Capitulo tres, parte dos

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Tome el camino habitual para llegar a casa, pero nada asemejaba a lo que mi juicio solía concebir como «habitual»

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Tome el camino habitual para llegar a casa, pero nada asemejaba a lo que mi juicio solía concebir como «habitual». Mientras emprendía mi rumbo, caminando a paso firme por la acera, no pude ejercer ningún dominio sobre mi y sin poder evitarlo sometí a un escrutinio radical y critico a toda la sociedad que me rodeaba… hallándome prontamente abismada por la perversidad y la ausencia de decoro en la que todo radicaba, como una imborrable mancha, presente en cada sector donde posaba mi mirada critica. Fue ese el momento en donde cada palabra que habia suscitado Margaret, —y cuyo poder habia logrado investir a mi corazón de prepotente furia— se materializaban en cada una de las conductas indignas que observaba en el actuar de mis compatriotas.

El transcurrir de un día caluroso dotaba a la ciudad con el esplendor de unos majestuoso rayos de sol, que iluminaban con natural encanto a cada rincón de nuestra adorada patria, realzando los vivaces colores que la hacían tan hermosa. En otros tiempos hubiera dejado que mis ojos se deleitaran con la dicha de tal grandeza, pero ahora me sentía ajena a ese privilegio porque la vergüenza me habia avasallado al presenciar la falta de lealtad de aquellas jóvenes mujeres que admiraban con gran vehemencia a los soldados alemanes. No podia perdonar el agravio que constituía un fallo de desmesurada magnitud a la tierra en la que habíamos crecido y a la cual habíamos amado, y aunque en mi no radicaba ninguna culpa, me sentía inevitablemente indigna al placer de posar la mirada en la bella gracia de la patria a la que tan gravemente ultrajamos, mancillando su orgullo y manchando la historia nacional.

Una nueva gloria se habia proclamado para los soldados alemanes, que con gran devastación mutilaban la santidad de nuestra tierra, intentando reflejar en la inmoralidad de ciertas conductas, que ellos tenían en su poder los medios para vulnerar y quebrantar el orgullo y los sentimientos patrios; y pereciendo bajo su dominio, habia que contemplar con paciente tolerancia, verlos paseándose sin camisa y jactándose de lucir fornidos físicos, mientras galantemente cortejaban indecorosamente a cuanta mujer se les posara en frente.
La forma en la que se divertían y gozaban de todo el poderío que habían ganado era insultante, y al haber encontrado un punto débil en el comportamiento poco indiferente de mis compatriotas, empezaron a usar como arma en su favor  los coqueteos ruines que tanto encantaban a las jovencitas, y disfrazando bajo una atmosfera de paz el verdadero veneno que se ocultaba en sus acciones, procedieron a demostrar lo mucho que nos doblegábamos ante el poderío nazi. Ademas de haber tomado a las mujeres como trofeo de guerra, también se burlaban de los valerosos hombres que pese a las desfavorables condiciones fueron a luchar por el bienestar y la libertad del país... mis ojos habían sido despejados del gran manto de niebla que me impedía ver, y ahora debía afrontar la realidad de saber que mientras los hombres de nuestra patria estaban quien sabe donde, sufriendo o muertos por una causa sin fin, los alemanes eran tratados como nobles duques.

Si en algún futuro la libertad volvía a morar para nosotros, triste era admitir que el país no perdonaría, y aunque sanara, permanecería en vigencia una marcada cicatriz, representando por siempre el recuerdo de un momento en donde la promiscuidad marco el rumbo de la historia nacional. El corazón de los buenos patriotas no perdonaría, ni tampoco las almas de aquellos jóvenes que valerosamente habían entregado su sangre en sacrificio… la misma historia no soportaría el peso de tan ruines acontecimientos, eran muchos los errores cometidos y mucha la sangre derramada en defensa de un honor que había sido tan prontamente burlado.

Al límite de lo prohibido (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora