Capítulo X. Tentación

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La calle estaba oscura y desierta, no podía ver nada por la poca luz que allí había. Mire mis manos, las cuales estaban  temblorosas por mis nervios. Quería convencerme de que no era cierto, que no había nadie allá afuera y de que solo era una tonta broma para hacerme reír. Camine lentamente hasta el espejo, mire mis ojos, estaban  hinchados de tanto llorar, mis mejillas y mi nariz permanecían enrojecidas y mi pelo alborotado, además mi ropa era muy poco adecuada, es por eso que no quería bajar, pero al final sabía que debía que hacerlo.

Decidí bajar las escaleras con mis pies descalzos para evitar realizar ruido alguno, estuve mirando la pantalla de mi teléfono móvil esperando a que sonase en cambio solo veía aquel reloj cuyos números marcaban las 2:28 am. Caminé a dubitativos pasos hacia la cocina, busqué dentro de las alacenas hasta encontrar la llave de la puerta trasera. Me acerque sigilosamente hacia la puerta sujetando las llaves entre mis temblorosos dedos.

Era mi tercer intento y la puerta no se abría,  tome la cuarta llave entre mis dedos y pidiéndole  a Dios que esta fuera la correcta la gire despacio dentro de la cerradura y esta se abrió al instante. Abrí la puerta agradecida con Dios y volví a cerrarla despacio con cuidado de no hacer ningún ruido.
Di un paso al exterior y  un escalofrío recorrió todo mi cuerpo  al entrar en contacto con el húmedo césped. El aire frio congelaba mis pulmones dificultándome así la respiración. Mi piel se erizó por completo al entrar en contacto con una escalofriante brisa en medio de la oscuridad total. Continúe caminado despacio me acurrucaba el torso con mis brazos, hasta que llegue a la verja principal que rodeaba todo el perímetro del jardín.

Asome mi vista hacia la abominable obscuridad en la que se encontraba aquella solitaria calle, con la esperanza de no encontrar a nadie allí. Miré alrededor para encontrarme con aquel fantasma en medio de la noche que descansaba sobre su Range Rover negra. La respiración se me detuvo por un segundo, mi corazón latía a todo galope y mis nervios estaban en su punto máximo de expresión. En cambio, ahí estaba, inmóvil, era él   una sombra oscura con su galante sombrero, tenía una camisa blanca a medio abotonar y unos shorts negros al igual que el sombrero.

Me acercaba despacio  hacia la pequeña puerta peatonal, en cambio el seguía allí, sin hacer movimiento alguno. Bajé la vista para hacerme espacio entre los pequeños arbustos, mientras escondía las llaves detrás de mi espalda. Cuando volví a enfocar la vista hacia el camino pude observar cómo se acercaba a pasos lentos hacia donde yo estaba. No podía ver su rostro, la oscuridad era mayor, solo por su silueta pude distinguir quien allí estaba.

– ¡Hola preciosa! –  exclamó.

– ¿Qué estás haciendo aquí? – pregunte en un hilo de voz, por el temor que me inundaba.

– Vine a verte  ¡Abre la puerta! – dijo sin más.

– No, no puedes estar aquí, Nicolás está arriba y… – me interrumpió.

– ¿La abres tu o cruzo la verja? – preguntó serio mirándome fijamente a los ojos.

Sus palabras fueron paralizantes, sabía que no estaba mintiendo y que  haría cualquier cosa para obtener lo que quería. Deslice mi brazo con la llave entre mis manos, y tomándola entre mis temblorosos dedos, la introduje con cuidado dentro de la cerrojo. Conocía muy bien la cerradura de esa puerta por lo que no me tomó mucho tiempo en elegir la llave correcta. Inmediatamente el cerrojo cedió, la puerta se abrió por inercia dejando escapar un pequeño chillido proveniente de las pequeñas bisagras, yo la sostuve sin parpadear, evitando así que aquel molesto chillido se disipase por el lugar. 

– ¿No encontraste algo más apropiado para vestirte? – pregunto con una sonrisa pícara mientras me escaneaba de manera ascendente con sus ojos.

¿Lo hacemos otra vez? (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora