CAPÍTULO DIECISIETE

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NICOLAS

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NICOLAS

Varias horas atrás

La vi salir como un rayo.

Me regaló una última mirada que me hizo sentir una completa mierda y ahora estoy como un estúpido, con la mano puesta en la mejilla que abofeteó y observando la puerta abierta.

Me arde su cachetada pero eso no se compara con lo que me está pasando por dentro.

Estoy...

¿Arrepentido?

Mmm, no.

No es la palabra adecuada. No me arrepiento de haber provocado esa reacción en ella. Por primera vez me di cuenta que dañé a la abeja reina y haberlo hecho me reconforta.

Podré sonar como un hijo de puta pero mi deseo de dañarla es tan grande como la atracción entre ambos. 
Quiero ofenderla, quiero trastocar cada fibra sensible de su ser, quiero que me deteste y quiero que se retuerza en el mismo desdén que yo me retorcí por ocho años. Quiero romper esa coraza de mujer invencible y herirla.

Es algo que no puedo controlar.

La veo, y mis ganas de destrozarla son tan grandes como mis ganas de follarla.

Así estamos. Así estoy. Su actitud altanera y dominante me excita pero también me hace recordar el porqué de mi resentimiento hacia ella.

No obstante, aunque soy capaz de lo que sea con tal de destruir su coraza de reina absoluta, tampoco es que me enorgullezco de lo que le dije.
Enseguida que solté esas palabras me arrepentí de haberlo hecho. Me arrepentí de haber expuesto a Madison para lastimar a Charlotte.

No debí meterme con Madi, no por lo que su madre me diga, sino porque yo conozco a la pequeña, yo sé quién es, yo la quise como si fuera mía pese a que las cartas ya estén sobre la mesa.

Madison ha sido una parte importantísima en mi vida, durante estos últimos años. Lo que más quiero, lo que me ha dado luz y amor incondicional, sin esperar nada a cambio.

Haberla usado para ofender a Charlotte no me lo voy a poder perdonar nunca.

—¡Eu, muñeco! —alguien entró al despacho y ni cuenta me di.

Lo miro. Es un policía, y detrás del policía viene Hayden, el fiscal que hace un rato estuvo a punto de tirarse a la madre de mi hija en este maldito lugar.

—La señora del jefe—ladea la cabeza y ojea a Jordan—, ya pagó tu fianza.

Me trueno los nudillos—. ¿Entonces soy un hombre libre? —pregunto con sarcasmo, sin quitar la mirada del cretino que ha estado disfrutando de lo que es cien por ciento mío.

El policía mantiene la distancia, pero Hayden se me acerca. Quiere provocarme, y de verdad, no se imagina cuánto me cuesta contenerme.

Asociar a Madison y sus palabras de cada jueves con este tipo, me encabrona de una manera inexplicable.

Sugar Baby © (A.A II) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora