Extra "Conquístame, sedúceme, ámame"

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Atención este no es un capítulo y tampoco forma parte de la secuencia del libro. Mucho menos afecta el desarrollo de la historia

Es un episodio alternativo a modo de complacer a algunas lectoras que lo pidieron.

Llego al edificio y me presento enseguida que cruzo las amplias y giratorias puertas de vidrio

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Llego al edificio y me presento enseguida que cruzo las amplias y giratorias puertas de vidrio.
La recepcionista toma mi nombre y coge el teléfono.

—Ciro Walker —me mira y no puede disimular la curiosidad que le despierto «no bebé, pensamiento equivocado. No soy sexoservidor» —. Ajá, claro. Enseguida. Sí. Buenas noches —traga saliva y fuerza una sonrisa cuando corta—. Puede subir. Habitación 508.

—Gracias —sigo mi camino al ascensor, me meto en él y marco el piso 5.

Está poco iluminado y hay un solo espejo. Algo alargado y estrecho.

Me deshago la corbata y muevo la cabeza, haciendo crujir mi nuca.

El elevador se abre lentamente así que sin prisas salgo, y voy por el pasillo alfombrado, silencioso, oscuro.

No puedo evitar que en mi cara se dibuje una sutil mueca de ansiedad y deseo cuando me paro frente a la puerta con la numeración 508. Está entornada y sólo basta empujarla apenas para entrar.

Es una suite amplia. Se nota también que es cara, por el hotel en que me citó.

Irremediablemente mi musa es un encanto.
Siempre elige lo mejor para consentirme. Está en los más mínimos detalles y es por eso que estoy loco por ella. Es por eso que la amo con tanta intensidad.

—Buenas noches, princesa —cierro la puerta, me quito la chaqueta y la tiro a un diván de cuero acomodado en la entrada.

—Reina, mi rey —su voz se oye lejana. Dulce y sensual, lo que la describe perfectamente—. Soy una reina.

Recorro la espaciosa habitación con forma de L. Atravieso el mini bar, la enorme cama y voy hasta donde una pequeña mesa con una cena para dos, y una mujer de ensueño me esperan.

Su perfume se percibe desde aquí. Jadore, y menta. Una mezcla exótica.

—Hola —avanzo. Está de espaldas a mí, ensimismada en la vista que ofrece el balcón.
Su pelo largo y ondeado cubre uno de sus hombros, está descalza y usa una fina bata de encajes negros que desnuda parte de sus omóplatos y me deja entrever lencería borgoña. Un tono que sobre su piel cremosa, perlada y apenas tostada realza de forma sublime.

Es una obra de arte.

—Te extrañé —dice, mirándome por el rabillo con soltura y sensualidad. Invitándome a acercarme, a tocarla, a perderme completamente en la magnificencia de cada curva de su cuerpo.

—Los días se me hicieron interminables —le rodeo la cintura con mis brazos, presiono con mi mano la firmeza de su abdomen y pego su espalda a mi pecho.

Sugar Baby © (A.A II) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora