CAPÍTULO CUATRO

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NICOLAS

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NICOLAS

Me miro al espejo y muevo la cabeza para ambos lados. Me pongo un poco de after shave y perfume, me arreglo la chamarra y salgo del baño.

Llego a la, nada espaciosa cocina-comedor y Kim me observa con una espectacular sonrisa que le llega hasta las orejas.

Retiro una silla y me siento a la mesa. Como cada día, ella me sirve algo de comer.

—Huevos, bacon y tostadas —pone un plato frente a mí que huele delicioso.

Agarro el tenedor y el cuchillo y empiezo a comer.

Esta mujer cocina como los putos dioses.

—Está... Riquísimo —digo con la boca llena.

Su pelo color caoba, largo y super ondulado se balancea cuando sacude la cabeza, negando.

—¡Eres tan cochino, Nicolas! —se queja, colocando dos platos más en la mesa—. ¿Nunca te han enseñado buenos modales a la hora de comer?

Trago el bocado y me río. Es una maldita quisquillosa.

—Perdí la educación y los modales al venir a parar acá —pincho los huevos revueltos y le apunto con el tenedor—. Deberías estar más que acostumbrada, mujer. Hace casi ocho años que me ves hablar con la boca llena.

Sus ojos, de igual color que las hebras de su pelo, se achinan.

—Me sigue dando el mismo asco —espeta, con el ceño fruncido.

—¿Otra vez peleando ustedes dos? —Oscar se asoma a la cocina y le palmea el culo a Kim cuando pasa por su lado.

—¿Pelear? ¿Con este cerdo maleducado? —ella se voltea y lo mira abrir la heladera—. No puedo ponerme a pelear con seres de intelecto inferior.

Me atraganto con la comida al escucharla. Su carácter es de los mil demonios pero aún así la quiero. La quiero muchísimo.

—Yo no peleo a las viejas. Me han enseñado a respetar al adulto mayor —me limpio la boca con la servilleta y me quejo al ver que me tira en la cara el fregón mojado y maloliente.

—¡Cerdo grosero!

Me encanta hacerla enfurecer—. Vieja amargada.

Sus ojos centellan enojo; ansía romperme el cuello.

—¡Ey, porqué tanta peleadera! —ese es Kion, que entra y sin saludar, se sienta a la mesa.

—La dueña de casa está ovárica —sigo burlándome.

—Y el cochino de la casa está más repugnante que de costumbre —Kim toma asiento al igual que Oscar, sólo que a diferencia de nosotros tres, ella se ha servido una humeante taza de café.

—¿No hay momento del día dónde no se cansen de pelear ustedes? —interviene Kion.

—Kim sabe que la adoro inmensamente —me defiendo, ablandando su semblante.

Sugar Baby © (A.A II) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora