Capítulo XIX. Lujuria en la ducha

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Estaba atónita, sus ojos permanecían fijos en mí, el rostro lucía confundido y su mirada denotaba sorpresa y al mismo tiempo decepción. Continué caminando hacia ella sin mirar atrás, pues me era obvio el motivo de su absorta actuación. Cuando estuve lo suficientemente cerca la tomé del brazo para llevarla junto a mí en mi recorrido por la casa.

– Buenos días María ¿Acaso no piensas saludarme? – pregunté ante su silencio, mientras la llevaba del brazo.

– Estábamos preocupados por ti ¿Dónde has estado, mi niña? – preguntó María con voz tambaleante.

Yo entendía muy bien a qué se debía su sorpresa, pues probablemente me había visto bajar del auto de Jeimy. De seguro ya imaginaba que yo me había pasado toda la noche anterior y casi todo el día de hoy junto al hombre que ahora aparentaba ser mi amante. La verdad es que no me importó en lo más mínimo lo que pudieran pensar, pues yo sabía que no tenía nada con Nicolás y que nuestra relación había terminado oficialmente desde hacía unos días.

– Sólo vine por algunas cosas de importancia, te dije que me iría de vacaciones y me he estado preparando para ello – respondí volteando a verla con el objetivo de que calmara sus nervios.

– ¿Te irás desde ya? – preguntó preocupada, entrando ya en mi aposento.

– Sí. Me iré con él y no quiero que sigas mirándome como que hice algo malo ¡Ya no tengo nada con Nicolás! – exclamé tomando mi bolso y con todas mis cosas.

– Solo me preocupo por ti ¿Quién es ese señor? ¿Y si te hace daño? – preguntó María, acercándose a mí.

– Lo conozco hace un tiempo. Y no pienses mal, solo estuve con él anoche. Quizás hice mal en irme sin avisar, pero creo que soy adulta y tengo derecho a tomar mis decisiones – respondí sentándome en una esquina de la cama.

– ¡Mi niña! ¿Qué has hecho? – exclamó con lástima, al mismo tiempo que sostenía mi rostro entre sus manos.

– No lo sé María, pero lo que sí tengo claro es que con él me siento feliz, es amable ¡Es todo un caballero! Además en una sola noche me ha dado todo lo que Nicolás me negó durante mucho tiempo – Comenté sincera, a la vez que la miraba fijamente a los ojos.

− ¿Y si sólo te está usando? ¿Y si solo quiere aprovecharse de tu ingenuidad? Después saldrás lastimada y a eso le tengo miedo – explicó muy convencida de cada palabra.

Sus profundas palabras me hicieron pensar en que tal vez tenía razón, quizás Jeimy  estaba conmigo solo para divertirse un rato y yo de crédula creyendo que tal vez esté enamorado de mí como lamentablemente ya estaba yo de él. Pero si esto fuese así ¿Por qué insiste en llevarme a Hawái con él? Decidí no pensar en eso, de todas formas si Jeimy estaba utilizándome, pues yo también me encontraba en la misma situación; puesto que había decidido irme con él principalmente para disfrutar de su intimidad. Mirándolo desde ese punto de vista, quizás no éramos tan diferentes.

− Es muy probable que tengas razón, pero… Entiéndeme María ¡Necesito esto! – exclamé con seguridad.

− Estoy tratando de entenderte Larimar. Me quedaré tranquila, pero primero prométeme que vas a cuidarte – advirtió a la vez que colocaba sus manos sobre mi vientre.

− ¡Lo haré! – me puse de pies – El lunes estaré aquí – me despedí saliendo a toda prisa del cuarto.

Caminaba a toda prisa con mis pertenencias en brazos; María venía detrás de mí como queriendo evitar mi salida del lugar, en cambio no decía palabra alguna, tan solo seguía todos y cada uno de mis pasos hasta llegar a las afuera de la casa. Al salir al jardín, la oscuridad del exterior llamó por completo mi atención, pues al parecer me había entretenido bastante buscando mis cosas y la noche ya estaba a punto de caer. Abrí la pequeña puerta peatonal para concluir mi salida de la casa, en eso Jeimy bajó del auto para abrirme la puerta como todo un caballero. Tomó mis cosas, me ayudó a subir y luego cerró la puerta. Por un instante se quedó a ver el rostro de María que lucía muy preocupado por mi partida.

− Estará bien conmigo, pase buenas noches – exclamó Jeimy en dirección a María, mientas se subía al auto.

Ella no dijo palabras, pues a simple vista podía verse el nudo que tenía en la garganta. Tampoco pude decir nada, más que levantar mi mano para decir adiós, a la vez que el auto adquiría velocidad.

− ¿Es tu madre? – preguntó mirándome de reojos, después de no haberme dirigido la palabra en todo el viaje.

− No, no lo es. Es amiga, mi madre está internada – respondí sin voltear a verle.

La verdad es que estaba enojada por la forma en la que estaba actuando, siempre había sido cariñoso conmigo, en cambio hoy estaba distante, como si no disfrutase de mi presencia.

− ¿Está enferma o algo así? – preguntó, pero no pude identificar si lo dijo preocupado o extrañado.

− Tiene Lupus, está en un Centro donde cuidan de ella a la perfección – comenté con el mayor desánimo que había sentido en toda mi vida.

− Oh, siento lo de tu madre – hizo una pausa − Oye Larimar, siento mucho lo de hace un rato. Era algo importante, por eso tuve que contestar las llamadas – explicó con una voz apenada.

− No te preocupes, ya estoy acostumbrada a ser ignorada durante mucho tiempo – recalqué mi poco interés, haciendo referencia a que se estaba pareciendo a Nicolás, mi esposo.

− No me compares con ese maldito imbécil – gritó con enojo entendiendo mi indirecta a la perfección.

− ¡Maldito imbécil! – mofé − Pues si no quieres que te compare… pues deja de actuar igual a él.

− Mira Larimar – respiró profundo – Me estoy disculpando contigo ¿Acaso eso no vale? – preguntó ahora más sereno.

− Lo siento Jeimy, pero no voy a continuar discutiendo en el auto – concluí.

Después de esa corta discusión ambos quedamos en silencio. Estábamos a punto de llegar a nuestro destino cuando recordé haberle prometido a María que usaría protección, es por eso que me vi en la obligación de romper el silencio.

− Necesito ir a la farmacia – dije de repente.

− ¿Qué? ¿Para qué? ¿Estás enferma? – preguntó insistente.

− Son demasiadas preguntas. Sólo llévame a la farmacia, por favor – pedí arqueando los ojos.

Sin decir ninguna palabra, retornó de repente hasta llevarme a la farmacia más cercana del lugar. Cuando llegamos ya estaba oscuro y la calle se veía desierta, pero aun así no dudé en bajarme del auto para caminar a grandes pasos hasta la farmacia.

− ¿A dónde vas? – Gritó Jeimy – Espera, iré contigo – dijo a serena voz.

− Está bien – dije volteando a verlo.

El salió del auto y tomó mi mano entre la suya. Cuando me tocó sentí una corriente eléctrica recorrer todo mi cuerpo. Era increíble y difícil de describir los sensaciones que sentía con solo tocar su suave piel, más el olor de su perfume que me hacía volar por los cielos. Me sentía tan feliz de tenerlo cerca, y aunque estaba algo molesta con él, me era imposible no disfrutar de su agradable compañía.

Entramos en el lugar hasta acercarnos a la ventanilla, donde yacía sentada una joven castaña, de tez clara, quien iba a asistirme en mi compra. Me acerqué muy cordial a ella, le pedí las pastillas anticonceptivas y le entregué mi tarjeta de crédito. Al cabo de unos segundos la compra había terminado, tomé la pequeña caja entre mis manos mientras caminábamos hasta la salida. No habíamos llegado bien al auto cuando Jeimy me esperó con una peligrosa pregunta.

− ¿No te estabas cuidando? – preguntó fulminante con rostro de angustia.

− ¡¿Eh?! – Quise quedarme callada, pero su rostro angustiado me hizo lanzarle una respuesta inesperada – Si, es solo que se me habían terminado – mentí impulsivamente a tambaleante voz y con el corazón en la boca.

− ¡Uf! – Resopló con alivio – No queremos un embarazo inesperado después de tan maravilloso sexo – Comentó con sus hirientes palabras.

No sé por qué, pero escuchar aquellas palabras fue tan doloroso para mí. Tampoco quería un embarazo, sin embargo no se escuchaba tan mal el saberme esperando un niño de un hombre  tan atractivo y que más me ha gustado en toda mi vida.

Llegamos a la casa y después de un largo rato subiendo las bolsas hasta el segundo piso, me lancé exhausta sobre la cama. Jeimy se había quedado abajo con Elena, tal vez traería algo de cenar. Estaba revisando todos los mensajes y llamadas de mi teléfono móvil cuando el sonido de la puerta me obligó a alzar la vista con el fin de saber quién se acercaba. Era Jeimy, no fue necesario verlo puesto que su increíble fragancia ya había inundado el cuarto de solo abrir la puerta.

− Que bueno que aun estas aquí. Quiero disculparme una vez más – dijo y después se sentó a mi lado.

−No te preocupes, ya lo olvidé – mentí. Aun me sentía algo enojada con él.

− La llamada era de mi trabajo. Me iré por un fin de semana, debo asegurarme de que todo esté en perfectas condiciones antes de irme – se excusó sincero mientras me sentaba sobre sus piernas.

− Lo entiendo – dije – Pero la próxima vez debes informarme ¿Si? – añadí mirándole a los ojos.

− Por supuesto preciosa – contestó sin pensarlo dos veces.

Sus ojos miel eran tan hermosos que no podía dejar de verlos, más su sabroso aliento chocaba con mi rostro, haciendo erizar mi piel por completo. Estaba sobre sus piernas, con mis manos sobre su cuello, mientras él jugaba con mi cabello y de solo pensar en que estábamos a solas en su cuarto, me daban ganas de comerlo a besos hasta terminar siendo solo uno. Jamás imaginé poder estar así con él, no podía esperar a que me hiciera suya. Iba a besar sus hermosos labios rojos, lo cuales estaban frente a mí, provocándome a probar de su deleitante sabor, cuando fui interceptada por las siguientes palabras.

− Debo darme un baño – exclamó dejándome sobre la cama – Aunque puedes ducharte primero si quieres, así puedo aprovechar el tiempo para ir por la cena – añadió sonriente.

− Tienes razón, pero primero voy a preparar mis maletas para el viaje – dije a la vez que comenzaba a sacar todas las prendas de las bolsas.

− De acuerdo, yo estaré abajo. Tengo que terminar de arreglar unas cosas antes de irme – respondió mientras salía del cuarto.

Comencé a alistar mis maletas y mientras lo hacía, no dejaba de pensar en lo extraño que Jeimy estaba actuando. Era como si estuviera ocultándome algo, puesto que si él estaba contestando llamadas de trabajo ¿por qué no podía contestarlas frente a mí? Definitivamente eso me preocupaba un poco.

Después de varias horas, terminé con todas las maletas, Elena me había dejado algo para cenar pero Jeimy aún no llegaba al cuarto. Así que después de esperarlo un largo rato, decidí meterme al baño algo decepcionada, pues al parecer hoy no habría nada de diversión.

Estaba ya en la ducha, el agua fresca de la lluvia artificial recorría todo mi cuerpo. No dejaba de pensar en Jeimy, por lo que mi cuerpo comenzó a calentarse de solo recordar todas las caricias y el placer de la noche anterior, el delicioso sabor de sus besos, imaginar su lengua entrando en mi cuerpo y en mi boca me hacía estremecer por completo.

Cuando me di cuenta ya estaba muy excitada, mis pezones estaban muy arrugados y mi vagina demasiado húmeda. Comencé a acariciar mis pezones despacio, mientras que la otra mano descendía suavemente hasta mis pliegues para dejar delicados pero placenteros masajes sobre ellos. Continuaba tocándome satisfactoriamente, en cambio mi cabeza imaginaba que estaba con el hombre que había sido capaz de satisfacer cada centímetro de mí, estaba con quien sabía hacerme explotar de placer, era Jeimy el dueño de todos los gemidos que ahora salían de mi boca.

− ¡Oh, Jeimy! – gemí intensamente de placer al mismo tiempo que aumentaba la velocidad. Me sentía prácticamente en las nubes cuando inesperadamente sentí sus grandes manos tocando mis caderas, mientras su boca se enterraba sin piedad dentro de mi cuello.

− ¡Oh Jeimy, mi amor! – volvía a gemir ahora profundamente.

− ¿No pensabas esperarme, preciosa? – preguntó mi hombre girándome hasta colocarme ahora frente a él.

No me di cuenta el momento exacto cuando entró al baño hasta meterse conmigo bajo la ducha, lo único que sabía era que mi hombre estaba junto a mí completamente desnudo, mientras frotaba su cuerpo contra el mío.

− ¡Ah, Jeimy! Otro gemido me cautivó cuando él tomaba mis senos entre sus manos para devorarlos suavemente con su lengua.

– Estabas ocupado, pensé que no habría nada de diversión – respondí a sofocante voz.

− Te equivocas muñeca, siempre habrá diversión. Además esta mañana prometí darte mucho sexo y sexo, te voy a dar – dijo haciendo énfasis en las últimas palabras.

Se acercó lentamente hasta mi rostro, estábamos tan cerca uno del otro que nuestras narices podían rozarse. El dulce aliento de su sofocante respiración chocaba contra mis labios. Y ¡Wau! Eso sí que me encantaba, dejó caer sus labios sobre los míos e inmediatamente yo le correspondí, no me hice esperar. Era un pecado tener sus suaves y carnosos labios entre los míos, el sabor de su saliva me hacía gemir desenfrenadamente, mientras el apretaba mi trasero con fuerza. El beso comenzó cálido y apasionado, para luego volverse demandante y agresivo. Su lengua se encontró con la mía haciendo erizar toda mi piel.

Una de sus grandes e inquietas manos descendió suavemente por todo mi abdomen hasta llegar a mis labios íntimos, comenzó a acariciarlos despacio al mismo tiempo que yo no paraba de gemir de placer, pero no tardó mucho tiempo en esa posición, mas colocó sus manos en mi cintura y se acercó hasta mi oído.

− Estás muy húmeda preciosa, déjame penetrarte – susurró con la voz ronca por la excitación.

− ¡Hazme tuya! – exclamé entre gemidos y jadeos.

Mis palabras sirvieron de impulso para Jeimy, pues me giró demandante y pegándome duro de frente contra la pared, bajó sus manos hasta mis glúteos, los separó un poco hasta hacerse espacio entre ellos. Sentí como dos de sus dedos entraban despacio en mi interior, el placer era inmenso y yo no podía callarlo.

– ¡Ah! Jeimy vas a matarme de placer – exclamé muy excitada por sus interminables locuras eróticas.

− ¿Te gusta eso? – sacó sus dedos − Prepárate porque ahora viene lo mejor – dijo mientras su falo se introducía despacio en mi interior.

No sé si era por la posición, pero sentía tan grande su grosor que por unos segundos temí que mis piernas fueran a desprenderse en el placentero vaivén. Sus fabulosas embestidas estaban logrando su cometido y al cabo de unas cuantas arremetidas más, sentí como entre intensos gemidos un profundo orgasmo recorría mi interior, provocando un fallo en mi equilibrio. Mis piernas flaquearon, estaba temblando, sentí que iba a caer de bruces al piso cuando los fornidos brazos de Jeimy sostuvieron mi cintura hasta rodearla por completo.

Me giró despacio hasta ponerme frente a él y con un ligero esfuerzo me levanto del suelo mientras yo enredaba mis piernas a su cintura. Mis piernas estaban sobre sus brazos cuando él se acercó a mi oído, entre tanto yo descansaba mi rostro sobre su hombro.

− ¿A dónde vas?  Aunque estés temblando… no vas a escaparte de la fiera, preciosa – comentó volviendo a meterlo, pero ahora bruscamente – yo gemí en un grito de placer.

Jeimy continuó sus perfectas y placenteras arremetidas que me hacían quejar deleitosamente, mientras yo me aferraba más y más a su perfecto cuello. Me sentía tan débil después de llegar al clímax con tanta intensidad, pero el placer persistía en mi interior, provocando que el sonido de sus gemidos resonaran con el eco del cuarto de baño al unirse con los míos entre la agitada respiración que ambos teníamos.

− Quiero que te vengas otra vez – repetía una y otra vez, a la vez que me sometía a velocidad entre sus brazos.

Escuchar su excitada voz como un susurro en mi oído, mientras el agua no dejaba de caer sobre nosotros. Provocó que un segundo e igual de complaciente espasmo transitara mi figura deleitosamente, hasta hacerme caer redonda a sus pies. Si antes estaba enamorada de Jeimy, pues ahora lo estaría aún más, pues cada vez que me lo hacía, lograba hacerme estallar de todas y cada una de las formas posibles.

− ¡Wau! ¡Eres un Dios! Me encanta como me lo haces – exclamé con el último hilo de voz que me quedaba.

− ¿Te gusta eso? – preguntó mientras aumentaba considerablemente la velocidad.

− ¡Si! Me encanta que hagas eso – respondí entre gritos y quejidos por la extrema violencia de sus choques.

− ¡Eres mía preciosa! ¡Sólo mía! – exclamó en un abismal gemido, acompañado de un intenso espasmo, a la vez que lo sentía correrse en mi interior.
− Me gustas mucho, bombón. Me encanta hacerlo contigo – dije besando intensamente sus carnosos labios.

Después de ese maravillo y espectacular "baño", regresamos complacidos a la cama, yo busqué una de las pocas batas que había comprado para dormir y cuando estaba a un paso de  ocuparla, Jeimy se lanzó sobre mí hasta arrancarla de mis manos.

− Ni creas que usarás eso estando conmigo – exclamó con una sonrisa pícara después de lanzarla por los aires.

− ¿Qué te pasa? Es solo una ropa de dormir ¿Con qué se supone que voy a dormir? – pregunté confundida ante su inexplicable actuación.

− ¡Desnuda! – Exclamó lamiendo su labio inferior – Te quiero desnuda en mi cama – añadió mientras se acercaba con lujuria en la mirada.

Enredó sus brazos a mi cintura a la vez que acercaba sus húmedos labios a mi cara. Respiré su delicioso aliento cuando chocaba con mi delicado rostro de piel morena e inmediatamente conocí sus intenciones. Por un momento quise caer en su placentera y pecaminosa tentación, pero recordé que debíamos partir muy temprano por lo que teníamos que descansar un poco.

− ¡Aléjate pervertido! ¡Eres un sátiro! – exclamé a la vez que lo empujaba hasta alejarlo por completo de mí.

− ¿Estás huyendo de mí? – preguntó entre risas traviesas y rostro asombrado.

− No estoy huyendo, es solo que hay que descansar – respondí metiéndome bajo las cobijas.

La verdad estaba muy agotada después de tal prodigioso acto sexual, que en lo único que pensaba era en hibernar durante toda la noche. No sé, pero tal vez Jeimy tenía razón y yo estaba huyendo él.

− Está bien, te dejaré descansar. Pero solo será por un rato, todavía me debes uno ¿Recuerdas? – preguntó sentándose desnudo a ahorcadas sobre mi cuerpo.

− No es justo. Tú fuiste malo conmigo, yo solo quería un poco de venganza – resoplé haciendo un puchero.

− ¿Un poco? Tuviste demasiada venganza, ahora tengo que castigarte – besó mis labios y luego se puso de rodillas sobre la cama – Descansa, que en un par de horas vendrá tu castigo – añadió y luego se levantó rozando su enorme miembro por todo mi rostro.

Quizás sea algo pervertido de mi parte, pero eso en vez de disgustarme fue todo lo contrario, me encantó. La fragancia de sus genitales era excitante y placentera, como deleitarse de un caro y maravilloso perfume. Me quedé algo tonta después de su repentina provocación, no quería que él notase el morboso encanto que provocó en mí, así que debía decir algo rápido para eludir sospechas.

− ¡Eres muy sucio, Jeimy! – exclamé con supuesto enojo a la vez que cubría mi rostro entre las sábanas para cubrir mi sonrisa de satisfacción.

− ¿Ahora vas a negar que te gustó? – mofó.

− Estoy dormida, hasta mañana – dije sin descubrir mi rostro.

Descubrí ligeramente mi rostro después que todo rastro de mi enfermiza risa había desaparecido, para encontrarme con un Jeimy sereno que alistaba cuidadosamente todas sus cosas dentro de las maletas. Su cuerpo estaba cubierto con un albornoz de tela de felpa, su hermoso cabello castaño permanecía húmedo aún y sus encantadores ojos miel me llenaban de paz al tenerlo tan tranquilo y sereno muy cerquita de mí. Me entretuve mirando su atractiva figura hasta caer en un profundo sueño.

¿Lo hacemos otra vez? (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora