CHARLOTTE
—¿Te quedas o vienes con nosotras?
Rita y Allegra, que es la enfermera que suplanta a Shonda en el turno de hoy, me miran con curiosidad.
—No —me desplomo en la silla y no finjo en demostrar cuán agotada me siento—. Vayan ustedes. El café me cae mal y no tengo ganas de socializar con el resto de los enfermeros o doctores.
Rita pone cara de desagrado. Su labio se frunce en una de las comisuras, denotando el asco que le generó mi respuesta.
—Eres bieeen aburrida —dice.
—Lo soy —me encojo de hombros—, y me vale.
Allegra resopla, se quedan unos minutos haciéndome compañía y cuando se dan por vencidas en sus intentos por alejarme del ala psiquiátrica, se van por el pasillo directo a beber algo al bar de la esquina, aprovechando su rato de descanso.
Que se vayan nomas.
Después de lo dicho por Ciro no pienso perderme ni un sólo segundo de vigilancia. Me voy a quedar las ocho horas de ser necesario acá sentada esperando porque al gran médico o al director encargado de encerrar a Harper, se les dé por aparecer.
Me cruzo de brazos y piernas y me repantigo en la silla plástica de color blanco.
Hoy no escuché los gritos de Harper desde que llegué y por lo que he averiguado aún no le toca la sesión de electroshock. Sesión que las lengua sueltas de las enfermeras, me afirmaron, recibe a diario.
Miro el reloj digital en la pared que está frente a mí. Son exactamente las once y cuarenta y cinco de la noche. En cualquier instante debería de llegar alguien.
En cualquier maldito instante que...
—Disculpa, ¿qué haces aquí?
La voz que proviene de mi lado derecho me hace erguir con rapidez.
Miro de dónde llega el matiz vocal y mi yo interior se cae de culo cien veces al reconocer la cara que sale por completo del ascensor y me ojea entre malhumorado y libidinoso.
Es la primera vez, los primeros micro segundos en que nos vemos face to face pero aun así no disimula la bestia asquerosa que es.
Paxton Dickens.
El médico de Harper.
Es él quién hace las prácticas de electroshock.
—Te pregunté qué estás haciendo aquí —repite con mordacidad.
—Mi guardia —me pongo de pie y con sutileza me arreglo la camisa del uniforme. Desprendí los primeros botones a drede.
—Según tengo entendido todos los enfermeros salen a tomar descanso ahora —replica desconfiado pero sin dejar de verme el escote y el monte que forman mis tetas.
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Sugar Baby © (A.A II)
Romance«Bienvenidos a las relaciones mutuamente beneficiosas. En éste lugar los Sugar Daddies o Mommas obtienen lo que desean, cuándo desean» El destino, tan travieso y descarado otra vez me ha puesto aquí, en este lugar... En la misma situación. Como un...