía tendría sus consecuencias. Lo sabía.
Probablemente terminaría transitando por senderos desconocidos, de fachada ensombrecida y nebulosa. Pero, aun así, nunca me sentí tan libre como en esos instantes en los que corrí con una pasión impetuosa por medio de mi propio caos, sin un plan, pero con un propósito que llenaba a mi pecho de un nuevo y dulce anhelo.

Si el fin justificaba los medios, entonces yo tenía una indulgencia concedida.
Había aprendido del dolor y no quería replicar viejos errores, aunque ello me llevase a la comisión de nuevos.

No podía describirlo, pero me sentía instigada a hacer lo que normalmente nunca hubiese hecho. Estaba enfrentándome al desvanecimiento de la pusilanimidad, desarraigándome de mis temores, y permitiéndome vivir instantes sin importar las reglas que pudiese quebrantar en el proceso.

Mi rumbo continuó a través de las calles de Ámsterdam. Era casi media mañana y tenía que esquivar a las personas para evitar empujarlas. De tanto en tanto recibía los reclamos acusadores de algunos transeúntes que consideraban un atropello al que estuviese corriendo como una loca por las aceras del vecindario…, pero no me detuve, y un semblante de obstinación continuó dando carácter a mi rostro, al tiempo que el corazón me latía frenético.

Al límite de lo prohibido (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora