Capítulo XIV. ¡Elena!

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Estuvo no más de dos segundos petrificada, llevaba una pequeña y casi transparente pijama de dos piezas, que constaba de una blusa blanca que dejaba a la vista sus pequeños y erectos pezones y un corto pantalón del mismo color que terminaba un tanto mas arriba de sus glúteos permitiendo apreciar el inicio de ellos. Tenia sus ojos en blanco fijos en dirección a mi semidesnudo cuerpo, para luego girarse sobre sus talones a despampanante velocidad.

− ¡Elena! – grité, subiendo mis pantalones sin moverme de donde estaba.

− Disculpe señor, no fue mi inten… − decía desde el pasillo sin voltear a verme.

− ¡Ven acá! –  interrumpí demandante.

− ¿Si? – pregunto nerviosa ahora frente a mí.

− ¿A qué viniste? – pregunte bajando de la encimera.

− Yo… − trago en seco − Solo vine por un poco de agua – dijo con voz tambaleante.

− Tranquila, yo te la sirvo – dije sonriente al mismo tiempo que la tomaba por la cintura para sentarla en una de las banquetas de la barra.

Tome un pequeño vaso de cristal y camine hasta el refrigerador para llenarlo con agua. Camine hacia ella con una media sonrisa en el rostro y luego mordí mi labio inferior. Se lo entregue estrechando la mano y aproveche la situación para acariciar las suyas suavemente. Ella la trago toda sin poner objeción alguna, dejando derramar unas pequeñas gotas que recorrieron todo cuello hasta llegar a sus senos.   

Fije mis ojos en su pelo castaño, era idéntico al largo cabello de Larimar, la mire a los ojos y estaba temblando. Me acerque más a ella para tomar su cadera entre mis manos. Estaba muy excitado así que no dude en comenzar a besar su delicado cuello con lujuria, la escuche gemir de placer, subí mis manos suavemente por dentro de su blusa para acariciar sus pequeños pezones con mis dedos, mientras ella se estremecía tratando de evitar soltar algún gemido.

Me separe de su cuerpo y luego la tome entre mis manos para volver a colocarla sobre sus pies, la gire sobre sus talones ubicándola de espaldas a mí, acaricie su cabello y me acerque a su oído.

− ¿Tienes más de dieciocho, cierto? – susurre en su oído.

− Si… Tengo diecinueve – afirmó entre gemidos.

− Uhm, perfecto. Imagino ¿Esta no sería tu primera vez? – pregunté aún con la duda.

− No. A los diecisiete, lo hice una vez con un chico de mi edad – respondió a dubitativas palabras.

− ¿Quieres continuar, entonces? – pregunté aun devorando su cuello por la espalda.

− Eso me encantaría, señor – asintió.
Gire suevamente su delgado cuerpo hasta quedar frente al mío.

− ¿Tienes condones en tu cuarto? – pregunté deteniéndome a verla.

− Creo… que tengo algunos – respondió titubeante.

− Perfecto, así no tenemos que subir hasta mi aposento ¡Vamos! – exclamé y de inmediato nos pusimos en marcha por el pasillo hasta la pequeña habitación.

Elena iba unos pasos delante de mí, abrió la puerta de su cuarto e inmediatamente entró, la tomé del brazo, pegándola por completo a mi cuerpo, frotando mi erección contra su abdomen. La delgada chica comenzó a gemir al sentir mi dureza pegada a su cuerpo, le quité la pijama lo más rápido que pude, dejándola solo con sus pequeñas bragas.

− Busca el condón – susurré a su oído.

Corrió a velocidad hasta los cajones, volviendo con el pequeño empaque entre sus temblorosas manos. La empujé a la cama, me quité el pantalón para luego lanzarme sobre su vulnerable cuerpo. Tomé sus senos entre mis manos para devorarlos por completo, bajé una de mis manos hasta su intimidad, la acaricié despacio por encima de la ropa interior hasta sentir que se humedecieron en abundancia.
Saqué sus bragas, sostuve mi pene hasta terminar de colocarle el preservativo, me hice espacio entre sus piernas y cuando estaba a punto de penetrarla, la vi acercarse a verme.

¿Lo hacemos otra vez? (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora