DAVID
A paso lento cruzo el umbral.
Estoy peor que un adolescente inseguro y más nervioso que un niño que acabó de cometer una travesura.
Tengo el estómago hecho un nudo, la cabeza comprimida y el pecho ardiéndome.
Estoy que me desbordo de emoción pero también del miedo.
Acorto las distancias hacia el pequeño living comedor del departamento de Charlotte y retengo el aire en mis pulmones cuando veo a mi hijo sentado, con una pierna cruzada sobre la otra, las manos cerradas en puños y la mirada puesta en mí.
Siento que no puedo respirar, que quiero llorar, que mi corazón dice una cosa y mi cuerpo otra completamente distinta.
No puedo hablar, tampoco moverme, ni siquiera gesticular. Mis ojos se empañan y empieza arderme la nariz. Me contengo de derramar lágrimas.
David Henderson jamás se quiebra delante de desconocidos.
Aunque el otro sujeto sentado a la mesa sea de entera confianza de Charlotte, no me voy a quebrar frente a él.—David —un murmullo suave y una palmadita en mi espalda me hacen sacudir apenas la cabeza—... ¿Estás bien?
Afirmo a la preocupada cara de Charlotte y me acerco lo suficiente a la mesa.
Trago saliva con dificultad cuando me paro a pocos pasos de Nicolas.
—¿Cómo es que tienes el jodido descaro de venir aquí? —la vileza con que habla me eriza la piel. Mi cuerpo tiembla sensiblemente y opto por quedarme de pie, con la respiración agitada, y todo mi ser a punto de colapsar—. No puedo creer —suelta una venenosa risotada y sacude de un lado para otro la cabeza, mientras apoya el antebrazo en el respaldo de la silla—. ¿Qué sigue ahora? ¿Acaso me vas a abrazar? ¿Me vas a dar un beso y me vas a decir cuánto me extrañaste?
Miro a mi costado. A Charlotte, que se puso muy pálida de repente. También miro a su amigo, el abogado, que observa la escena con seriedad e interés.
—Me encantaría abrazarte fuerte, Jean —respiro profundo y meto las manos en mis jeans tejanos—, es lo que esperé por ocho años. Pero sé que no va a ser lo correcto ni lo mejor.
La crueldad emana de él; es notoria.
Charlie no mintió cuando me dijo que estaba realmente cambiado.
Unos pocos minutos de verlo me alcanzan para darle la razón.
Arrogancia, prepotencia, frivolidad y un inmenso odio; eso es lo que veo en mi hijo.
Más maduro tal vez, más hombre, y mucho más duro y vil.Sus ojos reflejan su sentir. La forma en que me observa no disimula sus emociones. Me está odiando en este preciso instante. Y aunque lidié por años con ello, hasta me acostumbré a la idea de que me detestara, este reencuentro inevitablemente me duele muchísimo.
ESTÁS LEYENDO
Sugar Baby © (A.A II)
Romance«Bienvenidos a las relaciones mutuamente beneficiosas. En éste lugar los Sugar Daddies o Mommas obtienen lo que desean, cuándo desean» El destino, tan travieso y descarado otra vez me ha puesto aquí, en este lugar... En la misma situación. Como un...