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Jessica estaba en shock. Sentía que todos los ojos de la multitud estaban fijos en ella como miles de resplandecientes focos. Un gusano de terror empezó a deborar su interior con insaciable apetito. Se abrazó a sí misma, incapaz de moverse. Logan no sabía qué hacer; vio como todos los progresos que había conseguido con Jessica se hundían en el océano como el Titanic. De hecho, por un momento, la gente a su alrededor desapareció: solo estaban Jessica y Logan. Estaban separados por varios metros, pero ninguno podía moverse, y cuando el chico lo intentaba, sentía que se alejaba más de ella.

Ni siquiera escuchó la historia que Ian estaba contando a todo el mundo:

—¿Y sabéis qué más? A su ex le metieron en la cárcel por asesinar a sus padres, pero a ella no, que fue la que le incitó. ¡Si sus padres están muertos, fue por su culpa!

Logan tan solo alcanzó a oír eso último. Una onda de furia atravesó su cuerpo como si le hubiera caído una bomba encima. Apretó los puños hasta que sus nudillos adquirieron un color blanco enfermizo, y hundió las uñas en las palmas de sus manos. Todo pasó a cámara lenta, o al menos, así lo vio Jessica, que había levantado la cabeza del suelo porque ya no le quedaban lágrimas que derramar. Recordar todo aquello, todo su sufrimiento, y que ahora todo el mundo lo supiera, le había herido profundamente, pero no tanto como saber que la única persona en la que había confiado desde hacía un año la había traicionado, y se lo había contado todo a su mejor amigo a la primera de cambio.

La siguiente escena le hizo dudar de si realmente Logan había dicho algo: el puño del joven impactaba en la mejilla de Ian al mismo tiempo que, con la otra mano, impedía su huida atrapando la camisa de su supuesto amigo. Ambos cayeron del banco por la inercia, y se enzarzaron en una pelea en la que no faltó sangre y tampoco dolor. Ian llevaba todas las de perder, pues estaba a punto de perder el conocimiento. El puño derecho de Logan estaba cubierto de la sangre que emanaba de la nariz del chico, y solo se detuvo cuándo oyó la voz de Jessica a lo lejos, fuera de la burbuja en la que se había sumergido.

El odio, el rencor, la frustración y la ira le habían llevado hasta el extremo de dejar inconsciente a Ian en el suelo. Jared había conseguido separarle un par de veces inútilmente, pues en cuánto le apartaba, Logan volvía a golpearle. Nikki y Marge estaban consternadas por la actuación de Logan, y aunque, es su opinión, estaba más que justificada, no hacía falta llegar a tales extremos. Finalmente, Jessica y Logan conectaron sus miradas.

—¡Basta, Logan!

Y el moreno se detuvo. Se puso en pie con la respiración agitada y un corte en la ceja que no dejaba de sangrar. Escupió sobre el cuerpo de Ian, miró al cielo, y aunque era de día, vio la silueta de la luna. Sintió que estaba muy decepcionada con él, pero no tanto como lo estaba consigo mismo. Cuando sus pies reaccionaron por si solos, se detuvo frente a Jessica. La chica lloraba en silencio; en ese momento, frente a ella, solo veía a Rick. El dulce, atento y divertido Logan había desaparecido. Temblaba de miedo, como si fuera un flan, y cuando Logan intentó tocarla gritó de terror.

El dolor se expandió por el corazón de Logan como un mortífero gas venenoso. En algún momento, también había comenzado a llorar. Todo había sido por su culpa, por haber aceptado ese estúpido plan con la intención de hacerla daño. Joder, ¿por qué lo había hecho? Ahora ella tenía un nuevo trauma que superar, y ahora todo el mundo conocía la historia que ella le había contado en su intimidad. Estaba seguro de que por su cabeza estaban pasando todas las formas posibles que existían para mandarle a la mierda.

—Jessica...

—¿Se lo contaste, no es cierto? — sollozó la joven, con una punzada en el corazón que apenas la dejaba respirar— No has tardado ni veinticuatro horas en difundirlo como si fuera un cotilleo de prensa rosa.

—No, yo no se lo he contado a nadie —murmuró Logan, intentado tocarle el hombro, pero ella se alejó como si su mano estuviera hecha de lava hirviendo—. Jessica, escúchame...

—¡No quiero escucharte, Logan! —chilló Jessica, terriblemente herida. Se sentía traicionada, usada, ultrajada. Todo dentro de ella se estaba deshaciendo y congelando. No podría volver a confiar en nadie jamás, su corazón no se lo permitiría. Aquella sería la última vez que alguien jugara con sus sentimientos— Todo esto no ha sido más que una farsa. ¿Tú, enamorado de mi? ¡No me hagas reír! ¡Te has aprovechado de mi debilidad y de mis sentimientos para hacerme daño! Porque ese era el trato, ¿no? Irse a la universidad como los putos amos, destrozándole la vida a una chica a la que lo único que le quedaba era su dignidad. Ahora ya no tengo ni eso, por tu culpa.

—Jessica, no, me enamoré de ti, me olvidé del plan, no... No quería hacerte daño —Logan intentó acercarse de nuevo a Jessica, con el corazón encogido en la mano.

—¡Aléjate de mi, mentiroso! —escupió con desagrado la morena— ¡No quiero volver a verte nunca! ¡No te vuelvas a acercar a mi jamás! ¡Te odio, Logan Meyer, te odio!

La chica de la capucha gris ©✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora