Capítulo XV. La Ruptura

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– ¡Toc, toc! – toqué la puerta.

Me había llenado de valor después de aquel encuentro telefónico con aquel maravilloso hombre que ponía mi mente a volar de solo pensar él. Nunca imaginé alguien que fuera capaz de calentarme solo con escucharlo del otro lado del teléfono. Me era más que evidente que esos pequeños pero importantes detalles que Jeimy me entregaba a diario, eran mucho más de lo que Nicolás podría darme jamás. Así que después de terminar de hablar con Jeimy, me aseguré de poner una alarma que me despertase bien temprano, cuestión de interceptar a Nicolás antes de irse a su trabajo.

− Nicolás, abre la puerta – volví a tocar.

− ¡¿Larimar?! ¡Al fin te dignas a dirigirme la palabra! −  exclamó terminando de abrir la puerta.

− No voy a quitarte mucho tiempo, pero tenemos que hablar – dije entrando a mi antiguo aposento.

− Dime ¿Todavía piensas seguir durmiendo en ese cuarto? – preguntó con el ceño fruncido.

Quise decir algo al respecto, pero en los días que llevaba durmiendo en cuarto de al lado, Nicolás no se había acercado a mí con el fin de arreglar las cosas. Así que al escuchar sus palabras entendí que en su mente, era yo quien debía pedir perdón y regresar a nuestro aposento;  pero para su mala suerte, ese no era el objetivo de mi visita. De modo que lo miré a los ojos y me llené de valor.

− Nicolás – suspiré profundo − ¡Debemos separarnos! – exclamé e inmediatamente un nudo se posó en mi garganta.

− ¿Qué? ¿Qué estás diciendo, Larimar? – preguntó frunciendo el ceño y un inconfundible rostro de asombro.

− No podemos continuar con esta falsa – tragué en seco – Hace meses que no somos una pareja, solo quería hacerlo oficial, cuestión que no tuvieras duda alguna – añadí sintiendo como mis ojos se humedecían y mi voz comenzaba a temblar.

−  Larimar cariño, sabes que no podemos separarnos, sabes lo mucho que te quiero…. – dijo tomándome de las manos.

− ¡No entiendes! – Grité – Me iré de vacaciones este fin de semana – susurré reteniendo las lágrimas.

− ¿Vacaciones? – Preguntó – Está bien cariño, te servirá para meditarlo, luego te darás cuenta que tu lugar es conmigo – añadió después de un silencio.

−  No lo hagas más difícil, Nicolás. No sé por qué me quieres retener a tu lado si el otro día me dejaste claro que no me amas – sollocé en medio del llanto.

− ¡No me digas eso, Larimar! – Soltó mis manos – Tu bien sabes el motivo de nuestro matrimonio, te fui muy sincero, más tú no pusiste objeción alguna y aceptaste sin titubeos – exclamó señalándome con su dedo índice.

− ¿Estás juzgándome? Por lo menos pensé que me querías. Yo y mi ingenuidad creyendo que algún día llegarías a amarme – exclamé entre gritos y llantos.

− ¿Crees que no lo hago? ¿Por qué crees que sostendría cuatro años de matrimonio con una mujer a la que no quiero? ¿Cómo puedes siquiera pensar que no te quiero? ¡Contéstame, Larimar! – gritó tomándome de los hombros.

Por un instante, sus palabras llegaron a lo más profundo de mi corazón, al tal punto que me hizo pensar ¿Qué demonios estoy haciendo? ¿Será cierto que me quiere? Y yo de estúpida voy a dejarlo por un desconocido. Pero, mis dudas fueron aclaradas raudamente, puesto que mis recuerdos se estrellaron súbitamente frente a mí.

− Entonces ¿Por qué demonios no me besas? ¿Por qué no me tocas? Solo vienes cada noche y te acuestas a mi lado como si no existiera, ignorando mi presencia  ¿Y dices quererme? – pregunté entre gritos.

− Larimar, sabes que es por trabajo – dijo después de un largo silencio con un tono de voz casi inaudible.

− ¿Trabajo? Tu maldito trabajo te ha privado todo un año de intimidad con tu esposa ¿crees que es algo normal? ¡Eres un hipócrita! – exclamé.

− Cariño, ¿por qué no tenemos esta conversación más tarde? Sabes que debo irme. Veo que estás muy alterada – comentó como si estuviera cansado de escucharme gritar.

− ¡Si Nicolás! ¡Lárgate! ¡Vete a tus oficinas que ‘‘tanto’’ te necesitan!… Solo quiero que tengas esto pendiente ¡Lo nuestro se acabó! – exclamé saliendo de la habitación con el enojo brotando de la punta de mis dedos.

Volví a mi habitación airada y sollozante, me lance de bruces contra la cama abrazando fuertemente la almohada para poder esconder mi llanto. Me dolía, sentía que algo se había roto en mi interior, estaba tan afligida, que pensé que mis ojos rojos iban a brotarse de tanto llorar.

Sentí abrirse la puerta de mi aposento, intenté abrir mis ojos, estaban pegados; al parecer me había quedado dormida después del profuso llanto. Logré abrirlos con dificultad  y me levanté para ver quién adentraba.

− ¡Mi niña! – exclamó María con tristeza, irrumpiendo con una copiosa bandeja en las manos.

− ¿Qué es todo esto María? – pregunté apretujando mis ojos, con el fin de aclarar la visión.

− Son las once de la mañana y aún no desayunas nada. Te quedaste dormida después del altercado con el señor Nicolás – explicaba al mismo tiempo que peinaba mis mechones con sus dedos.

− ¡Ay María! Eres tan buena conmigo – exclame afligida – Gracias por el desayuno – añadí colocando pequeños trozos de fruta en mi boca.

− Tranquila Larimar, que para eso estoy. No tienes que darme las gracias – respondió con franqueza.

− Terminé con Nicolás – tomé un pequeño sorbo de jugo – Muy pronto me iré – comenté fría y con la mirada perdida.

− ¿Y qué vas a hacer ahora? ¿A dónde iras? ¿Qué pasará con la señora Mariana? – Cuestionó insistente en son de preocupación.

− Son muchas preguntas, María – respondí haciendo una mueca con mis labios, tratando de sonreír.

− No quiero que te vayas mi niña – exclamó, luego dejó un casto beso sobre mi frente.

− ¡Yo quiero irme! Me duele separarme de Nicolás y de ti – volteé a verla fijamente a los ojos – Pero tengo que buscar una casa, conseguiré empleo y costearé el tratamiento de mamá. Sé que no será fácil, pero Daniela me apoya y creo que mamá también lo hará – expliqué con seguridad en mis palabras.

− Veo que estás decidida y nada hará que cambies de opinión. Si te sirve mi hijo Carlos conoce muy bien toda la cuidad, él podría ayudarte a buscar tu nueva casa – añadió María ahora con un rostro de esperanza.

− Gracias María, te lo agradezco inmensamente. Si quieres puedes avisarle que le contactaré en la semana entrante, después de regresar de mis vacaciones – comenté entusiasmada.

− ¿Te irás de vacaciones? – preguntó aún más sorprendida.

− Sí – respondí en seco – Tengo que liberar un poco la tensión – respondí reprimiendo una pequeña sonrisa que quiso escaparse de solo recordar que me iría todo un fin de semana con Jeimy.

−  Entiendo, ojala y pienses muy bien las cosas en todo el fin de semana – exclamó, yo permanecí en silencio.

Después de una cuantiosa charla con María, me duché por un buen rato, tratando de calmar la tensión que todavía me agobiaba. Salí sintiéndome ya mejor, era de tarde pero debía hablar seriamente con mamá. Ella aún desconocía mi situación con Nicolás, por lo que debía comenzar a contarle las cosas más sencillas para después adentrarme en lo más complicado.
Antes de salir de casa, el sonido de mi teléfono móvil me hizo detener mi rumbo. Busqué con cuidado dentro de  mi bolso para encontrarme con el nombre de Daniela en la pantalla del móvil.

− ¿Qué tal tú día, Larimar? – preguntó Daniela despreocupada.

− Intenso ¿y el tuyo? – respondí restándole importancia a mi desastroso día.

− ¡Me llamó Aníbal! – exclamó cantando las palabras.

− ¿En serio? ¿Te llamó ese galante caballero millonario? – pregunté enormemente sorprendida.

− ¡Síiiii! Me invitó a bailar esta noche, me dijo que me tenía una sorpresa si yo aceptaba salir con él y yo acepté – respondió con entusiasmo.

− Jeimy también me invitó a salir esta noche ¿Crees que están tramando algo? – pregunté con suspicacia.

− ¡Tal vez! Pero la verdad no me importa, ese hombre es un todo un adonis, no lo voy a dejar escapar – exclamó con firmeza.

− Pues me alegro por ti, yo en cambio acabo de terminar con Nicolás. Ya es oficial me iré en la próxima semana – confesé con tristeza en la voz.

− Lo siento por Nicolás – chistó − Y me alegro por ti. Ya era hora que dejaras a ese esposo ausente.

− ¡Tienes razón! Esta noche olvidaré todo y comenzaré una nueva vida – exclamé.

− Bueno amiga, nos vemos esta noche que tengo que continuar trabajando. ¡Cuídate! – colgó.

Después de terminada la conversación con mi amiga, en seguida comprendí que debía llamar a Jeimy, lo extrañaba, además si quería irme todo un fin de semana con él, por lo menos debía comenzar a afianzar nuestra relación.

– Hola bombón – saludé con seductora voz.

– Hola mi diosa – contestó con algo de sorpresa.

No pude evitar sonreír de solo recordar la primera vez que me llamó así, aún no lo conocía pero mi corazón ya comenzaba a quererlo.

– ¿Cómo amaneciste? ¿Todo bien? – pregunté con interés.

– Si… Estoy trabajando ahora – respondió sin más.

– Bueno pues, le llamo para confirmar formalmente mi asistencia a su invitación de ésta noche – comenté en tono formal tratando de introducir algo de jocosidad.

– Pues perfecto ¿Qué le parece si le paso a buscar hoy a las 10:30 pm? – preguntó entendiendo mi juego.

– ¡Uhm! Un poco tarde, pero… sería un placer acompañarle – confirmé.

– Pues es una cita – añadió.

– Hasta la noche – dije para luego colgar la llamada.

Conduje en una nube después de la amena conversación con el galante Jeimy, estaba tan entusiasmada que no me di cuenta cuando llegué al Centro de Rehabilitación. Salí del auto y fui por mamá quien se encontraba en una sección de lectura. Me detuve bajo el dintel de la puerta, me disculpé con el lector e hice saber con quién necesitaba hablar.

− ¡Larimar! ¡Hija! ¿Qué estás haciendo aquí a estas horas? ¿Pasó algo malo? ¿Verdad? – preguntó tomando mis manos y mirando mis ojos con preocupación.

− Mamá, quiero que te calmes ¡No ha pasado nada malo! – exclamé.

− ¡Ven hija! – exclamó llevándome hasta un lugar más privado, donde nos sentamos una frente a la otra.

− Es solo que quiero que sepas algunas cosas. No he sido lo suficientemente sincera contigo y hoy me he llenado de valor. ¡Quiero contarte todo! – dije bajando el rostro con vergüenza.

− ¡Tranquila! ¡Cuéntame todo! – exclamó.

− Tengo problemas con Nicolás. No había querido decirte para no preocuparte – dije sin titubeos con los ojos empezando a humedecer.

− ¿Qué pasa con ustedes? si se veían tan felices la última vez que los vi – comentó.

− Hace tres años que estamos distanciados, pero lo peor vino hace un año después del crucero por el Caribe. Desde hace ya un tiempo que no hablamos, no me besa. Es como si yo no existiera – expliqué con lágrimas recorriendo mis mejillas.

− No puedo creer lo que estás diciéndome, Larimar. ¿A qué te refieres con eso? – preguntó sin comprender mis palabras, a la vez que secaba mis lágrimas con sus manos.

− Creo que estoy siendo clara, mamá – respiré profundo al ver la incertidumbre en su rostro – Hace un año que no tenemos intimidad – respondí al cabo de secar mis lágrimas.

Mamá quedó sin palabras, sólo sentía sus brazos sobre mi cuerpo, consolando mi dolor, mientras nos ahogábamos en un silencio abismal.

− Quiero que estés preparada para cualquier cambio – expliqué mirándola fijamente a los ojos.

− Tranquila hija, somos mujeres fuertes y juntas saldremos adelante como siempre lo hemos hecho – dijo dándome fuerza.

Estuve hablando con mamá durante un tiempo, hasta que estuvo a punto de anochecer, luego recordé mi salida con Jeimy, así que conduje de vuelta a casa después de despedirme llena coraje después de las motivadoras palabras de mi madre.

Llegué a casa muy cansada, estaba pensando en llamar a Jeimy para cancelar nuestra cita, puesto que me sentía muy mal, me dolía la cabeza mis ojos ardían y todos mis brazos y piernas los sentía pesados. Quería hundirme un rato en la bañera, pero mi pequeño cuarto de baño carecía de una, por lo que decidí aprovechar que aun Nicolás no llegaba para entrar en su cuarto a darme un largo baño. Eran las 9:45 pm cuando entré en la bañera, tenía tiempo suficiente para descansar antes de que Nicolás regresara.

Cerré mis ojos e inesperadamente el recuerdo de Jeimy invadió mi mente, sus palabras la noche anterior en el teléfono, ese tan deseado beso en el estacionamiento, su cuerpo semidesnudo junto al mío bajo la luz de la luna, el volver a verlo después de todo un año de espera, ese primer encuentro íntimo en un cuarto de hotel, nuestro primer beso y por supuesto, esa primera vez que lo vi, en su Range Rover negra, con su galante sombrero y esos hermosos lentes de sol que al retirarlo de su rostro, hacían ver todos los ángeles que bailaban a su alrededor.

− ¡¿Larimar?! – la voz de Nicolás me hizo despertar de mis hermosos recuerdos.

− ¡Disculpa Nicolás! ¡Ya salgo! Es sólo que en mi aposento no hay una bañera en la que pueda recostarme – exclamé tratando de cubrir mi desnudez con la espuma que flotaba sobre el agua.

− Tranquila, puedes quedarte el tiempo que gustes – se acercó a mi despacio – Vuelve al cuarto conmigo, Larimar. Perdóname cariño, prometo amarte todas las noches que quieras, solo déjame demostrar lo que siento – explicó tomando mi rostro entre sus manos como si quisiera besarme.

− Lo siento, pero tuviste la oportunidad de demostrarlo y nunca lo hiciste. Ahora ya es muy tarde – dije alejando su cuerpo del mío.

Salí de la bañera y con un albornoz en mi cuerpo, caminé hasta mi cuarto para mirarme fijamente al espejo ¿Qué pasa contigo Larimar? ¿Por qué no sentí nada? Me pregunté a mí misma. Nicolás se había acercado a mí, me pidió perdón como nunca lo había hecho antes y aun así mi cuerpo no sintió nada, era como si un desconocido estuviera frente a mí, no sentí más que ganas de correr y liberarme de su presencia.

Me acosté sobre la cama aún desnuda, estaba pensando en llamar a Jeimy para disculparme con él, cuando mi teléfono móvil empezó a timbrar.

− ¡Ring! ¡Ring! – tenía una llamada entrante de Jeimy.

− Hola – saludé algo preocupada.

− ¿Estás lista? Son las diez treinta, estoy abajo – preguntó con voz sonriente.

− Jeimy, justo ahora iba a llamarte para disculparme, pues debo cancelar tu cita. Estoy muy cansada y he tenido varios incidentes, ni siquiera estoy vestida – respondí.

− Puedo esperar a que te vistas. También acabo de llegar de trabajar, no he pasado por casa y aun así estoy aquí esperando para estar contigo, preciosa − añadió a voz baja.

Podía sentir el cansancio en su voz y aun así estaba dispuesto a sacrificarse solo por estar conmigo, definitivamente este hombre estaba robándose mi cariño, mi corazón, pero sobre todo mi amor.

− Está bien, bajaré solo a saludar, pero no iré a bailar contigo ¿De acuerdo? – pregunté seria.

Sabía muy bien cómo se ponía cuando quería algo, es por eso que decidí vestirme solo con sencillo vestido de flores, con el objetivo de que declinase llevarme a bailar con él. Puesto que yo tenía claro que esa vestimenta no era la adecuada y un hombre tan glamuroso como él, seguro que iba a tenerlo en cuenta.


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Aquí les anexo una imagen del vestido que llevaba Larimar esa noche.
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¿Lo hacemos otra vez? (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora