Capítulo doce, parte dos

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Era tarde cuando los inusitados gritos de Lisa me despertaron de un sobresalto; asustada mire a la abuela, ella aun dormía y sus latidos, aunque lentos, seguían ahí

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Era tarde cuando los inusitados gritos de Lisa me despertaron de un sobresalto; asustada mire a la abuela, ella aun dormía y sus latidos, aunque lentos, seguían ahí.
Separe con cuidado nuestras manos, me puse de pie y la observé, admirando su cara relajada y sin expresión alguna. Enternecida por su aspecto apacible me acerque y bese su frente.

-¡Emma! -inquirió la voz de Lisa nuevamente y acudí rápido a su encuentro.

-Disculpa la tardanza, estaba dormida -dije una vez que estuve en el salón.

-¿Cómo esta Juliá?

-Esta dormida, su corazón sigue latiendo. Creo y tengo fe en que va a mejorar. -La mire de pies a cabeza, vestía elegantemente un vestido color manteca estampado con pequeñas flores carmesí, medias de seda, finos zapatos de tacón negros, y el cabello recogido sobriamente y decorado con un tocado en contraste con las flores del vestido-. ¿Vas a salir? -pregunte con intriga arremedando en su vestimenta ostentosa.

-Iré a Misa, a orar por la salud de tu abuela, así tenga una pronta recuperación.

-Me gustaría poder ir, pero no puedo dejarla sola.

-Aunque no acudas tu fe estará presente y Dios escuchara los deseos de tu corazón.

-¡Que así sea! -exclamé, cuando el sonido proveniente de las escaleras nos alerto y obtuvo por completo nuestra atención. Las fuertes pisadas de Kurt resonaban con firmeza en los peldaños que lo conducían a nosotras.

Cuando hizo presencia su rostro mostró gran asombro al vernos mirarlo expectantes en el centro de la sala de estar. Su aspecto era distinto al de siempre, principalmente porque no vestía su habitual uniforme de soldado que le aportaba un aire intimidatorio y tenaz, sino que esta vez estaba envuelto en ropas sofisticadas que le impartían gracia y elegancia. De esa manera parecía un simple civil y no el soldado invasor que realmente era.

Yo sentí un vuelco al corazón. Fue la primera vez en que pude verlo luego de aquella noche en la que casi me había perdido completamente en él, y el sentimiento se volvió sencillamente avasallante. Intenso.
Me preguntaba si él podía sentir lo mismo..., sabía que las probabilidades eran casi nulas, pero no podía evitar pensar en que tal vez él también sentía esa extraña fuerza que nos tomaba y nos recluía en una especie de tensión, esa que no transmitía una sensación de incomodidad sino que era nuestra, algo propio que los dos habíamos creado para nosotros.

Quizás era solo que me gustaba fantasear idealizando algo "nuestro". Algo que excediera el entendimiento de todos. Últimamente me había vuelto una adicta a los escenarios irreales que me imaginaba para poder pasar el rato. Probablemente eran los efectos colaterales de combinar dos factores que terminaban convirtiéndose en una gran amenaza para mí: «tiempo» y «silencio».

Porque justo en aquel instante de mi vida lo único que hacia era permanecer estática a través de las horas y de los minutos, escuchando las voces de mis pensamientos, y atormentándome con los "y si...". Para ser honesta, no había tormento más dulce que pensar en lo que podría haber sido y nunca sería, en desmenuzar fragmento a fragmento cada uno de aquellos "si hubiese..." e imaginarnos desorbitados en una realidad paralela, una en la que simplemente pudiésemos permitirnos ser.

Al límite de lo prohibido (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora