CAPÍTULO CINCUENTA Y UNO

10.5K 1.4K 133
                                    

—Sigo sin entenderlas —replico alejándome lo más que puedo de ellas—

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Sigo sin entenderlas —replico alejándome lo más que puedo de ellas—. ¿Cómo que nadie entra allí sin permiso? ¡Están torturando a una persona ahí dentro y ¿nadie puede meterse sin el consentimiento del director?!

Ambas, Shonda y Rita me miran aterrorizadas.
No por la situación, sino por el temor de que yo las meta en problemas.

—No puedes entrar y punto. ¡Bah, qué tanta explicación contigo!

El manotazo de ahogado de Shonda me irrita.
Le resta interés al hecho de que una persona está gritando como si le desgarraran las entrañas.

—Mira Tania —interviene Rita, tratando de aplacar mi enojo y desconfianza—. El sujeto del pabellón es familiar del director. Él decide por su pariente. Él responde por su pariente. Él determina quién entra y quién sale de ese sector privado del hospital.

Alzo una ceja.

—¿Conoces "al sujeto"? ¿Lo has visto? ¿Has tenido la oportunidad de interactuar con él? —me acerco a ella y la miro con fiereza—. ¿Acaso no escuchas sus gritos?

—No lo conozco. Ni sé quien es porque nunca me acreditaron pasar al pabellón —me responde con temor—. Pero si está recibiendo una terapia de mierda es porque la pidió. Ninguno de los que trabajamos en el psiquiátrico hacemos algo en contra de la voluntad del paciente o de sus familias.

Me yergo y respiro profundo.

Estoy empezando a poner en duda lo que estoy viendo que ocurre acá adentro.

Y estoy empezando a convencerme de que detrás de esas puertas de vidrio ahumado se encuentra lo que he venido a buscar.

—Mira Smith —Shonda me ojea con desagrado y le contesto con reciprocidad. Ella me está cayendo de la patada—. No quieras revolver la mierda con tus deditos porque te vas a ensuciar.

Arqueo la ceja un poco más.

¿Esta descarada está teniendo el tupé de amenazarme?

—A ver, intrúyeme—la desafío—. ¿Qué tengo que hacer y qué no?

—Te vuelves ciega, sorda y muda —susurra—. Si quieres mantener tu empleo sólo haces lo que el que más antigüedad tiene, te dice.

—Ignorar que a las personas se las trata como el culo —espeto, aguantándome las ganas de darle una cachetada.

—Exacto enfermera de la moral y sensibilidad —me mira de arriba hacia abajo con cierto desdén—. Si vienes en papel de santísima te van a echar mañana mismo. Así que si tienes bocas que alimentar, sólo ignoras lo que pasa, les das la medicación que tienes al alcance cada que los destornillados se ponen irritables y sigues con tu vida. NO TE METAS EN DONDE NO TE LLAMAN —enfatiza.

—Lo que Shonda intenta decir es que...

—Lo entendí —corto a Rita—. Gracias.

—No empecemos con el pie izquierdo —intenta conciliar—. Todas necesitamos el empleo. Hacemos lo que nos mandan para poder conservarlos.

Sugar Baby © (A.A II) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora