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El alba sorprendió a los amantes con sus tímidos rayos de sol. El día prometía ser maravilloso, el primer día de noviazgo entre Jessica y Logan. Marge y Nikki les despertaron con sus gritos de júbilo al verles durmiendo juntos. Jared iba detrás de ellas y, aunque no gritó como las desquiciadas de sus amigas, sonrió, feliz por su mejor amigo. Jessica se sentía sobrecogida y algo avergonzada por la situación, pero se alegró al ver lo que querían sus amigos a Logan. Ella apartó a los suyos cuando sus padres murieron y se sumió completamente en la soledad. Rápidamente, la euforia de sus compañeros se le contagió y en su cabeza no hubo cabida para más pensamientos negativos.

Todos se prepararon para la excursión de ese día; iban a ir a ver el volcán Kilauea de cerca, aunque a una distancia prudente y segura. Se reunieron todos juntos en la parte trasera del autobús. Jessica reía las gracias que Logan y Jared inventaban junto a Marge y Nikki, con las que tenía bastantes cosas en común. Los tímidos besos y las dulces caricias de su novio no faltaron en el trayecto, y a pesar de que la felicidad y la emoción invadía el autobús, una oscura sombra se cernía sobre ellos unos asientos por delante.

Ian observaba con recelo al grupo; no podía creerse que su plan hubiera fracasado por culpa del débil corazón enamoradizo de Logan. ¿Y su fama? ¿Y sus amigos? ¿Y los planes de ir todos juntos a la universidad? Con la aparición de Jessica, ¿se habían esfumado todos? No, no lo permitiría. Él se iría del instituto con el secreto de Jessica reluciendo a su alrededor.

Por eso, cuando llegaron al lugar de la excursión, esperó pacientemente su actuación estelar. El grupo de alumnos ascendió en teleférico hasta un mirador, que mostraba las espectaculares vistas del volcán activo. Su guía les mostró las coladas de lava, las diferentes rocas volcánicas que se formaban gracias a los gases, el calor y el material de su interior, e incluso les enseñó los piroclastos de las grandes erupciones del volcán.

Tenían una hora libre para dar una vuelta por el mirador, tomarse fotos y comprar souvenirs en las tiendas, así que Ian aprovechó para poner en práctica su nuevo plan. Se acercó al grupo fingiendo su mejor sonrisa y con una falsa alegría saludó a sus amigos:

—¡Chavales! Os he buscado por todos lados.

—¿Qué hay, Ian?— preguntó alegremente Logan. Al fin y al cabo, también era su amigo y no quería dejarle de lado— ¿Dónde estabas esta mañana? No te has sentado con nosotros en el bus.

—Estuve hablando con la rarita de Fionna, ya sabéis, por nuestro plan— la maldad de su mirada no dejó indiscreto a ninguno del grupo, excepto a Jessica, que no sabía de qué estaban hablando—. He averiguado que nunca se ha depilado las cejas. ¿Antihigiénico, verdad? ¿Cómo vas con tu rarita, Logan?

Al moreno se le congeló el corazón cuando Ian dijo aquello en voz alta. Jared, Nikki y Marge se miraron entre ellos con cautela, y luego a Jessica, que miraba confundida a Ian. ¿Cómo que “la rarita de Logan”? El joven no se quedó pasmado mucho más tiempo. Habló entre dientes, tratando de advertir a Ian que el camino que estaba tomando era peligroso.

—No es un rarita— dijo, firme—, y no sé de qué me estás hablando.

—¿Ah, no?— cuestionó burlón Ian— Pues yo me acuerdo perfectamente. ¿Tú no, Jared?

—No— respondió el aludido—. Cierra la bocaza, Ian.

—Va a ser que no— el chico alegre que había saludado antes a sus amigos había desaparecido; apretaba los puños con tanta fuerza que sus nudillos estaban blancos, y no dudó en hablar a voces, atrayendo la atención del resto de compañeros de su clase—. ¡Vamos a dejar las cosas claras, Logan Meyer!

—¡Cállate si no quieres meterte en un buen lío!— exclamó Logan, enfurecido y apretando la mandíbula.

Jessica no entendía nada. Jared y Logan parecían muy enfadados con Ian, su amigo, y no entendía porqué. ¿Cuándo habían discutido? ¿Qué se había perdido? Después de todo, ni siquiera se había sentado con ellos en el bus.

—¡Os voy a contar un secreto, chavales!— Ian se subió a un banco y la clase le rodeó con curiosidad. Logan no se podía creer lo que estaba pasando y le aterrorizó la situación. No, Jessica no podía saber que se acercó a ella como parte de un plan, porque al final, se había enamorado de ella y no quería perderla. Mierda, no— ¡La historia de nuestra pobre y huérfana Jessica Thunder!

La chica de la capucha gris ©✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora