Logan tenía seis años. Estaba haciendo un puzle con su madre en la mesa del comedor. Era de cien piezas, y todas eran muy pequeñas, así que necesitaba ayuda. Estaban a punto de terminarle, y cuando por fin había encajado la última pieza, su padre quiso hacerles una foto. Inclinaron la tabla en la que residía el puzle para que se viera mejor, pero su padre no era capaz de enfocar correctamente el marco; pidió que lo volcaran un poco más, Logan lo inclinó demasiado, y todo el puzle se vino abajo.
Logan se sentía exactamente igual que ese día: decepcionado, enfadado, y triste, todo consigo mismo. Él se sentía como el puzle, deshecho. Las vacaciones de fin de curso habían llegado a su fin, igual que todos los progresos que había realizado con Jessica en tan solo una semana. Justo cuando parecía qué todo iba a salir a pedir de boca, Ian intoxicó con sus celos toda su relación, la más corta del mundo. ¿Cuánto había durado, un día? ¿Medio? ¿Entraría en el libro de los Record Guiness? No estaba seguro de nada y no quería ni saberlo, de lo horrible que se sentía.
A Ian le habían llevado al hospital y pasó la noche en observación; le había roto la nariz, la mandíbula, y tenía un traumatismo pequeño en la cabeza, debido a la caída precipitada del banco en el que estaban subidos cuando Logan le golpeó. A este le habían puesto un parte, pero como no estaban en el instituto y no podían expulsarle, simplemente lo incluirían en su impecable expediente, y el castigo fue el tener que quedarse en la habitación del hotel durante las últimas excursiones.
Jared no quería irse viendo el estado de su mejor amigo. No comía, apenas bebía, y no había tratado sus heridas en los nudillos y en el rostro. No quería dirigirle la palabra, no se levantaba de la cama. Miraba por la ventana, esperando que algún milagro hiciese que Jessica le perdonara, pero sabía que eso nunca pasaría.
Nikki y Marge tampoco querían dejar sola a Jessica. Había gastado unas tres cajas de pañuelos y no sabían cómo ayudarla. Su situación era delicada, y más ahora que todo el mundo sabía lo de sus padres. Odiaba que las chicas la miraran con compasión, odiaba la pena que se reflejaba en sus rostros cuando la preguntaban si necesitaba algo. Pues no, no quiso la ayuda de la psicóloga cuando sus padres murieron, y tampoco necesitaba que sus compañeras de habitación, amigas de Logan, intentaran ayudarla. Las expulsaba de su lado con oraciones frías y cortantes.
Así que así estaban los dos, hechos un fiasco. Nikki, Marge y Jared sabían que Logan no le había dicho nada a Ian, pero tampoco entendían cómo podía haber averiguado el secreto mejor guardado de Jessica. No prestaron atención a nada de lo que el guía les explicó durante la excursión de la mañana, y tampoco se tomaron fotos, como siempre hacían las chicas. Los tres trataban por todos los medios encontrar respuestas.
Si nos trasladábamos al hotel, podríamos decir que Logan y Jessica estaban unidos en pensamiento. Ellos también trataban de encontrar una respuesta, aunque las preguntas que se formulaban fueran diferentes.
Para Jessica, no tenía sentido negar que Logan le había contado todo a Ian. Era el único ser humano con el que había compartido su desgracia, pero todavía no entendía cómo podía haberlo hecho si estuvo en todo momento con ella y sus amigos. De igual forma, la intentó utilizar. ¿Querían fama antes de irse a la universidad y querían conseguirla pisoteando aún más su corazón? Lo habían conseguido. Nadie hablaba de otra cosa, solo de la pobre huérfana Jessica Thunder. Se sentía tan humillada que no pudo evitar creer que era una ingenua, y que su corazón estaba tan deseoso de volver a tener compañía que abrió sus puertas a la primera de cambio. Ahora se arrepentía.
Logan se había asomado al balcón. Aunque miraba el mar buscando en su oleaje una forma de arreglar las cosas, se sorprendía a sí mismo buscando a la chica de la capucha gris unas cuantas terrazas a su izquierda. No soportaba el dolor que sentía en su pecho, la mirada de dolor y traición que se reflejó en los ojos de Jessica cuando le miró aquel día era como si tuviera mil pinchos clavándose en su pecho. Estaba terriblemente consternado y quería arreglarlo, pero no sabía cómo.
Nunca sabía arreglar las cosas, solo romperlas.Igual que el puzle.
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La chica de la capucha gris ©✓
ContoLogan Meyer sentía una curiosidad terrible por la chica de la capucha gris. Había algo en ella que le llamaba mucho la atención, y su corazón le pedía averiguar qué era. Vio su oportunidad en el viaje de fin de curso, y retado por sus amigos, Logan...