Eran las cinco de la tarde, había dormido por largas horas debido al desvelo de la noche anterior. Llamé a mamá y me disculpe por no haber ido a verla, le conté que había discutido con Nicolás y ella lo entendió de inmediato. Había pasado toda la tarde cargando mis cosas hasta la habitación de al lado, María y Luisa me estaban ayudando en la tarea. Tomé la decisión de mudarme de aposento después de descubrir los verdaderos sentimientos de mi esposo hacia mí, me dolía bastante el saber que ya no estaría en la misma cama con él, pero a la vez me llenaba de paz el no tener que soportar verlo pasearse semidesnudo a mi alrededor, mientras ignoraba mi presencia.
– ¿Estás segura que quieres hacer esto, mi niña? – preguntó María, a la vez que empacaba mis cosas en una caja.
– Estoy muy segura – asentí con firmeza.
– ¿Por qué no tratan de arreglar las cosas? Ustedes se quieren mucho, no derrumbes tu matrimonio – Decía con una mirada de lástima.
– Ya estoy cansada María, he intentado de todo con Nicolás. Ya estoy hastiada de la soledad – dije como si estuviera cansada de la vida.
– Todas las parejas tienen problemas, habla con él mi niña – dijo soltando las cosas para voltear a verme.
– No comemos juntos, no me llama, no me toca, no me besa ¿cómo puedo vivir con un hombre que ni siquiera me besa? – le explicaba con algo de enojo.
– ¿No te besa? – preguntó con sorpresa.
– No recuerdo la última vez que lo hizo ¿y sabes que es lo peor? – pregunté frunciendo ceño.
– ¿Qué puede ser peor? – preguntó desconcertada.
– No tenemos intimidad desde hace un año – dije seria.
– Mi niña ¿cómo has vivido todo éste tiempo tan tranquila? No sabía que el problema fuera tan grande – preguntó con preocupación a la vez que se sentaba a mi lado.
– No te imaginas todos los malos ratos y los rechazos que he recibido de su parte, ya me casé María, no lo soporto más, necesito mi propio espacio, necesito sentirme libre, necesito tiempo para decidir qué haré de ahora en adelante – expresé desde lo más profundo de mi corazón.
Estuvimos hablando durante varias horas hasta terminar de mover todas mis cosas. Decoramos mi nuevo aposento con cortinas blancas y doradas, justo como me gusta, tenía un pequeño vestidor y un poco más a dentro estaba el baño, que aunque no contaba con una bañera, lucia muy hermoso y amplio. Lo acomodé a mi gusto, pues éste sería mi refugio de ahora en adelante. Agradecí a María por haberme acompañado y por escuchar mis lamentos, a lo que ella asintió sin problemas, nos despedimos y me metí al baño para luego cambiarme de ropa.
Había quedado de juntarme con Daniela, cenaríamos juntas, pues tenía que contarle todo lo que me había sucedido en tan corto tiempo. La había visto el día anterior pero las cosas se salieron de control en una sola noche.
Estuve bajo la lluvia artificial durante un largo rato, no dejaba de pensar en la noche anterior, todo lo que pasó en la playa, en como estuvimos mojados bajo la luz de la luna, esa era sin duda alguna la experiencia romántica más hermosa que había vivido jamás. Sólo nos hizo falta entregarnos por completo el uno al otro o recibir ese beso que tanto anhelaba, hubiese sido suficiente para enamorarme por completo.
Me vestí algo sencillo, sólo unos jeans y camisa, me hice una cola en el pelo y sólo coloqué un brillo ligero sobre mis labios. Me sentía muy triste, como si algo se hubiera roto dentro de mí, pues me dolía el saber que me estaba separando de Nicolás, él había sido mi acompañante por largo tiempo, no era como que dejarlo sea algo que me hiciera feliz, pues en el fondo sabía que lo quería bastante.
Bajé las escaleras, me despedí de María haciéndole saber que llegaría tarde. Le pedí que por favor le dijera a Nicolás que no me esperara, claro, que se lo hiciera saber, solo si él preguntaba por mí, cosa que yo dudaba bastante.
Tomé las llaves del auto entre mis manos y me puse en marcha hasta el restaurante donde me encontraría con mi amiga. Llegué rápido sin ningún contratiempo e inmediatamente puse un pie dentro del lugar, vi a Daniela con una sonrisa mientras gesticulaba con sus manos que me acercara a ella. Estaba sentada en una mesa para cuatro, justo en la terraza del sencillo pero hermoso restaurant.
– Larimar ¿Cómo estás? ¿Por qué estás tan triste? – preguntó Daniela, dándome un fuerte abrazo.
– ¡Ay amiga! Tengo tanto que contarte – rechisté.
– Déjame adivinar ¿Jeimy o Nicolás? – preguntó a la vez que nos acomodábamos en la mesa.
– Ambos – la miré entre ojos – Me llené de valor y le pregunté a Nicolás si me amaba y su silencio fue la respuesta. Estuve llorando toda la noche – bajé la mirada con los ojos algo húmedos – Luego Jeimy llamó – dije volviendo la vista.
– Seguro que te alegró la noche – dijo colocando las manos en su pecho.
– Bastante – dije comenzando a sonreír otra vez – Se molestó al escucharme llorar y se apareció en casa – dije esto seguido de una risa tímida.
– Eres una chica muy mala, Larimar ¿cómo te atreviste a darle la dirección? – preguntó con asombro.
– ¡Yo nunca se la dije! El la investigó por su cuenta, me hizo abrir la puerta y luego me “secuestró” – expliqué con satisfacción al mismo tiempo que gesticulaba un No con mis dedos.
– ¿Cómo que te secuestró? Explícame eso – preguntaba con el ceño fruncido mientras se acercaba más a mí.
– Me tomó entre sus grandes y masculinas manos y luego me llevó sobre sus hombros ¡Fuimos a la playa! – expliqué, me mordí el labio inferior seguido de un suspiro profundo.
– ¡Wau, Larimar! – Exclamó – Jeimy es todo un romántico. Supongo que… – carraspeó – Los dos solos ¿Lo hicieron verdad? – preguntó sin más después de un largo preámbulo.
– ¡Que va! – Bufé – No me tocó, ni siquiera nos besamos. Dijo que no va interferir con mi relación – terminé de explicar con decepción.
– Tiene razón, no deberías estar saliendo con nadie, ¿recuerdas lo que pasó la última vez? – preguntó.
– Obvio que recuerdo, pero ya no te preocupes por Nicolás, esta mañana me moví con todas mis cosas a otro cuarto. No quiero nada con él – confesé convencida y seria.
– ¡Oh por Dios! ¿Te enamoraste de Jeimy? – exclamó cubriendo sus labios.
– ¿Qué cosas dices? ¡No! es sólo que me cansé de la soledad, soy joven, necesito divertirme, ¡necesito vivir! – exclamé haciendo énfasis en las dos últimas palabras.
– Y… ¿Qué piensas hacer? ¿Divorciarte? – preguntó cada vez más sorprendida.
– Por el momento no. En un futuro, tal vez – respondí segura de mí misma.
– Y el tratamiento de Mariana ¿Cómo lo vas a pagar? ¡Tendrás que trabajar! – exclamó con duda.
– Lo sé, ya lo tengo todo planeado. He ahorrado dinero, con eso voy a alquilar un lugar, buscaré empleo y listo – dije restándole importancia.
– Puedo ayudarte con lo del empleo, quizás haya una vacante disponible en una de las sucursales Sullivan – comentó en son de ayuda.
– Tranquila. No dudes de mi capacidad para conseguir trabajo, prefiero guardar tu tentativa oferta ante una emergencia – dije sonriente.
– Como tú digas, solo quiero que sepas que estaré allí para ayudarte, Larimar. Yo te apoyaré en todo lo que decididas – dijo tomando mis manos.
Luego de esto, nos dimos un profundo abrazo. Definitivamente Daniela es una verdadera amiga, me había apoyado en todo desde la infancia y sus hermosas palabras de comprensión me hicieron quererla mucho más aún. Continuamos nuestra plática por un buen rato, a la vez que disfrutábamos de una encantadora cena, hasta que fuimos interrumpidas por dos galantes caballeros.
– ¡Buenas noches! – dijo uno.
– ¿Podemos acompañar a tan hermosas damas? – preguntó el otro muy cordial.
– Solo si demuestran ser unos verdaderos caballeros – respondió Daniela, con una media sonrisa en los labios, a la vez que los invitaba a sentarse.
– Soy Aníbal González y él es mi amigo… − dijo el primero estrechando su mano hacia mi amiga.
− Alejandro Cooper, un placer saludarle – interrumpió el segundo, dándole la mano a Daniela, para luego dirigirla hacia mí.
Aníbal González era un hombre joven de tez clara, con rizos dorados y ojos grises era alto y robusto y su voz era bastante varonil; En cambio Alejandro Cooper era de tez más oscura, ojos cafés, su cabello negro intenso y lacio que llevaba peinado hacia atrás. Ambos vestían saco y corbata y por su apariencia, daba la impresión de ser hombres de negocios; además de que eran esbeltos y sobre todo muy educados.
− Soy Daniela Sandoval, el placer es mío – dijo Daniela muy cordial, mientras sus ojos se posaban intensamente sobre el caballero de risos dorados.
− ¡Larimar! ¡Larimar Olson! − dije, con una media sonrisa en dirección al joven pelinegro.
Inmediatamente dichas estas palabras, Daniela fijó sus ojos en mí con mucha sorpresa, pues era la primera vez en mucho tiempo que me escuchaba presentarme con mi nombre de soltera. Quizás haya sido algo muy precipitado de mi parte, pero por algo debía de comenzar, además quería dejar atrás la extraña vida que llevaba con Nicolás y volver a usar mi apellido, quizás sería un buen comienzo.
Estuvimos conversando amablemente con los dos galantes caballeros durante algún tiempo, mientras yo no podía pasar desapercibida todas las miradas de parte de mi amiga para Aníbal, sin duda que se gustaban, pues no dejaban de mirarse y sonreír. No me extrañaba que tan elegante caballero se fijara en mi amiga, puesto que ella era una mujer elegante también, era alta y su largo cabello castaño claro, llegaba hasta su cintura, tenía los ojos grandes y marrones; además tenía la tez clara y siempre vestía formal debido a su trabajo de Economista en uno de los Hoteles Sullivan. Yo en cambio, trataba de dirigir mi vista hacia el pelinegro, con el objetivo de no interferir con las miradas de Daniela y el rubio; no era como si me gustara Alejandro, pero tenía buena apariencia y su manera de hablar, demostraba lo inteligente que era.
− Y ¿cuál es el motivo de reunión de tan galantes caballeros en este humilde restaurant? – preguntó Daniela con una voz un tanto sensual, mostrando interés en Aníbal.
− Pues trabajamos por aquí cerca, nos agobiamos con tanto trabajo que olvidamos almorzar y este era el lugar más cercano para cena – respondió Aníbal muy cortés y sonriente.
− Y ¿se podría saber en que trabajan? – pregunté con interés, trasladando la mirada entre uno y otro.
− ¿Reconoces la empresa naviera internacional llamada Cooper & Cooper .INC? – dijo Alejandro, colocando los codos sobre la mesa, al mismo tiempo que me miraba intensamente.
− ¡Claro! Es una de las más importantes del país y a nivel internacional – exclamé con sorpresa.
– Pues mis padres son los dueños de tal empresa, y yo el Joven administrador – añadió un tanto presuntuoso, con una media sonrisa dibujada en su rostro.
− ¿Y usted? ¿También trabaja con él? – Interrogó Daniela efusiva, en dirección al rubio.
− No, yo trabajo en una aerolínea – respondió Aníbal serio.
− Y ¿Cómo qué trabaja? Claro, si se puede saber – continuó Daniela, aun mas intrigada.
− ¡Pues soy el dueño! – exclamó Aníbal, recostándose sobre el espaldar de la silla. − Todos reímos en conjunto.
− Y la Srta. Olson ¿en qué trabaja? – me interrogó el pelinegro interesado en la respuesta.
− No trabajo por el momento – respondí fría y neutra.
− Y ¿usted hermosa joven a que se dedica? – preguntó Aníbal con la mirada aún fija en mi castaña amiga.
− Trabajo como Economista en uno de los Hoteles Sullivan – respondió ella, sin dejar de mirar fijamente los ojos del rubio.
− ¡Oh! Mira que coincidencia; tengo un amigo que trabaja allí – exclamó Aníbal, con sorpresa.
− Haciendo un paréntesis. ¿Conoces al caballero de allá atrás? Pues te digo que te ha estado mirándote fijamente durante toda nuestra conversación – me preguntó Alejandro, rompiendo el hielo.
− ¿A mí? – interrogué extrañada, al mismo tiempo que giraba sobre mi asiento buscando el supuesto observante.
No fue necesario escudriñar con la mirada aquel afable y acogedor lugar, puesto que al instante de fijar la vista al otro lado de la calle, pude observar a aquel galante caballero de ojos miel que yacía inclinado sobre una hermosa Range Rover negra. Vestía un llamativo sombrero negro a conjunto con su elegante traje hecho a la medida, en su rostro se posaba un rayo de luz artificial, haciendo que solo un hemicuerpo le sea visible con claridad; y sus ojos quedaban evidentemente clavados en mi persona.
− ¿Y entonces? ¿Lo conoces o no? − volvió a preguntar ante mi silencio.
− ¡No! – exclamé volteando a verle − ¿Por qué habría de conocerlo? – pregunté con el ceño fruncido.
− Me extraña – exclamó en un suspiro – Pues él asegura conocerte muy bien ‘‘Bastante bien’’ – expresaba haciendo énfasis en las dos últimas palabras, a la vez que gesticulaba comillas con sus dedos.
Inmediatamente Alejandro articuló esas palabras, vi cambiar el semblante de su rostro, el cual; pasó de ser una cuestión intrigante a una acusante, como si quisiera retarme. Además Daniela y Aníbal solían estar muy enfocados uno con el otro, voltearon abruptamente la mirada, para fijarse con desconcierto sobre mí. Al ver las miradas de las tres personas allí presente, ocasionó que una ira profusa invadiera por completo todo mi ser, haciéndome gritar con enojo.
− ¿Qué clase de broma de mal gusto es esta? – pregunté alzando la voz, al mismo tiempo que me levantaba sobre mis pies.
− Tranquila preciosa ¿Por qué tan enojada? – susurró a mi oído una voz masculina, a la vez que sus fornidos brazos se enredaban intensamente a mi cintura.
No fue difícil identificar al propietario de aquellas robustas extremidades, puesto que ya reconocía aquella excitante fragancia, la cual invadió súbitamente mis narices haciendo que mi enojo desapareciera de manera veloz; entre tanto su nombre se escapaba como un gemido entre mis labios.
− ¡¿Jeimy?! – exclamé sorprendida, a la vez que me giraba lentamente buscando sus ojos con los míos. – ¿lo hiciste a propósito, cierto? − pregunté en un tono de voz casi inaudible.

ESTÁS LEYENDO
¿Lo hacemos otra vez? (+18)
RomanceLarimar es una jóven en un matrimonio con un hombre millonario, pero disfuncional por lo que le gusta alguien más y así que decide divorciarse pero no vuelve a ver aquel hombre que le gustó hasta un tiempo después, así que ahora debe volver a enamo...