Capítulo XXIV. Hawái (final)

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Estaba cerrando él la puerta de cuarto con la punta del pie, pues aun no paraba de besarme y apretar mi cuerpo salvajemente. Así se había mantenido desde que subimos al ascensor  los dos solos, hasta ahora que estábamos en la suite.

Me sentía nerviosa de lo que fuera a suceder, jamás me había tocado con tanta agresividad, es por eso que tomé ventaja en los dos segundos que se separó de mi cuerpo para retirarse la camisa y casi en una carrera, me lancé a la cama en un intento de huida y bajar así con esto, la intensidad con la que me tomaba.

– ¿A dónde vas? – preguntó Jeimy, a la vez que sostenía mis pies hasta atraerme hacia el borde de la cama.

– ¡Ay! – grité por la sorpresa – Sólo me acomodaba – mentí, pues estaba tratando de huir.

– Nadie dijo que subiríamos a la cama – aclaró llevándome hasta su altura.

Yo no dije más, pues sus demandantes manos aprisionaron mis pechos y su lengua se introdujo en mi boca, dejándome sin aliento mientras que mi cuerpo ardía en llamas reclamando lo que sabía, Jeimy estaba apunto de darme.

Pero mis expectativas fueron superadas cuando en un arranque de lujuria, sus grandes manos sujetaron mi vestido con fuerza, hasta quebrarlo por completo.

– ¡Oh por Dios, Jeimy! ¡Estás demente! – exclamé en un gemido, a la vez que mis dedos se sumergían en su cabellera castaña.

– Estoy así por ti, Larimar – suspiró entre dientes – Tú me pones así – pronunció sacando ahora mi sostén.

Mis senos cayeron al aire, pero no tardaron en volver a ser apresados por sus hambrientas manos, al mismo tiempo que su boca descendía por mi abdomen, dejando pequeños mordiscos en su trayecto. Estaba ahora agachado frente a mi cuerpo, yo me mantenía aferrada a su melena cuando el sonido desgarrador de mi ropa interior, propinó la apertura abrupta de mis ojos en su dirección.

Enardecí, estaba inquieta ¡No lo voy a negar! Pues verlo desgarrar mi ropa, provocó que un nudo de excitación se posara sobre mi vientre, sobre mojando mi zona previamente estimulada. Tan solo un gemido pudo salir de mi boca, cuando lo que anhelaba era pedirle a gritos que se metiera dentro de mi cuerpo y me hiciera enloquecer de placer.

Se levantó en un salto colocando sus manos sobre mis hombros hasta dejarme sentada sobre el borde de la cama. Fue entonces cuando comenzó a sacar despacio  la correa de su pantalón. Asomé la vista hasta su rostro, sus ojos estaban en llamas. Era justo como se ponían cuando estaba excitado y yo disfrutaba con admiración aquella encantadora mirada. Mordía levemente su labio inferior y su pecho se inflaba desenfrenadamente por la respiración tan acelerada que tenía.

Pude tardar un siglo apreciando su ruborizada y candente figura, pero en un movimiento nada sutil, una de sus manos bajaron mi rostro hasta dejarlo frente a la erección que ahora tenía en mis narices. Me observaba como si quisiera algo de mí, se balanceaba de un lado a otro demandante de caricias y su tentadora fragancia me llamaba, haciendo que mi rostro se acercara cada vez más a él con cada segundo que pasaba.

Mis manos ascendían despaciosamente por sus piernas, hasta detenerse a cada lado de su inclinada pelvis. Estaba tan cerca de mis labios, que mi respiración y mi aliento chocaban con la redondeada forma de su magistral terminal.

No estaba segura de lo que Jeimy estaba esperando de mi, no decía nada y yo no me atrevía a preguntarle. Más no fue necesario hacerlo, pues en un obsceno arranque, enredó sus manos entre mi cabello hasta dejarme de pie frente a sus labios. 

– Si vas a hacer algo… hazlo de una vez. Solo… no me provoques así – gruñó con la voz ronca por la excitación a la vez que sujetaba mi pelo con fuerza.

¿Lo hacemos otra vez? (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora