Capítulo XVIII. De compras

47 5 0
                                    


− ¿Te pasa algo? Preguntó  Jeimy mirándome de reojos.

− No ¿por qué? – Respondí a dubitativas palabras.

− Tu rostro cambió después que salimos de casa – dijo sin soltar el volante.

− Es solo que olvidé  mi bolso en casa. Deje mi celular, no he hablado con mi mama y… todo eso me tiene preocupada – mentí.

− Si quieres puedes llamarla de mi teléfono. − dijo estrechando su  móvil.

Estábamos aun en el auto y desde que salimos  de su casa me había quedado pensando en lo que Elena me había dicho hacia un rato. Quise preguntarle,  pero era obvio que eso no sería una buena idea.

Tome su móvil entre mis manos para marcar al celular de mama, el cual ella contesto de inmediato.

− ¿Hola? ¿Con quién hablo? – Pregunto mariana mi madre un tanto extrañada, al no conocer el número que le llamaba.

− Mama soy yo, Larimar − respondí aclarando su duda.

− ¡Larimar, hija! ¿Paso algo? – Preguntó ahora un tanto  preocupada.

− No, es solo que olvide mi teléfono en casa. Estoy llamando para saber cómo estas – Aclaré.

− Todo está bien hija mía. Estoy preocupada por ti ¿Cómo van las cosas con Nicolás? – pregunto con tristeza.

− Igual y no creo que mejoren mama. Sera mejor que ya no te preocupes por eso – Respondí mientras Jeimy me miraba de reojos.

− ¡Ay hija! – exclamo con lastima − ¿Te iras siempre este fin de semana?

− Si, volveremos el Domingo. Digo volveré – Aclaré mirando a Jeimy  quien reprimía una ligera carcajada.

− Larimar ¡No me digas que piensas salir con otro Hombre! – dijo mi madre en tono de reclamo.

− Mamá ¡¿Qué cosas dices?! Hablaremos de eso después, tengo que colgar – exclamé un tanto nerviosa.

− Esta bien Larimar, pero te conozco eres mi hija – Colgó.

Suspiré profundo, luego de esa incómoda llamada con mamá. Estaba preocupada y un tanto nerviosa, pues ella me conocía muy bien y sabía que no le estaba siendo sincera; además, no me gustaba darle intranquilidades, y justo ahora eso era lo que estaba haciendo.

Al cabo de unos minutos, llegamos al centro comercial. Jeimy llevaba mi mano entrelazada a la de él, yo me sentía tan feliz de tenerlo conmigo, pues eran tan cariñoso, amable, hermoso y siempre me hacía sentir amada. Inmediatamente vimos una tienda con artículos de verano, yo corrí hacia ella; en cambio Jeimy se quedó fuera de la tienda, a lo que yo pude ver, estaba contestando una llamada. Me di la vuelta hacia él con el objetivo de indagar un poco, pero cuando estuve frente a sus narices, ya había colgado.

− ¿Pasa algo? – pregunté con el ceño fruncido.

− No, era Aníbal. Está aquí en el centro comercial y quedamos de hacer las compras todos juntos – explicó serio.

− ¿Las compras? – pregunté confundida.

− Si, olvidé decirte que nos iremos todos juntos a Hawái – respondió mientras miraba alrededor como esperando algo.

Seguí la dirección de su mirada con mis ojos, para encontrarme con la silueta de tres personas que se dirigían en dirección a nosotros dos. Se trataba de Alejandro, Aníbal y Daniela.

− ¿Daniela? Amiga – pregunté mientras ella rodeaba mi cuello con sus brazos.

− Larimar, por el amor a Dios. Al fin llegas – dijo como si yo fuera la única que desconocía todo.

− ¿Sabías de esto? – pregunté confundida.

− Si, Aníbal me invitó anoche. Me quedé esperándote toda la noche en la discoteca y nunca llegaron – explicó entusiasmada.

− Si, es que tuvimos un contratiempo – dije, ocultando parte de la verdad.

− Por cierto, Nicolás lleva toda la mañana llamando, dice que estas desaparecida desde anoche y que dejaste todas tus pertenencias. Así que ya sabes cómo estoy porque no supe que decirle – explicó Daniela, a voz baja, para tener un poco de privacidad.

– Si, eso iba a decirte. Estaba incómoda con Nicolás, así que cuando Jeimy pasó por mí, olvidé traer mi bolso – comenté, mientras caminábamos despacio.

– ¡Ring! ¡Ring! – timbró el teléfono móvil de Daniela.

– Ahí está. Es Nicolás otra vez – exclamó con fastidio. – Hola – respondió. – Si, ella está conmigo, ya puedes calmarte – dijo. – Espera, ya te la paso – añadió estrechando su móvil en dirección a mí.

– Hola – contesté el teléfono.

– Larimar cariño ¿Dónde estás? – preguntó aparentemente preocupado.

A mí no me hacía gracia su supuesta preocupación por mí, pues en los dos días que estuve durmiendo en la habitación de al lado, ni siquiera se había molestado en salir a ver cómo yo estaba.

– ¿Qué demonios quieres, Nicolás? – pregunté fría y directa.

– Quiero saber si estás bien, te fuiste anoche sin avisar, estoy preocupado por ti, Larimar – explicó algo confundido.

– Ahora quieres preocuparte por mí, después de que nunca te interesaste en lo más mínimo en mí ¿Por qué ahora te importo? – pregunté mientras caminaba de un lado a otro.

– Cariño vuelve a casa, podemos arreglarlo. Te extraño – dijo sincero.

– Pues yo no te creo nada – dije fría, a la vez que evitaba las miradas de Jeimy.

– Dime dónde está, iré a buscarte – exclamó.

– No quiero que vengas a buscarme. No necesito que te preocupes por mí. Lo que quiero es que me dejes en paz – grité con enojo, haciendo que todos voltearan a verme, para luego colgar la llamada.

Entramos las dos juntas a la tienda más cercana, con el objetivo de eludir las miradas de los tres caballeros que nos acompañaban. Daniela, tomó mi brazo hasta llevarme detrás de unos altos tramos de ropa.

– Larimar ¿Acaso perdiste la razón? – preguntó Daniela con un extravagante rostro de sorpresa.

– ¿Por qué me preguntas eso? – respondí con otra pregunta, al mismo tiempo que fijaba mis ojos a los de ella.

– No puedes tratar así a Nicolás. El es tu esposo y si está dispuesto a reparar la situación entre ustedes, pues deberías pensarlo muy bien – dijo convincente.

– ¿Qué cosas dices? Tu misma recuerdas todo lo que viví a su lado, no quiero ni imaginarme de nuevo esa situación – expliqué a la vez que asomaba el rostro para ver a los chicos quienes nos buscaban por todo el lugar.

– No puedo creer que estás enamorada de ese hombre, Jeimy es un desconocido. No puedes dejar tu vida por él – añadió Daniela, queriendo hacerme entrar en razón.

– No sé si estoy enamorada de Jeimy, no sé si lo nuestro vaya a funcionar. Pero de algo sí estoy segura: “No pienso volver con Nicolás” – exclamé alzando la voz con enojo.

En ese instante, Jeimy se apareció de repentinamente frente a nosotras. Nos miraba con suspicacia, por lo que no tardó dos segundos en indagar.

– ¿Pasa algo? – preguntó a voz serena, pero su mirada se veía ahogada en enojo.

– Es sólo que no podemos decidir entre estos dos vestidos – respondió Daniela muy sonriente, con dos prendas, una en cada mano, que yo misma no sé de dónde las sacó.

Me miró fijamente a los ojos, como si estuviera furioso. Mirarlo en esa condición hizo que mis nervios salieran a flote, pensé que iba a gritarme, pero en cambio sólo unas cuantas suaves palabras fueron articuladas por sus hermosos labios rojos.

– Tenemos que hablar. Tú y yo – dijo a la vez que me apuntaba con su dedo índice.

Dicho esto, giró sobre sus talones y caminó a grandes pasos hasta colocarse junto a sus dos galantes amigos. Mi corazón se congeló, quería saber que pasaba por su mente en estos momentos, pero tenía temor a preguntar ¿Y si quería cancelar el viaje?

– Tranquila amiga ¡Sólo está celoso! – exclamó Daniela encogiéndose de hombros.

Después de eso continuamos nuestras compras y aunque estaba algo tensa tanto por la llamada de Nicolás como por la actitud de enojo de Jeimy, pero con el paso de las horas poco a poco se me fue olvidando todo, para enfocarme más en lo que sucedería en Hawái.

– Larimar ¿Vas a llevar uno de éstos? – preguntó Daniela mostrándome un conjunto de lencería de encaje erótico.

– ¿No crees que eso es demasiado? – pregunté sonrojada.

– Voy a dejarlo de manicomio con éstas  cosas – respondió Daniela - Tu deberías hacer lo mismo, mira que ya perdiste la práctica – mofó mi amiga a sabiendas de mi inexperiencia sexual.

– Está bien, llevaré unas cuantas, pero no prometo usarlos – dije seleccionando algunas prendas.

Había pasado un largo rato, eran las doce del medio día y habíamos comprado muchísimas prendas veraniegas, entre ellas habían vestidos de baños, pareos, vestidos de playas, entre otros. Todos eran bellísimos, principalmente los vestidos de baño de dos piezas, esos sí que eran muy sexys. Quería provocarlo lo suficiente, hasta que se vuelva loco por mí.

Jeimy, Aníbal y Alejandro permanecieron juntos todo el tiempo, comprando todo lo necesario y hablando cosas de hombre; en cambio, Daniela y yo estuvimos muy enfocadas en nuestras compras. Fuimos los cinco hasta el área de comida del Centro comercial con el objetivo de almorzar algo, pues habíamos comprado tantas cosas que ya estábamos algos cansado, y sobre todo, ya moríamos de hambre. Los tres decidieron sentarse uno al lado del otro, en cuanto nosotras estábamos frente a ellos.

– ¿Dónde está Laura? – preguntó Jeimy, después de un largo silencio.

– Estaba aquí, pero tuvo que irse. Cosas de trabajo, ¡ya sabes! – exclamó Alejandro con una mirada algo sospechosa.

– ¿Por qué? ¿Era algo muy importante? – volvió a preguntar Jeimy, en tono algo preocupado.

– No, ella resuelve todo. Es buena en lo que hace – respondió Alejandro, ahora más sospechoso aún.

No voy a negar que se me hizo muy extraña la actitud de Jeimy, al preocuparse tanto por Laura. Era como si tratasen de ocultar algo, pero me fue difícil descubrir o imaginar de qué se trataba.

– ¡Que pena! Quería que se conocieran antes del viaje – añadió Jeimy algo decepcionado.

– ¡Tranquilo! Daniela la conoció, resulta que ambas son compañeras de trabajo – exclamó Aníbal sonriente.

– ¿Compañeras? Más bien, yo diría que ella es el jefe del jefe de mi jefe – respondió Daniela muy entusiasmada.

Quise hacer un comentario para preguntar ¿Quién era la famosa Laura que tanto mencionaban? Pero en eso el Jeimy se levantó de la mesa para contestar una llamada. Daniela, Aníbal y Alejandro continuaban hablando en una amena conversación, a la cual yo no presté atención alguna, pues mis ojos no paraban de fijarse sobre la figura distante de Jeimy, quien caminaba de un lado a otro como si estuviese sosteniendo una incómoda conversación.

Después del almuerzo continuamos nuestras compras, pero Jeimy seguía aún al teléfono con su rostro aún más enojado. No puede evitar sentirme incómoda, pues fui al centro comercial a pasar la tarde con él y éste sólo  se la había pasado al teléfono con alguien que yo desconocía. Un coctel de sentimientos se mezclaron en mi interior, estaba enojada, celosa, me sentía despreciada, pero sobre todo incómoda. Es por eso que al cabo de algún tiempo me acerqué a Daniela para explicarle un poco de mi situación.

– Amiga ¿Podemos hablar un momento? – pregunté a la vez que caminábamos a un lugar más privado.

– Si claro. Puedes decirme – respondió mostrando su disposición de ayuda.

– Es que… Ya tengo todo lo que necesito y como te había dicho dejé mi bolso y teléfono, mi auto está en casa. Necesito que  pidas un taxi para mí – expliqué con voz un tanto preocupada.

– Tranquila Larimar, sabes que eso no es problema, pero ¿Y qué pasa con Jeimy? ¿Acaso no viniste con él? – preguntó aclarando los ojos.

– Si, pero míralo. Parece estar muy ocupado con su llamada. Además creo que ya hizo suficiente – añadí con desilusión.

– Tienes razón, pero tendré que decirle a Aníbal – Advirtió volviendo a poner los ojos en blanco.

– No hay problemas – dije encogiéndome de hombros.

Caminamos juntas hasta donde estaba  Aníbal y Alejandro, le hicimos saber que ya yo debía marcharme, así que Daniela dejó sus bolsas con Alejandro para que Aníbal pudiera ayudarnos a llegar hasta la puerta de entrada del Centro comercial, donde el taxi esperaba para llevarme a casa. Inmediatamente bajamos, vimos el taxi detenido frente al lugar y cuando estaba a punto de comenzar a colocar los bolsos dentro del vehículo, Aníbal me tomó del brazo para dirigirse a mí con incertidumbre.

– ¿En serio te vas a ir sin despedirte de Jeimy? – preguntó con el entrecejo fruncido.

– Lo sé, no es algo con lo que me sienta cómoda, pero lo viste, él está muy entretenido en una llamada que al parecer es muy importante. Sólo no quiero interferir, pues él ya hizo mucho por mí – expliqué convincente, él asintió sin decir una palabra.

Metimos como pudimos, todas las bolsas dentro del taxi, me despedí de Aníbal y Daniela para luego subir al taxi sin perder tiempo. Cuando estuve a centímetros de cerrar la puerta del auto, vi la deslumbrante figura de Jeimy aparecer súbitamente frente a mí, para sostener la puerta del taxi entre sus manos.

– ¿A dónde vas preciosa? – preguntó con una dulce voz, al mismo tiempo que su rostro denotaba una evidente confusión.

Tenerlo tan cerca, hacía palpitar muy fuerte mi corazón, el olor de su placentera fragancia invadió todo mi ser, haciéndome caer redonda en su penetrante mirada.

– Iré a casa, necesito mi teléfono y todas mis cosas – respondí a voz tambaleante ante su repentina presencia.

– Baja del auto – dijo demandante sin subir el tono de voz.

– Lo siento Jeimy, pero el señor lleva un largo rato esperando, no puedo sólo bajarme – expliqué nerviosa al ver como sus ojos comenzaron a arder.

– Viniste conmigo y te vas conmigo. Baja del auto, Larimar. Me conoces – comentó dejando una cantidad exagerada de dinero en las manos del conductor.

Conocía a Jeimy, sabía que era capaz de sacarme del auto sobre sus hombros, así que miré alrededor y salí despacio sin poner objeción alguna. Inmediatamente Aníbal y Alejandro quien ahora se encontraba junto a nosotros, se acercaron al auto para sacar todas las bolsas que con tanta dificultad habíamos acomodado.
Me despedí de mis amigos, abracé a Daniela y le agradecí por todo, mientras ella tomó ventaja de la situación para susurrar a mis oídos.

– Quédate con Jeimy y disfrútalo toda la noche, yo también haré lo mismo – dijo Daniela con una voz muy sensual.

Una sonrisa pícara se escapó de mis labios, entre tanto Jeimy se acercó a mi espalda para llevarme del brazo hasta su auto. Cuando llegamos a su Range Rover negra, subimos todas las bolsas en el enorme baúl y aunque era gigante, hacía falta espacio de tantas cosas que habíamos comprado.
Subimos al auto y mientras él conducía en dirección a mi casa, un silencio siniestro nos acompañaba durante todo el camino. Un silencio tan molesto que hacía doler mis oídos ante el incómodo sonido del silencio. Después de un largo camino, vi la gigante mansión aparecer frente a mis ojos, el se aparcó justo en la puerta, sin decir una sola palabra, pero cuando estuve apunto de bajar del auto, lo escuché articular unas pocas palabras.

– Vas a volver – dijo sin más.

– ¿Dijiste algo? – pregunté sabiendo lo que había dicho, sólo para escuchar su dulce voz.

– Quiero que vuelvas lo más rápido que puedas. Vas a quedarte conmigo toda la noche – dijo demandante sin ninguna expresión facial.

– Tranquilo Jeimy, sólo iré por mi pasaporte y mi teléfono – dije sin voltear a verlo, pues estaba enojada con él por haberme dejado sola toda la tarde.

Al terminar de articular las palabras anteriores, bajé del vehículo para caminar a pasos rápidos en dirección a la casa. Estaba muy enojada con Jeimy, por lo que no me percaté de la presencia de María, quien yacía petrificada en la puerta de la casa, al verme bajar del auto de quien era un desconocido para ella.

¿Lo hacemos otra vez? (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora