CAPÍTULO VEINTICUATRO

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NICOLAS

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NICOLAS

Me estiro en la cama y de a poco voy abriendo los ojos. Me desperezo, me despabilo y vuelvo a cerrarlos. Pongo las manos en mi nuca y me quedo quieto un momento.

La alarma todavía no suena, eso quiere decir que tengo un rato más para estar acostado.

La cabeza me duele un poco.

Anoche se me fue la mano con el trago. Fui al club por unas cervezas y terminé bebiéndome un sinfín de Manhattan.

—¡Demonios! —se me escapa un gruñido cuando sus manos recorren mi pecho.

Tibias, suaves y traviesas manos que empiezan acariciando mis pectorales, bajan por mis abdominales y se detienen en mi pelvis.

—Te despertaste temprano —susurra con su boca contra mi cuello.

Sonrío y muevo la cabeza a un costado para darle espacio a sus deliciosos besos.

—Tengo un asunto importante que atender —ronroneo.

Su lengua moja mi garganta y pasa por mis pectorales.

Lo que hace me calienta.

—Son las seis y media de la mañana —se escucha suplicante. Igual que anoche, que me suplicó que la follara bien duro.

—Pero tengo que irme.

Me quita la sábana de encima—. ¿Ni siquiera por esto te vas a quedar? —toca mi polla. Sus dedos envuelven mi miembro y su palma presiona de una forma gloriosa.

Por más que quisiera volver a coger con ella, no puedo.

—No, linda —antes de que se me ponga dura y no aguante las ganas de tirármela de nuevo, retiro su mano.

Me siento en el borde de la cama y del piso agarro mi bóxer y mi pantalón.

—¿Qué tan importante es ese asunto?

Me levanto, busco mi camiseta y me la pongo.

—No te pases —ella se endereza. Su pelo largo, lacio y rojo cubre sus enormes y redondas tetas—. No nos conocemos.

Sugar Baby © (A.A II) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora