Capítulo XX. Directo a Hawái

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Sumergida dentro de una utopía profunda, residía mi mente volando envuelta en nubes blancas, que como torbellino de verano me sacudían de un lado a otro. Quería permanecer allí, mi cuerpo perpetuaba sosteniendo una inmensa fatiga postcoital, en cambio la presente tempestad quería obligarme a correr desenfrenadamente, a huir como si se tratase de un requisito el refugiarme dentro de la calmada realidad.

Batallé, pero mis esfuerzos no fueron vastos, pues súbitamente un agujero negro apareció detrás de mí, y con sus grandes y largos miembros me arrastraba desde la comodidad del nubarrón, hasta atraerme por completo a una violenta subjetividad.

Mis párpados permanecían aún pegados, en cambio mi cuerpo buscaba la forma más viable de liberarse de la fuerza que lo aprisionaba. Y con movimientos sutiles tanto cuello, brazos, piernas y ahora mis ojos, trataban de hallar la fuente de aquel maravilloso placer que me hacía erizar por completo la piel.

Un gemido coaccionó la apertura abrupta de mis ojos, que acompañado con una intensa contracción muscular, provocó doblegar mi espalda y con mis ojos ahora abiertos pude apreciar el maravilloso escenario que allí se encontraba. ¡Dios mío! Pero ¿Qué clase de hombre es éste?

Sus grandes manos se aferraban a mis piernas con fuerza, su rostro yacía perdido entre el inmenso abismo que ahora se encontraba entre una de mi doblada pierna y la extensión completa de la otra. Sus labios se acoplaban a la perfección con los míos, al mismo tiempo que su lengua recorría mis pliegues a velocidad. No podía entender lo que ocurría, pues estaba sumergida en una exorbitante gama de placer; entre tanto, una serie de gemidos con diferentes tonos e intensidad, salían deliberadamente de lo más profundo de mis entrañas.

Sentí como sin abandonar mis labios, dos de sus dedos se perdían plácidamente dentro de mi humedad; mientras tanto, yo sumergía mis manos entre su hermosa cabellera castaña para aferrarlo cada vez más a mí. Su rostro simulaba estar excesivamente enfocado, que de manera tal denotaba su basta experiencia en lo que ahora hacía, en cambio esto no evitaba que sus maravillosos ojos miel, se lanzaran sobre mí para verme de reojos.

− ¡Oh, Jeimy! ¡Eres maravilloso! ¡Me encantaaaaaa! - gemí con intensidad al mismo tiempo que una de mis manos descansaba sobre la suya, para luego apretarla con fuerza, sintiendo un deleitoso orgasmo recorrer cada centímetro de mi piel.

Luego de verme complacida, cansada y desganada, mi cuerpo se hallaba descansando sobre la comodidad de la almohada. No duró mucho, pues él comenzó a recorrer mi cuerpo con la humedad de su lengua, mientras ascendía delicadamente hasta clavar su boca en mis senos haciéndome gemir de placer. Llevó sus labios a mi rostro para besarme con lujuria, no recuerdo haberle correspondido, pues mi cuerpo aún no me respondía después de la bestial sacudida que había sufrido hacía unos instantes.

Se acercó despacio hasta mi cuello y escalando pausadamente se estacionó en el lóbulo de mi oreja para dejar pequeños y placenteros mordiscos en aquel sensible lugar.

- Haz tu magia preciosa - susurró despacio a mi oído, mientras su erección rozaba mi sexo deliberadamente.

Inmediatamente dichas las palabras anteriores, el panorama cambió y en un abrir y cerrar de ojos su cuerpo ya no estaba encima de mí, ahora era yo quien descansaba sobre su pelvis.

- ¡Vamos preciosa! ¡Conviértete en todo una Diosa! - exclamó con la voz ahogada de excitación.

- Jeimy, he perdido la práctica, quizás no te guste - advertí cabizbaja.

- Dale muñeca, eso jamás se olvida - alentó, al mismo tiempo que colocaba sus manos con fuerza sobre mis caderas.

Tomé su magnifica erección cuidadosamente entre mis manos y al tenerla allí, tan cerca, como no la tenía hacía ya un buen tiempo, me fue muy sencillo reparar en la mayúscula dimensión que poseía. Contaba con un desolado montículo, del cuál brotaba aquel maravilloso miembro de rostro atrevido, incontables y atractivas venas le rodeaban en todo su grosor. Si esta hubiese sido la primera vez, mi mente pensaría que no cabría en mi interior.

¿Lo hacemos otra vez? (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora