Capítulo VIII. La cita

42 5 0
                                    


P.D.V de Larimar Olson de Miller

Inmediatamente puse el móvil en su mano, marcó a mi teléfono y cuando éste sonó, me dijo unas palabras que me dejaron muy nerviosa.

– No hago promesas que sé,  que no voy a cumplir- marchándose a paso veloz por el corredor.

Sentí un alivio cuando se marchó, pues estaba muy nerviosa a que alguien nos haya visto juntos. Pero lo que me tenía realmente nerviosa fue la forma en que me tomó y me pegó a al pared, me excite bastante y de solo imaginar que quizás el lo notó me pone mucho más nerviosa aún. Me quedé mirando como se marchaba con su atlético cuerpo, ese traje hecho justo a la medida le quedaba jodidamente sexy y ese maravilloso sombrero que le quedaba tan perfecto. Me mataba de excitación con tan solo mirarle.

Cuando lo vi desaparecer de mi campo de visión supe que tenía que volver con Nicolás, debía estar como loco buscándome. Caminé alrededor del salón pero al cabo de unos minutos, me di  cuenta que estaba algo perdida,  por lo que me tomó algún tiempo volver al lugar donde me había dejado. Cuando llegué finalmente no pasaron ni cinco minutos hasta que vi a Nicolás salir furioso en dirección a mí.

– Nos vamos- gritó y al mismo tiempo me tomó del brazo y me llevó prácticamente a rastras  hasta el ascensor.

No pude evitar sentirme muy nerviosa, comencé a sudar y mi piel se puso pálida, entramos al ascensor y su silencio hizo que la tensión aumentara cada vez más ¿Acaso me había visto con Jeimy? ¿O quizás su enojo se debía a otra cosa? La incertidumbre estaba matándome, pero aún así decidí esperar a que sea él quien me explicara lo que sucedía, estaba muy enojado, creo que jamás lo había visto tan furioso como estaba en ese momento. 
Salimos del hotel a toda prisa, el viaje de regreso a casa se hizo más largo debido a la presencia de un silencio intenso, ninguno dijo nada, pero la tensión podía inhalarse fácilmente. Entramos a casa, yo iba unos pasos delante de él, tomé mis zapatillas una en cada mano y subí las escaleras casi corriendo. Entré al aposento y me senté frente a mi cómoda de espaldas a la puerta, no quería que notase lo nerviosa que estaba. Comencé a cepillar mi pelo despacio, con el objetivo de calmar mis nervios, pero el estallido de la puerta contra el marco me hizo girar de repente para observar a Nicolás entrando al cuarto y deshaciéndose de su ropa con mucho enojo.

– ¿Qué te pasó?- tuve que preguntar.

– El maldito Sullivan es un idiota – respondió seguido de un profundo suspiro.

– ¿Fue algo muy malo? – seguí preguntando.

– Fue una pérdida de tiempo – continuó. – Después de horas tratando de llegar a un acuerdo factible para ambos, el muy idiota dice que no está interesado en hacer negocios conmigo.

Mientras más me contaba, más iban bajando mis niveles de tensión y la preocupación dentro de mí se disipaba.

– Y ¿sabes que fue lo peor de todo?- preguntó volteando a verme.

Mi corazón se paró unos segundos, y luego comenzó a latir a todo galope, al ver sus ojos quemándose por dentro. ¿Qué iba a decirme?, no quería responder, pero debía hacerlo. Así que al verlo ahí parado frente a mí esperando una respuesta, supe que tenía que hablar, me llené de valor y respiré profundo.

– No sé,  dímelo tú – dije en un hilo de voz casi inaudible, sin dejar de cepillar mi cabello.

– El muy poco hombre, ni siquiera se interesó por dar la cara, simplemente envió a uno de sus secuaces para informar de su desacuerdo- me explicaba quitándose la ropa restante.

– y ¿Qué piensas hacer al respecto? – Suspiré, sintiendo el alma volver al cuerpo.

– No lo se. Voy a darme una ducha para quitarme el mal humor – dijo cerrando la puerta del baño de un tirón.

Yo en cambio, me giré sobre mi asiento para continuar cepillando mi pelo y comenzar a retirarme el maquillaje. No pasaron dos segundos para que el recuerdo de Jeimy invadiera mi cabeza. Comencé a pensar en lo hermoso que estaba con su traje negro, en sus sexys y rojos labios, en lo brillante que lucia su cabello castaño y el como lo peinaba hacia atrás con sus dedos cuando hablaba. No podía dejar de pensar en lo excitante que fue el momento cuando aplastó mi cuerpo contra el suyo mientras me susurraba con sus labios casi posados sobre los míos. En las ganas que tenía de besarlo.

El sonido de la puerta me hizo despertar de mis pensamientos. Vi a Nicolás meterse bajo las sábanas sin siquiera decir un Buenas Noches, supuse que seguía molesto y la verdad es que no me importaba en lo absoluto, pues a mi mente lo único que me importaba era Jeimy. Me duché solo para refrescarme, luego entré en la cama tratando de sacarlo de mis pensamientos y cuando estaba a punto de conciliar el sueño, el sonido de mi teléfono móvil me obligó a abrir los ojos de manera brusca. Lo puse en mi oreja rápidamente sin prestar atención a quién llamaba, tratando de no despertar a Nicolás quien yacía dormido a mi lado hacía ya un buen rato.

– Hola – dije adormilada.

– Hola muñeca ¿estabas dormida? – preguntó una voz masculina.

– ¡Jeimy! – exclamé a voz baja sin pensarlo dos veces. – ¿que quieres?

– Quiero hablar contigo

– Te pedí, por favor no llamarme ésta noche y es lo primero que haces – reclamé saliendo del cuarto a discreción.

– Y yo te insinué que sí lo haría, creí haber sido claro – respondió.

– ¡Pues dime ya!, y que sea breve por favor – fui ruda tratando de ocultar mis sentimientos, pues no podía darme el lujo de volver a caer en la misma tentación.

–  ¿Quieres que hablemos por teléfono o prefieres juntarnos mañana?- me preguntó.

– No puedo verme contigo Jeimy, tengo un esposo, ya te lo dije.

– Necesito verte preciosa, debemos hablar de lo que pasó esa noche. Te extraño mucho.

Escucharlo decir que me extrañaba hizo derretir mi corazón, esas simples palabras que Nicolás nunca me decía y Jeimy no paraba repetirlas cuando apenas nos habíamos visto dos veces en la vida.

– Jeimy, por más que quiera ir a verte, no puedo, ya te dije, tengo esposo. – le expliqué con voz triste.

– ¿Cómo es eso de que te casaste? ¿Desde cuando? - preguntó

– Jeimy, me siento mal contigo y conmigo misma. No sé como podría explicarte todo lo que está pasándome.

– Larimar, preciosa, no sabes lo mucho que te he buscado, te extrañé y me encantaría saberlo todo de ti.

– Sé que te debo una explicación, pero no sé como decírtelo sin que me odies.

– No voy a odiarte, créeme, sólo quiero saber porqué te fuiste de esa manera sin dejar nada con lo que pudiera encontrarte.

– Tengo cuatro años con mi esposo y esa noche- respiré profundo. – Nunca me había pasado algo igual. Con nadie, te lo juro que con nadie más. Esa fue la primera y la única vez que estuve con un desconocido y no me atrevería a hacerlo de nuevo. No me odies Jeimy, pero no puedes llamarme y esperar a que tengamos una relación o algo así porque eso no podrá ser posible- dije e inmediatamente mis ojos se humedecieron.

–  Estás diciéndome que sólo fue sexo, ¿vas a decir que para ti no fue especial  todo lo que hicimos?

– Te equivocas. Esa noche fue especial y mucho. Justamente por eso es que te pido que no busques. Vas a buscarnos un problema a ambos – le expliqué con lágrimas en las mejillas.

No sé porqué me dolió tanto decir aquellas palabras, si él era un desconocido, no sabía nada de su vida, en cambio no quería separarme de él. Sequé mis lágrimas para que no notara mi llanto.

– No me pidas que no te busque porque no dejaré de hacerlo. Tenemos que aclarar las cosas. Almuerza conmigo mañana y te juro que eso será todo, pero primero déjame hablarte, deja que te explique lo siento - dijo.

Me quedé pensativa por unos segundos, sabía que salir con él no era correcto, pero también sabía que le debía una explicación y teníamos que aclarar las cosas y tal vez así me lo podría sacar de la cabeza de una vez y por todas.

– Está bien – dije. – Pero no te hagas ilusiones, sólo quiero que aclaremos las cosas y eso es todo – añadí.

– Gracias hermosa, ya verás que no te vas a arrepentir. Te veré al medio día en el restaurante del Hotel donde nos conocimos. Te enviaré la ubicación por si no recuerdas la dirección.

– De acuerdo. Te veo mañana – Me despedí.

– Buenas noches, preciosa. Descansa – colgó.

………

Al día siguiente, me levanté de la cama y Nicolás ya se había ido al trabajo como era de costumbre. Caminé hacia el baño sin dejar de pensar en que iba a estar a solas con Jeimy y no sabía que iba a decirle cuando lo tuviera de frente. Saliendo del baño, me acerque a la mesita de noche donde yacía una pequeña nota de Nicolás:

“Lamento haberme comportado como un idiota anoche, jamás debí involucrarte en mis problemas de negocios, te recompensaré".

Realmente Nicolás tenía razón y tan solo si nó hubiéramos ido a esa estúpida velada yo no tendría que lidiar con Jeimy, aunque en mi interior estaba que explotaba de emoción por verlo, tocarlo…pero tenía que controlarme y limitarme a una simple conversación.

Después de desayunar con María y Luisa, tomé camino al Centro para visitar a mi mamá. Estuve allí conversando con ella durante el resto de la mañana, le conté que había salido en la noche con Nicolás pero obviando todo lo referente a Jeimy, porque aunque confiaba mucho en ella, no estaba preparada aún para contarle todos los problemas por los que estaba pasando. Cuando iba de camino a mi auto me llegó un mensaje nuevo de Jeimy:

Hola preciosa, espero que hayas dormido bien, aquí te anexo la ubicación del hotel. Reservé una mesa especial par ti en el restaurante. Te veo en 20 minutos.
Con cariño, Jeimy.

Mi corazón rebozaba de emoción con sólo leer aquellas hermosas palabras. Era tan cariñoso conmigo que se me hacía imposible disimular la gigantesca sonrisa que se dibujaba en mi rostro de felicidad.

Llegando al flamante Hotel Sullivan me di cuenta que era mucho más lujoso de lo que recordaba. Un ballet llevó mi auto al parqueo y al entrar al lobby una de las recepcionistas me indicó el camino hasta el restaurante, donde una de las camareras me estuvo guiando hasta la mesa reservada a mi nombre. Tan sólo caminé algunos segundos detrás de ella cuando mis ojos se iluminaron con la presencia del hermoso caballero que se encontraba a algunos pasos  de mí,  que con tan sólo  verme se levantó sobre sus pies para recibirme con halagos.

– ¡Larimar, preciosa! ¡Que alegría verte! – exclamó, dándome un beso en la mano.

– Jeimy, no era necesaria tanta formalidad – dije nerviosa.

– Pensé que te gustaría, pero tranquila que para la próxima nos veremos en un lugar más sencillo- dijo a la vez que me invitaba a tomar asiento.

– No creo que sea conveniente que...

– ¡Shh!- me interrumpió. – No hablemos de eso, aprovechemos el tiempo para conocernos un poco y luego tocamos ese tema, ¿Si? – Asentí.

– Mi nombre es Jeimy, soy encargado de seguridad de este edificio, crecí con mis padres y mi hermana menor. Ahora cuéntame de ti – me explicaba con una hermosa sonrisa en los labios.

– Soy Larimar, como ya sabes – dije sin más.

– ¿Sólo  eso? Cuéntame de ti por favor, quiero conocerte- exclamó.

Estaba muy nerviosa con su presencia, estaba jodidamente sexy, sólo llevaba una camisa y pantalón fino, pero aún así lucia formal. Respiré  profundo y comencé a sentirme en confianza.

– Viví toda mi infancia con mi madre, mi padre falleció cuando aún no nacía.  Crecí en una casa muy humilde hasta que conocí a mi esposo.

– ¿Hace qué tiempo te casaste?

– Hace ya cuatro años. No me juzgues, pero mi vida no ha sido para nada fácil.

– No te estoy juzgando, preciosa. Luego será mi turno. Por favor continúa.

– Nicolás es un hombre muy frío conmigo – dije abriendo mi corazón – Se que no debo justificar lo que hice, pero en verdad me sentía sola y de repente apareciste tú, tan cariñoso, estaba muy tomada, no sé lo que me pasó, pero no pude controlarme - expliqué, mirándolo a los ojos.

– Yo no puedo decir lo mismo porque ese día estaba muy sobrio y ya que estamos entrando en confianza, te confieso que no soy un santo, pero de todas las mujeres con las que he estado, tú Larimar, eres diferente, me hiciste perder la razón. Esa noche que te hice mía, estaba tan excitado que olvidé usar protección, cosa que nunca me había pasado nunca con nadie- dijo esto tomando mis manos y mirándome a los ojos.

– Tienes razón, ahora lo recuerdo, ni siquiera había pensado eso. – confesé  con sorpresa, recordando esa  noche cuando me hizo suya.

Recuerdo haberlo visto desnudo y en las dos ocasiones en que lo hicimos, nunca lo vi colocarse condón. Me sentí tan avergonzada que mis mejillas se sonrojaron, el contacto de nuestras manos estaba haciendo erizar mi piel y el aroma de su perfume me hacía volar en las nubes.

– Me dejaste loco desde esa noche, te busqué por todas partes y nunca volviste – Explicaba con penetrante mirada.

– Era muy tarde y yo tenía que irme. Estaba muy nerviosa y mi esposo... – suspiré bajando el rostro y separé nuestras manos.

–  ¿Y qué te dijo él? Sobre… lo de nosotros, me refiero – carraspeó.

– El… el – me quedé sin palabras.

–  Digo, debe amarte mucho ¿no?, o sea, me refiero a que te perdonó – dijo muy nervioso a la vez que realizaba múltiples gesticulaciones con las manos.

–  ¡¿Amarme?! – exclamé dudosa aun con el rostro cabizbajo. – La verdad es que… el…

–  Dime ya por Dios Larimar – Dijo acercándose más a mí.

–  No lo sabe – dije de una maldita vez, al mismo tiempo que alzaba el rostro y fijaba mis ojos a los de él.

–  ¿Qué? – preguntó como si no entendiera a que me refería.

–   Nicolás no sabe lo que pasó entre… ¡Ya sabes! – exclamé, tratando de que el entendiera, sin necesidad de explicaciones.

– ¿Por qué nunca le dijiste? – reclamó alzando un poco la voz.

– Pues ¿cómo quieres que le diga?: ‘’Oye, querido te fui infiel anoche, sabes ¿me podrías perdonar?’’. Es ridículo solo pensarlo – expliqué con enojo, arqueando los ojos.

–  Obvio que no así – miró a ambos lados. – Pero es tu marido, joder –  Golpeó la mesa –  Creo que si tanto lo amas es tu deber decirle, ya será de él si te perdona o no. Pero claro ¡Esa es tú decisión! – concluyó algo enojado.

–  Tú no entiendes nada, Jeimy. Ni te imaginas por lo que estoy pasando. No sé por qué vine. Será mejor que me vaya – dije, e inmediatamente comencé a recoger mi bolso para retirarme.

–  ¿Vas a huir otra vez? – preguntó en tono de burla.

–  ¡¿Eres un imbécil?!  ¿Para esto me trajiste aquí? ¿Para convencerme de dejar a mí marido? – Pregunté enojada, a la vez que me levantaba del asiento.

–  No es eso – grito levantándose violentamente.

–  Sabia que no debía haber venido – dije con desprecio.

Inmediatamente dichas esas palabra, giré sobre mis talones para tomar camino hacia la puerta. Jeimy me tomó del brazo y en un movimiento brusco enredo su brazo a mi cintura, pegó mi cuerpo al suyo haciendo que nuestras respiraciones se unieran. Su pelvis estaba tan adherida a la mía que podía sentir su bulto aun dormido. Sostuvo mi rostro entre una de sus grandes manos y lo apretó con fuerza, obligándome a mirarlo a los ojos.

–  No vuelvas a alzarme la voz, nunca más –  susurró apretando cada vez más mi rostro.

–  ¿Y que vas a hacer si lo hago? – lo reté fría, mirándolo fijamente a los ojos, sin prestarle importancia a la presión que ejercía sobre mí.

Sabía que estaba enojado y sus dedos estaban hundiéndose cada vez más en piel, pero no iba a permitir que me amenazara, ni mucho menos que me dijera qué hacer. Además yo también estaba muy enojada.

–  No me provoques Larimar, no sabes cómo me excita que lo hagas. Si lo vuelves a hacer juro que no dudaré en besar esos hermosos labios que tienes – susurró en mis labios con deseo.

Me derretí de solo escuchar sus palabras. Todo el enojo que sentía se fue de repente para convertirse en deseo y atracción. Mi rostro se ruborizó, la fragancia de su perfume hizo que un nudo de excitación se posara sobre mi vientre, mi respiración aumentaba y mis nervios se estrepitaron. Sentí como mi ropa interior se humedecía al sentir su miembro comenzar a endurecer, por lo que mis ojos comenzaron a querer  cerrarse, mientras yo luchaba por mantenerlos abiertos. Un gemido quiso escaparse de entre mis labios, pero lo contuve. Moría por besar esos rojos labios, ya no podía resistirme por más tiempo, tenía que liberarme.

–  Eres un pervertido –  exclamé. Lo empuje tratando de liberarme de su agarre, pero fue en vano.

–  Por ti – dijo sin perder tiempo.
Se mordió el labio inferior, respiró profundo y luego me soltó con una sonrisa al ver lo nerviosa y sonrojada que estaba. Inmediatamente me sentí libre, comencé a caminar hacia la salida a grandes pasos.

–  Idiota – dije a voz baja mientras caminaba nerviosa.

–  Voy a llamarte – dijo, riendo descaradamente.


¿Lo hacemos otra vez? (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora