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Al llegar a tierra firme, los socorristas llevaron a Jessica en camilla hasta el hospital más cercano. Logan no se separó de ella un solo instante, ni siquiera cuando los profesores quisieron subir a la ambulancia con ella. No dejaba de mirarla y suplicar en susurros que no se fuera. No podía dejarle así, sin tan siquiera darle una respuesta a su confesión. ¡Ni siquiera le había rechazado para estar tranquilo!

Sin embargo, esa no era la única razón por la que rezaba para que la chica estuviese bien. Le gustaba mucho y quería devolverle la sonrisa que hacía mucho perdió, quería volver a verla brillar como antaño, y él quería formar parte de su felicidad. Ya no le importaba lo que le ocurriera en el pasado, él solamente quería estar con ella, conocerla, demostrarla que podía confiar en él y, con el tiempo, conocer los motivos de su cambio.

Se atrevió a coger su mano mientras el médico de urgencias la examinaba y las enfermeras pinchaban una aguja en su brazo para sacar sangre. Se atrevió a tocar su piel ahora que ella no podía retirar su tacto. Comprobó que era suave y aterciopelada, y que olía a jabón de lavanda y vainilla. Al rato llegó un profesor, exigiendo conocer los detalles del desvanecimiento de Jessica, y aunque estaba histérico, Logan se lo explicó con mucha calma.

Al rato llegaron los análisis de sangre, que indicaban una pronunciada anemia y una leve desnutrición. Al profesor casi le da un paro cardíaco al leer los informes médicos de su alumna, que se encontraba en unas condiciones terribles de salud, y Logan tan solo miró su rostro, en calma. ¿Por qué no comía? Recordó que su desayuno había sido absolutamente insuficiente. Recordó sus crecientes ojeras, su cuerpo cansado, y supo entonces que Jessica Thunder no estaba bien.

Se despertó al caer el sol. Un profesor se quedó en el hospital como tutor de Jessica, a la espera de poder contactar con sus padres, y Logan ni siquiera se movió un centímetro. Seguía sujetando la mano de la chica y cuando ella notó una leve presión, por un momento, la correspondió. Cuando la visión se le despejó y consiguió distinguir el rostro de Logan, que observaba con la mirada perdida un punto fijo de la camilla en la que se encontraba tendida, se asustó. El brinco sobresaltó al pobre Logan, y este a su vez al profesor, que se levantó inmediatamente para avisar al médico.

Ni siquiera habían separado sus manos cuando Logan habló, muy serio, en dirección a la chica, que observaba confusa la habitación del hospital, los aparatos que en ella había, y, sobretodo, su unión al chico:

—Jamás me vuelvas a dar un susto así— murmuró, con tono autoritario—. Si tú no te cuidas, lo haré yo por ti, y créeme, si tu eres cabezona yo lo soy el triple.

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Feliz año 🥺🤍 Mejor tarde que nunca, ¿no?

La chica de la capucha gris ©✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora