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Los tres.

La mayoría del tiempo la pasaba pensando en cómo acabaría todo. Cuando terminaría mi sufrimiento y finalmente, descubriría que todo iba a acabar.

El final no sería bueno, tampoco malo. Realmente, no sabía que esperar de esto.

Hace unos meses descubrimos que el congreso, ósea los padres de los chicos, se enteraron que me tenían aquí, secuestrada. Para su entender, yo estaba aquí por un capricho de ellos. Una necesidad de tener algo entre ellos que sin lugar a dudas, los vuelve locos con solo tenerme cerca.

Decidimos crear un plan maestro. Algo que no fallaría y que saldría a la perfección.

Planificaríamos mi muerte. Sería una escandalosa y llamativa, de las que a los noticieros y periódicos del país. Callum lo planeo todo a la perfección y Owen le ayudó.

No había manera de que los hermanos creen fallaran en su plan.

Yo por mi parte, convencí a Reece y Owen de que los tres me conviertan al mismo tiempo. Era una idea loca y descabellada pero no me veía siendo convertida solo por uno.

Y si así era, se formaría una guerra entre ellos.

Y yo no permitiría eso.

Así que aquí estábamos, a dos días de mi muerte.

La policía ha investigado y buscado demasiado. Tuvimos que movernos de casa y ahora estábamos en una de campo que Owen tenía, más escondida y a un lado del lago del pueblo.

—Deberías ir a arriba, vas a resfriarte.

Me giré hacia Callum, estaba recostado en el marco de la puerta con las manos en los bolsillos delanteros del pantalón. Su mirada amarillenta me veía con el ceño fruncido.

—No tengo frío.

—Eso es más que obvio —bufo dándole una mirada a mi atuendo.

La falda veraniega color carmesí y la camiseta blanca que tenía puesta eran cómodas y justo lo que quería usar hoy.

Últimamente había notado que a Callum le molestaba verme con ciertas prendas puestas. Para el, verme con ropa que muestre más de un centímetro arriba de la rodilla era muy revelador.

—No te enojes, no hoy.

—No tengo porque estar feliz hoy.

—¿Ah no? —le mire incrédula—, Pasado mañana será mi transformación. Moriré, Callum.

—Felicidades —espetó el con amargura.

—¿Para que me trajiste aquí en primer lugar? —suspire viéndolo, Callum siquiera me veía, sus ojos estaban pegados en el lago—. Si no me soportas no veo porque tenerme aquí.

—Ya hemos hablado de eso.

—¿Lo hemos hecho? Porque lo único que yo sé es que me trajiste aquí porque cuando tenías problemas con tu padre tener compañía como la mía te relaja. Soy tu distracción, tú muñeca de trapo, nada más.

Los ojos del demonio | Libro I | ⎷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora