Capítulo XVI. Noche de Amor

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P.D.V de James Sullivan

Estaba ella caminando en dirección a la pequeña puerta peatonal, se veía radiante y aunque la cantidad de luz que iluminaba el jardín y parte de la calle era muy escasa, me fue suficiente para poder apreciar su extremada belleza. Vestía un vestido floreado con un escote en su pecho, que dejaba vislumbrar su volumen; en cambio en su delgada cintura llevaba una cinta en la cual se ajustaba para contornear sus curvas. Aunque era un vestido hermoso, no era apropiado para la noche que teníamos  planeado, así que al verla con ese vestido repentinamente supe qué hacer.

Ella salió por la pequeña puerta y se acerco a mi con una hermosa sonrisa en el rosto. En seguida la vi acercarse mi corazón comenzó a correr velozmente, mis manos estaban sudadas y temblaban. Estaba fibrilando. Quería salir a besarla y tomarla entre mis brazos, pero sólo  pude articular las mismas pocas palabras.

– Hola preciosa – exclamé con una media sonrisa en los labios.

– Hola bombón ¡Estás hermoso con ese traje! – exclamó lamiendo sus brillantes labios.

– Sube al auto, es hora de irnos – dije mirándola fijamente.

– Lo siento  Jeimy – su rostro cambió – No estamos bien, no podré salir esta noche – explicó referente a Nicolás, su esposo.

– Pues ¿que te parece si vamos a otro lugar donde puedas sentirte mejor? – pregunté.

– Si, pero no tardemos en regresar – advirtió con su dedo índice en dirección hacia mí.

– Tranquila muñeca, que sólo estaremos el tiempo que tu decidas – añadí sonriente.

Después que Larimar se subió al auto conmigo,  conduje en dirección a mi casa, debía darme un buen baño después del largo día que había tenido. Tenía planeado llevarla un rato a caminar en la playa como la última vez.

– ¿A dónde vamos? – preguntó después de un largo silencio.

– A caminar – respondí sin más.

Mi casa no estaba lejos, así que al cabo de algunos minutos, estaba detenido frente a la entrada, a la espera de que la puerta abriera por  completo.

– ¿Por qué nos detenemos aquí? Dijiste que iríamos a caminar ¿Dónde estamos? – preguntó insistente con rostro de  confusión.

– Tranquila, sólo vine a ducharme y luego salimos – respondí.

En ese momento recordé que Larimar aún no conocía mi verdadero yo, lo había olvidado por completo. Pues ella es así, logra exacerbar mis nervios, hasta hacerme perder la razón.

– ¿Vives aquí? – preguntó con sorpresa.

– Es la mansión Sullivan- respondí.

En ese momento no me importaba que me descubriera, ya estaba entrando a la mansión, sólo era cuestión de minutos para que despertara su curiosidad.

– Ahh, ¡vives aquí con ellos! – exclamó con ingenuidad.

Yo no pude evitar reí antes su inexperiencia con la vida. En ese momento me di cuenta que Larimar era una mujer fácil de persuadir.  Quizás podría sacar ventaja de la situación y quedarme con ella toda la noche. Al fin y al cabo ya estaba en mi casa, sólo hacía falta llevarla a mi cuarto y ¿porqué no? A mi cama también.

– ¡Es todo un palacio! – exclamó impresionada.

– También vives en uno, ¿Por qué te impresiona tanto? – pregunté al mismo tiempo que bajaba del auto.

¿Lo hacemos otra vez? (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora