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—¿Me estás siguiendo?— cuestionó Jessica, malhumorada.

La morena de pelo corto tenía un humor de perros, y no solo porque apenas podía dormir cuatro horas, si no también porque el pesado de Logan Meyer estaba obcecado en conseguir datos de ella que no podía ni quería proporcionarle. El chico no paraba de mirarla, de hablarla, de sonreírla, y eso sacaba de sus casillas a Jessica. Sin embargo, Logan estaba encantado. Cada vez se acercaba más a ella y no parecía disgustarle su compañía, a pesar de que su tono de voz y sus ojos indicaran otra cosa. No, a Logan no le apetecía alejarse.

—Que va, es solo que te he visto salir muy acelerada del hotel y me he preguntado: “¿a dónde irá Jessica con tanta prisa y tan temprano? ¿Habrá quedado con un hawaiano guapo?”— el chico cambió la voz mientras hablaba para intentar hacerla reír, pero Jessica solo rodó los ojos—. Así que aquí me tienes, descubriendo que simplemente has venido a contemplar el amanecer.

Jessica suspiró y devolvió su atención al mar. Sabía que no existía remedio para tanta tontería y que no podría librarse fácilmente de Logan, no si sus formas de hablar cortantes y sus miradas asesinas no le habían espantado ya. A ese chico le pasaba algo serio y preocupante con ella.

—No voy a conseguir que me dejes en paz, ¿cierto?

—Sí, cierto— rió el moreno—. No voy a dejar de molestarte hasta que te conozca por completo.

Jessica se sintió terriblemente ofendida y Logan se dió cuenta de que no se había expresado bien. Hubo un silencio incómodo que el joven trató de romper:

—Quiero decir...

—¿Por qué haces esto, Logan? ¿Desde cuándo te interesas tanto por una chica como yo?— Jessica no le miró, solo trataba de comprender al chico— Quieres conocerme pero ni siquiera me has dicho porqué. ¿Es para reírte de mi? Porque si es así, no tengo nada que decirte, puedes hacerlo sin tener que ahondar en mi primero.

—No, no quiero reírme de ti— dijo Logan, confuso, sintiéndose culpable porque al principio si quería hacerlo y en ese momento no era capaz de pensar en hacer daño a Jessica Thunder—, quiero conocerte porque... Tú antes no eras así, Jessica. Tú eras pura bondad, alegría y luz. Tú eras todo lo contrario a lo que eres ahora y quiero saber porqué cambiaste, qué fue lo que te convirtió en oscuridad...

—Eso no es de tu jodida incumbencia— respondió con brusquedad la morena—. Mi vida no es de interés público, no tengo porqué contarle a nadie mi pasado, ni siquiera al primero que sienta curiosidad por conocerme— en ese momento, Jessica desvío la vista hacia Logan, que la miraba con un deje de pena que la enfurecía—. La gente cambia, todo el mundo lo hace a lo largo de su vida, ¿por qué yo soy una persona diferente? ¿Por qué yo no paso desapercibida?

—Porque tú sigues teniendo luz en tu interior— Logan habló con convicción, seguro de sus palabras, pues notó la nostalgia que emitía la chica mientras hablaba y supo la verdad: Jessica había cambiado porque le había ocurrido algo que la obligó a hacerlo—. Me da igual lo que digan los demás sobre ti, yo quiero escuchar la verdadera historia, la versión original, sin tapujos ni falsedades. Yo quiero conocerte, Jessica, porque me gustas más de lo que desearía y quiero volver a verte brillar.

La chica le miró con severidad, tratando de descubrir la mentira en sus palabras, pero en sus ojos verdes no halló ni rastro de mentira o diversión. El sol había salido casi por completo y sus rayos se reflejaban en la tez morena del chico, haciéndole todavía más atractivo si es que era posible. Jessica suspiró; no podría alejarle de ella por mucho que quisiera, no parecía que rendirse fuera el plan B. Finalmente, hecha a la idea de que Logan no pararía hasta descubrir su secreto, habló:

—Hasta la estrella más brillante del firmamento puede apagarse cuando le llega su momento.

La chica de la capucha gris ©✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora