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—Me debes unos veinte datos informativos— comentó Logan, una vez que hubieron bajado del autobús en la entrada del hotel.

Jessica sonrió al escucharle y Logan se corrigió:

—Veintiuno.

—Irás sabiendo más de mi con el tiempo— murmuró la castaña, que trató de ocultar su rostro con los mechones traviesos y húmedos de su cabello—. Por ahora te diré, que saco mejores notas que tú en matemáticas.

—Oye, es que el profesor me tiene manía y siempre dice que estoy distraído...

—Logan, te he pillado mirándome en clase de matemáticas tantas veces que me sería imposible enumerarlas— la castaña soltó una carcajada al ver la mueca traviesa del joven.

—Sinceramente, no me daba cuenta de que te miraba tanto— murmuró, peinándose con la mano en señal de vergüenza.

Jessica se había dado cuenta de muchas cosas más aparte de que se quedaba embobado mirándola en clase de matemáticas, como por ejemplo, que el chico se mordía las uñas cuándo estaba nervioso y que se manoseaba el pelo cada vez que sentía vergüenza. Cuando estaba contento le brillaban los ojos y el verde de sus iris era mucho más claro que cuando estaba confundido o triste, y tampoco le gustaba mirarla directamente mucho rato porque en seguida apartaba la mirada tímidamente. En realidad, Logan era un niño travieso que escondía las manos tras la espalda cuando lanzaba una piedra a la ventana. Se le antojó la figura del joven como tierna y tímida y le encantaba el cuidado con el que la trataba, como si fuera la joya más frágil del mundo y tuviera miedo de romperla.

—¿Quién mira a quién ahora, Jessica Thunder?— cuestionó el joven, apretando el botón en el ascensor que correspondía al piso de sus respectivas habitaciones.

La joven se sonrojó. ¿Cómo es que no se había dado cuenta de que, mientras pensaba en todo eso, había estado observándole todo el rato? ¿Acaso no era ese un claro indicio de que ella le devolvía la mirada siempre, incluso cuándo él ni siquiera la estaba mirando a ella? Se imaginó las clases de matemáticas y, como anteriormente había pensado, si le pillaba era porque ella también le miraba a él.

La chica de la capucha gris ©✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora