Era una mañana fría, las gotas de lluvia chocaban contra los cristales que cubrían cada una de las ventanas de la sala de estar, mamá había dejado una taza de chocolate caliente sobre el escritorio, en cambio yo no podía detenerme a disfrutar de su encantador sabor. Solo podía deleitarme de su esplendorosa fragancia mientras buscaba en todos los sitios webs donde solicitasen una empleada con mi perfil.
Me había levantado muy temprano éstos últimos días, los cuales aproveché para preparar perfectamente mi currículum como Licenciada en Administración me aseguré de buscar todos mis certificaciones para que quedara perfecto. Todas las mañanas me sentaba en mi computadora buscando los mejores lugares donde pudieran contratarme, pero después de pasarme todos esos días buscando solo pude agendar tres entrevistas de trabajos, las cuales comenzaría a visitar a partir del lunes de la siguiente semana.
Durante el fin de semana intenté comunicarme con Daniela para contarle todos los cambios que había realizado en mi vida y por su puesto, para que viniera a visitarme hasta mi nuevo apartamento.
Lamentablemente no pude hablar con ella más que unos pocos minutos debido a que se encontraba muy ocupada en su trabajo y el fin de semana lo pasaría por Europa con Aníbal.
Me sentí tan bien por la felicidad de mi amiga que me pareció muy egoísta de mi parte el arruinarle sus vacaciones contándole lo mal que yo estaba. Además de que, cuando hablé con ella parecía desconocer lo sucedido con Jeimy y en seguida supe que quizás, Aníbal fue lo suficientemente discreto para esperar a que yo misma le contase de la amarga y vergonzosa escena.
También había hablado con Carlos, quien no paró de insistir todo el fin de semana para que saliera a pasear con él, pero no fui capaz de aceptar su invitación, aún estaba muy reciente el romance con mi bombón y definitivamente no podía darme el lujo de dejar que se hiciera ilusiones conmigo y mucho menos después de lo lindo que había sido conmigo. Después de insistir una millonada de ocasiones, no me fue posible negarme a salir con él, pero la pautamos para el próximo fin de semana con la excusa de que aún no terminaba de instalarme en la nueva casa y que aún estaba muy ocupada en la búsqueda de empleo.
El lunes había llegado muy rápido y sin darme cuenta estaba vestida frente al espejo con un traje gris muy formal, hice un rodete con mi pelo y me coloqué unos zapatos negros que me hacían ver muy elegante.
Me había vestido hacía ya un buen rato, pero aun no me atrevía a salir de casa. Estaba muy nerviosa porque me había pasado toda la noche soñando con Jeimy y no descanse lo suficiente, tenía miedo de salir y arruinar mi entrevista por estar pensando en ese monstruo que me había mentido tan descaradamente . Así que sacudí mi cuerpo y después de soltar un enorme suspiro para llenarme de valor, busqué la carpeta con mis documentos, la metí dentro de mi bolso, caminé hasta la salida y tomé un taxi hasta la Industria de Químicos Mallen.
El conductor del taxi me dejó frente a un enorme terreno delimitado por múltiples verjas, el cual, en el centro tenía unas puertas corredizas que permitían el paso a los vehículos que iban a ingresar al lugar. A un lado de éstas se encontraba un guardia de seguridad, quien portaba una escopeta y justo a su lado un señor aún más adulto quien me dio la bienvenida de manera muy cordial mientras me abría el paso por la puerta más pequeña.
Entré a la empresa por una puerta de cristal que se abrió automáticamente cuando me acerqué a ella. A un lado había una joven vestida muy formal, sentada detrás de un escritorio. Me acerqué a la joven un poco nerviosa, pero aún así me atreví a cuestionar.
– ¡Buenos días! Vengo a una entrevista de trabajo ¿Podrías decirme a dónde debo dirigirme? – pregunté casi tartamudeado, sin dejar bajar la mirada.
– ¡Buenos días! Debe subir al segundo piso, las escaleras están al fondo – explicó muy cordial dibujando una sonrisa en sus labios.
Subí hasta el segundo piso, no sin antes agradecer a la amable joven dama. En el lugar habían unas cuantas personas que también esperaban para ser entrevistadas para el mismo puesto. Después de un rato llegaron varias personas más, hasta que la sala de espera quedó completamente llena.
Frente a los asientos había una puerta de cristal que no permitía la visibilidad al otro lado y a centímetros de ella, se encontraba una mujer pelirroja sentada detrás de un escritorio, quién después de treinta minutos de espera se levantó para dirigirse a nosotros.
– ¡Buenos días a todos! Soy Julieta Pineda y les voy a estar llamando por sus nombres para que pasen a la oficina del Sr. Wilson. Así que tengan sus documentos a mano y estén preparados, gracias – concluyó y luego volvió a ubicarse detrás del escritorio.
Las entrevistas aparentaban ser muy cortas, ya que los solicitantes no tardaban más de quince minutos dentro de la oficina. No tardé mucho tiempo en aquella empresa; ya que, para mi buena suerte fui de las primeras entrevistadas.
Al instante de adentrarme en la oficina, un hombre muy mayor de tez clara, mirada penetrante y sin evidencias de pelo me recibió sin pestañar.
– ¡Buenos días! – saludé cerrando la puerta – Licenciada Larimar Olson – me acerqué para estrechar mi mano.
– ¡Buenos días! Tomás Wilson – estrechó mi mano – Tome asiento por favor.
Estuvo allí durante unos minutos leyendo mi perfil, mientras me hacía una que otras preguntas, que hasta el momento fueron muy fácil de responder para mí.
– ¿Podría hablarme un poco más acerca de usted? – Cuestionó muy cordial, sin dejar de lado mi hoja de vida.
– Soy graduada con honores de la carrera Licenciatura en Administración de Empresas en la Universidad Central del Nordeste… – procedí a responder inmediatamente por un buen rato.
Después de haber respondido a todas sus interrogantes, el Sr. Wilson se dirigió a mí un tanto sincerado.
– Todo está muy bien, me encanta tu perfil – cruzó la cejas – Solo que no veo donde está la certificación de tu maestría o algún postgrado que hayas realizado – explicó un tanto preocupado.
– Es que no tengo estudios postgrado realizados hasta el momento ¿Hay algún inconveniente con eso? – dije sonriente puesto que no quería denotar la preocupación que me agobiaba.
– En realidad sí, puesto que estamos necesitando a alguien que tenga por lo menos un postgrado realizado, pero como su perfil me ha gustado bastante le confirmo que puedo ofrecerle el puesto de Asistente Administrativo – respiró profundo – La paga no es igual de jugosa, pero todavía es muy buena – recitó con entusiasmo al mirar mi rostro de decepción.
– Aprecio su oferta, pero en realidad me gustaría obtener el puesto de Administrador, estoy calificada, aprendo muy rápido y además hice una pasantía en las Empresas Miller – expliqué muy segura sin dejar de mirarlo a los ojos.
– Lamento no poder ofrecerle más, pero en caso de que quiera cambiar de opinión – me entregó unos documentos – Aquí está el número de mi secretaria, las evaluaciones para elegir el mejor candidato para el puesto, serán este viernes. Si decide venir, debe hacerse todas estas analíticas y traerlas el día de la evaluación – explicó detalladamente el Sr. Wilson, esperando hacerme cambiar de opinión.
– Muchas gracias – me puse de pies – Lo tomaré en cuenta – nos despedimos cordialmente – Que pase feliz resto del día – concluí cruzando el umbral.
…
Al día siguiente visité una Empresa Textil, plenamente dedicada a suplir a empresas hoteleras. Mi rutina fue muy parecida a la del día anterior, pero la diferencia se hizo notar cuando vi a mi entrevistador. Era un hombre joven, de unos treinta años, tez oscura con barba abundante y bastante delgado. Pero lo que más llamó mi atención fue la arrogancia con la que se dirigía hacia mí.
Entré a su oficina y cuando quise hacer el intento por saludar, el muy mal educado interrumpió las palabras que aún no salían de mi boca, al mismo tiempo que mi mano se quedaba tendida al aire.
– No necesito que me de su nombre – levantó una ceja – Es obvio que tengo su información en este documento que me envió por correo electrónico – me miró de reojos – Sólo siéntese – arremató muy directo.
¿Cómo podía ser tan idiota? ¿Acaso lo dejaron caer de chiquito? Quise gritarle un millón de insultos, pero luego recordé que necesitaba el empleo. Así que sólo respiré profundo e hice lo que me pedía el hombre sin nombre.
– ¿Es usted Licenciada en Administración hace dos años y no tiene una maestría? – ¿acaso eso fue una pregunta? Porque realmente se sintió como un regaño del sin nombre.
– Es que no lo creí necesario en el momento, puesto que después de haber realizado todo un año de pasantía en una de las Empresas Miller, pensé que todo ese tiempo de experiencia me había hecho lo suficientemente competente – dije algo nerviosa después del comentario del arrogante que se encontraba frente a mí.
– Déjeme decirle… señorita… Los estudios nunca son suficientes, siempre hay que pensar en aumentar las competencias – argumentó algo muy cierto, al parecer por lo menos tenía conocimientos.
– Usted tiene toda la razón en eso, señor – asentí sin decir una sola palabra más.
– Pues eso es todo, señorita Olson – me miró a los ojos por primera vez – Me temo que tendré que pedirle que se retire, por favor – dijo queriendo sacar una sonrisa que salió como una mueca.
– Para mi será un placer largarme – me levanté de mi lugar – De nada sirven los estudios si no vas a tener modales – añadí cuando estuve a punto de cerrar la puerta.
– Para que lo sepa no necesito modales, necesito una Administradora con una maestría – mofó el moreno, mientras se burlaba de mí.
– Algún día alguien más grande que usted le hará tragar sus palabras, espero que no sea en público, porque ahí es donde duele más – arrematé para luego cerrar la puerta de un tirón.
Y así pasó mi segundo día…
Ya era miércoles, el día de mi última entrevista y no había tenido suerte con ningunas, si no me la lucia esta vez, me quedaría sin un empleo. Es por esto que miré mi reflejo en el espejo del baño, me dije varias frases motivadoras para mí misma y luego volví al ascensor muy decidida.
Cuando llegué a la sala de reclutamiento , quedé totalmente confundida, puesto que la Torre de Cristal, hasta donde yo tenía entendido, era un fabricante y distribuidor mayoritario de toda clase de artículos de cristal, en cambio; al mirar alrededor sólo habían empleadas mujeres, quienes vestían vestidos muy ajustados, cortos y demasiados escotados. Incluso las demás mujeres que iban a ser entrevistadas, también venían vestidas tan vulgar que sentí que en lugar de ir a una entrevista de trabajo, estaba yendo a un casting para un video de pornografía.
Me sentí tan fuera de lugar cuando todas me miraban como si fuera una monja, cuando en verdad yo si estaba vestida para la ocasión y ellas eran quienes parecían prostitutas de media noche.
Dejé de lado las mirada de aquellas detestables mujeres y me acerqué al escritorio que se encontraba a un lado del salón. Allí había una mujer de pelo rizo y negro, labios muy rojos y con un vestido igual de vulgar. Pero tenía que acercarme a preguntar.
– Buenos días, señorita. Vengo por la entrevista – me introduje con cordialidad y refinamiento con la morena detrás del escritorio.
– ¡Ay, No sabes como lo siento! – se lamentó negando – Solo se entrevistan a diez por día y ya hoy estamos completos. Me temo que tendrás que venir mañana – solucionó la morena, mientras movía su cuello al articular cada palabra.
– ¿Y no puedes hacer algo por mi? Es que – tragué en seco – Mi madre está enferma y hago mucho esfuerzo para dejarla con alguien ¿No podrías ayudarme, por favor? – supliqué cabizbaja, intentando dramatizar un poco más las cosas.
– ¿Qué te digo? – torció el labio, un tanto pensativa – Si es tan importante… podrías esperar a que el Señor Ruiz termine las entrevistas y está de el que quiera recibirte – solucionó haciendo un mohín con los labios, mientras me escaneaba con desapruebo.
– Esperaré por él, gracias señorita – dije alejándome de la morena.
Me acomodé en unos de los pequeños asientos, sintiendo que las horas viajaban muy despacio. Cada veinte minutos aproximadamente entraba una de las mujeres a la oficina, así que no fue hasta medio día que culminó la entrevista a la última de las exhibicionistas.
Me puse de pies cuando vi salir a la última de ellas. Unos segundos más atrás salió también el Señor entrevistador, quien aparentaba ser bastante adulto, como de unos cincuenta y tantos, cano y con bastante arrugas en las zonas más vulnerables de su rostro.
– Disculpe Licenciado – intercepté su camino, al mismo tiempo que le estrechaba mi mano – Soy Larimar Olson. Vine por la entrevista, y… me gustaría saber si sería tan amable de recibirme – solicité entrando en la desesperación de perder esta última oportunidad.
– Lo siento señorita Olson, pero ya entrevisté a las diez que tenía previstas para el día de hoy – negó con el rostro para luego continuar su camino.
– Por favor, señor… No… no se tardará más de diez minutos, se lo aseguro – insistí nerviosa, interponiéndome en su camino.
– Bueno, tomando en cuenta tu insistencia y el esfuerzo que hiciste esperando tantas horas – me escaneó con la mirada – Tal vez podría hacer una excepción contigo – cambio de opinión con una sonrisa extraña en el rostro.
Pero yo no fui capaz de darme cuenta de sus intenciones tan rápidamente, puesto que me sentí feliz de escuchar de sus labios, lo que tanto anhelaba.
– ¡Gracias, Señor! Ya vera que no va a arrepentirse – agradecí una infinidad de veces, adentrándonos a su oficina.
– Puedes llamarme Julián – musitó acomodándose detrás de su escritorio, yo asentí.
No tardó ni tres minutos leyendo mi currículum, cuando me devolvió mis documentos y raudamente me lanzó sus directas palabras sin siquiera titubear un poco.
– Lamentablemente ese puesto que solicitas, ya ha sido asignado a otra candidata – se puso de pies – Pero tomando en cuenta tu hermosura, podría hacer una excepción contigo – se reclinó al escritorio, ahora frente a mí – Solo debes… ¡Ya sabes! ¡Eres una mujer inteligente! – se insinuó mirando de reojos a su entrepierna.
– ¿Está usted loco, o por alguna razón piensa que soy una prostituta? – cuestioné poniéndome a su altura.
– ¿Acaso no te interesa el puesto de administradora? – dijo Julián levantando una ceja y en un tono de voz muy pícaro.
– Por su puesto que no a ese precio – fulminé camino a la salida.
– Pues si cambias de opinión, te estaré esperando por aquí, preciosura – alzó la voz, para asegurarse de que le escuchara.
Salí de aquél edificio con mis niveles de ira llegando a su punto máximo. No entendía cómo podían existir personas tan desmoralizadas en éste mundo, pero lo que más me dolía era el saber que esa fue la última entrevista que tenía pautada y que todas mis esperanzas de obtener el puesto se habían esfumado después de haber esperado tanto por el.
Llegué a casa sintiéndome frustrada, mi cabeza quería explotar de tanto pensar en buscar una solución a los problemas que me agobiaban. Inmediatamente Mariana me vio, supo que algo no andaba bien, así que después de acomodarnos en el sofá, conversamos sobre todo lo sucedido en mi largo día.
Después de tan amena conversación llegamos a la conclusión de que debía optar por el primer empleo que me habían ofrecido en la Industria de Químicos Mallen. Esa noche me acosté muy temprano, puesto que recordé que si quería concursar por el puesto, debía llevar una serie de analíticas médicas y sólo me quedaba un día para realizarme las pruebas.
…
Descansaba yo bajo la calidez de mis cobijas cuando el obstinado sonido de la puerta acaparó toda mi atención.
– ¡Toc! ¡Toc! ¡Toc! – alguien tocaba persistente a la puerta.
– ¡Mamá! ¿Eres tú? – exclamé con asombro, sentándome a la orilla de la cama.
Me levanté de un salto y me acerqué a la entrada sin dejar de observar los movimientos bruscos que alzaba la puerta con cada toque que recibía.
– ¿Mamá? – volví a preguntar en un susurro aún más extrañada cuando estaba a sólo centímetros del cerrojo.
¡No podía ser ella!, no entendía lo que estaba sucediendo ¿Y si estaba pasando algo realmente malo? Pues debía serlo para lograr que Mariana tocase la puerta con tanto ímpetu.
Dejé caer mi palma sobre la helada cerradura y no la solté sinó después de girarla despacio. Estaba algo preocupada por saber qué había despertado a mi madre en esas condiciones, pero en el fondo me sentía asustada, pues algo me decía que no era mamá quien se encontraba del otro lado de la puerta.
Retrocedí unos pasos para dejar que la puerta se abriera por completo y luego de unos segundos quedé totalmente asombrada al apreciar la figura que se encontraba justo en frente de mí.
Sus ojos no podían apreciarse por la sombra que dejaba su sombrero, su respiración estaba acelerada, lo sabía por el sube y baja de su pecho.
– ¡Jeimy! ¿Qué… qué estás haciendo aquí? – pronuncié tartamudeando, por su repentina presencia.
Empujó con fuerza la puerta hasta dejarla completamente abierta, su corpulenta silueta hizo presencia en el interior de mi cuarto y sin subir el rostro lo escuché susurrar cabizbajo.
– Perdóname, preciosa – dijo en un hilo de voz casi inaudible para mis oídos.
– ¿Estás bromeando? – pregunté asombrada, sin asimilar sus palabras.
¿Qué demonios estaba pasando? No podía creer que Jeimy estaba aquí en mi apartamento y que justo ahora estaba pidiéndome perdón. Lo vi alzar la mirada y sin dejar avanzar los segundos, se lanzó sobre mi cuerpo hasta aprisionar completamente mi cintura entre sus brazos.
– ¡Vuelve conmigo, Larimar! ¡Te necesito! ¡Te extraño! ¡Por favor perdóname por todo lo que te dije! – suplicó con sus ojos miel derretidos en los míos.
– Perdóname tú a mí también – subí mis manos hasta su cuello – Todas esas cosas, las dije en un arranque de ira – confesé perdida en el caliente que emanaba de su cuerpo.
– ¡Déjame demostrarte que te quiero! – comenzó a besar mis labios – ¡Déjame hacerte mía!
Posteriormente articuladas aquellas palabras, me dejé llevar por el ritmo de sus labios, introduje mis dedos en la suavidad de su melena, despojando así al sombrero que hacía sólo unos segundos ocupaba ese mismo espacio.
Mi cuerpo se perdía en el suyo al ritmo que nuestros labios bailaban una deliciosa danza que me hacía erizar la piel con cada segundo que pasaba. Sentí que todo giraba a nuestro alrededor, su tacto me hacía enloquecer, más enardecí cuando sus dedos se inmiscuyeron debajo de la ropa de dormir que llevaba puesta hasta sacarla completamente de mi cuerpo.
Mis manos se intranquilizaron al sentir sus manos tibias sobre mi denudo cuerpo, así que no perdieron el tiempo y comenzaron a retirar el exceso de ropa que mi bombón portaba sobre sus hombros.
Quería tocarlo, necesitaba verlo, anhelaba volver a percibir la excitante sensación de sentir mis dedos sobre su trabajada figura. Es por ello que no tardé dos segundos en terminar de sacar toda su ropa hasta quedar ambos en ropa interior.
Jeimy me levantó entre sus brazos y con sutileza me dejó descansar sobre el colchón, luego se quedó observando mi cuerpo por unos segundos y después de deleitarse con tan espléndida vista arribó mi cuerpo dejando húmedos y suculentos besos en las zonas más sensibles de mi cuello.
Estuvimos envueltos en el preámbulo del amor hasta quedar ambos completamente desnudos. Sentí su erección rozar lo más superficial de mi intimidad y con mi cuerpo envuelto en temblores, un sobresalto me obligó a abrir súbitamente los ojos. Estuve girando mi rostro alrededor del dormitorio y sentada sobre la cama, reparé en la usencia de mi amado en el lugar.
No tuve tiempo de analizar a la perfección lo que estaba sucediendo, cuando ya mis ojos estaban húmedos y dos gotas de dolor descendieron rápidamente por mis mejillas. ¿Por qué me pasaba esto? ¿Por qué lo amaba tanto? ¿Cómo era posible que no podía aguantar las ganas de ir a buscarlo? Lo necesitaba, quería ir por él. Mi cuerpo pedía a gritos su perdón, para volver a disfrutar sus besos y cada noche de fantasía que habíamos vivido juntos.
Mi corazón no se detenía, más latía con dolor e impotencia de saber que nunca más lo volvería a tener en mi cama otra vez.

ESTÁS LEYENDO
¿Lo hacemos otra vez? (+18)
RomanceLarimar es una jóven en un matrimonio con un hombre millonario, pero disfuncional por lo que le gusta alguien más y así que decide divorciarse pero no vuelve a ver aquel hombre que le gustó hasta un tiempo después, así que ahora debe volver a enamo...