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El momento de despedirse de Hawái había llegado. Todos estaban bastante apenados, porque sus vacaciones de fin de curso habían sido memorables, en más de un sentido y de forma diferente para cada uno. Antes de subir al autobús, los profesores reunieron a todos sus alumnos cargados de equipaje en el patio interior del hotel. Estaba lleno de vegetación autóctona y otros visitantes de la isla. Se pusieron en círculo frente a un pedestal de porcelana sobre el que había una piedra blanca con brillos llamativos.

—Esta es la Roca del Adiós —explicó un profesor—. Antes de irse de Hawái, los alumnos tocan la piedra que hay ahí encima y le cuentan sus experiencias en la isla, aunque en pensamiento, claro. Es una vieja tradición que tenemos en el instituto y que realizamos siempre que venimos aquí. Ponéos en fila y cuando hayáis terminado, podéis subir al autobús.

Y así fue. Uno por uno, fueron tocando la piedra con sumo cuidado. Unos tardaban más, y otros menos, pero parecía que todos se estaban tomando en serio la tradición. Cuando llegó el turno de Logan, no supo en qué pensar, si en el profundo amor que aún sentía por Jessica y que no podría olvidarla fácilmente o en cómo la había perdido por sus estupideces. Agradeció haberla conocido y suplicó perdón antes de retirar la mano y continuar andando, con el peso de su tristeza anclado a los pies.

Le siguió Jared, que tan solo pensó en lo increíble que había sido su experiencia en Hawái, en que estaba deseando repetirlo y en que, por favor, su amigo se recuperara. Odiaba verle tan destrozado, y como quería ayudarle, tenía un plan que se desarrollaría al volver a casa. Nikki fue la siguiente; agradeció la visita a tan maravillosa isla, acompañada de su mejor amiga, y pidió un deseo: que el amor venciera por encima de cualquier cosa.

Marge siguió a Nikki, que pensó que algún día quería amar tan profundamente como lo había hecho Logan por Jessica, y que esperaba que al final se reconciliaran porque estaba deseando ser dama de honor de la morena. Pasaron unos cuantos alumnos más antes de llegar el turno de Ian, con la cara roja y amorotonada, que le dijo a la roca que no se arrepentía de nada, aunque ahora estuviese solo. Total, no volvería a ver a esos patanes que se hicieron llamar “amigos”, así que la tocó rápido, con una reluciente y malvada sonrisa, y se marchó.

La cola de alumnos descendió hasta que solo quedó una compungida Jessica. Abrazaba su mochila con forma de erizo con tanta fuerza que temía romper su contenido. Al tocar la piedra, sintió una ola de electricidad recorrerla. Le explicó que le había abierto su corazón a un ladrón que no había dejado nada dentro de él, que estaba arrepentida de haberle querido tanto en tan poquito tiempo, y que lamentaba profundamente no poder olvidarle así como así.

La Roca del Adiós guardaba en su interior un montón de historias, pero ninguna le había marcado tanto como la de Logan y Jessica. Aunque presentía que se volverían a encontrar, solo ellos podían marcar nuevas fronteras en su amor.

Su unión solo dependía de ellos dos.

La chica de la capucha gris ©✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora