9

1K 141 30
                                    


No quiero verte.

Cuando intenté moverme sentí como si todo el cuerpo me crujiera. Gruñí en dolor retorciéndome en mi lugar. Aún no abría los ojos, pero se que estaba amaneciendo o ya había amanecido. Sentía el frío mañanero que siempre me hace encogerme en las sábanas y taparme hasta el cabello. Estruje mis ojos con suavidad y los abrí con lentitud.

Mi vista estaba borrosa. Solo podía ver ciertas cosas y no tenían ningún tipo de claridad. Estaba en una habitación, en la cama más bien. Era una habitación blanca, con algunos detalles negros. Había una mesa de noche y lo que pareció ser una lámpara en ella. Había un estante donde seguro había ropa y... ¿Eso era un estante de libros? No lo sé, era muy confuso.

Pase una mano por mi cabello intentando entender lo que había sucedido.

Recuerdo haber estado en la sala, y camine al pasillo de la puerta abierta. Salí y me encontré con el bosque oscuro y...

Ay mierda, Reece.

Reece había intentado matarme.

Pero, ¿Entonces como llegue hasta aquí? ¿Quien me trajo?

—Eres un bestia, no puedes controlarte jamás ¿O si?

—No fue mi culpa, yo estaba cazando y ella...

—¡Ella nada! ¡Casi la matas idiota! ¡Te juro que como vuelvas a ponerle un dedo encima yo...!

—Basta los dos, discutir no llegará a ningún lado. Lo importante es que esta viva.

—¿Viva? Esta desmayada desde hace catorce días. ¿Es que no lo entiendes? Si el veneno hizo efecto ella...

—No lo sabremos hasta que no despierte, así que no hagas conclusiones apresuradas. Y tú, te prohíbo volver a cazar cerca de aquí. ¿Entendido?

—Lo lamentó ¿De acuerdo? No pensé. Estaba en un trance de lujuria y no lo controlé.

—Jamás lo controlas —bufo una voz a la¡o lejos.

Sabía a quienes pertenecían las voces, hablaban de mi.

—Despertó —indico la voz de Owen comenzando a acercarse.

—¿Cómo lo sabes?

—No hagas preguntas estúpidas ahora.

Intenté ponerme de pie, caminar o al menos alejarme. Pero no pude. El suelo se veía borroso y no había remedio. Si ponía un pie en el suelo me caería.

—¿Mary? ¿Cómo te sientes? —ese era Callum.

—Me duele el cuerpo —me quejé.

—Eso ya se irá supongo. ¿No te sientes... rara?

—No, todo sigue igual.

—Uff, que alivio —suspiró.

—Mary —llamó la voz imponente de Owen—, ¿Por qué no nos miras a los ojos?

—No puedo ver. No tengo mis anteojos. ¿Saben donde están? Sin ellos soy como un topo.

—Oh nena, tus anteojos —comenzó Callum pero fue interrumpido.

—Están destruidos, el idiota este se encargó de romperlos —señalo a la persona detrás de él, vi como Reece bajo la cabeza. Imagino que estaba viendo el suelo.

—Lo lamento Mary.

—Reece —llame captando la atención de todos—. No quiero que te me vuelvas a acercar.

Los ojos del demonio | Libro I | ⎷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora