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La mirada impregnada de amor y dolor que sostenía con Logan era indescriptible. Ella parecía estar transmitiéndole telepáticamente todos sus sentimientos y él parecía comprenderlos todos. No querían hablar más, simplemente se abrazaron, y permanecieron unidos el uno al otro hasta que Jessica se tranquilizó.

Cuando miró al joven, este miraba al techo, dolido. No con ella, si no consigo mismo. Y pensar que al comenzar la semana quería herirla y ahora solo quería ser la tirita que taponara su herida... Eso le destrozaba. Sentía que, ahora más que nunca, tenía que estar con ella, para que la culpa nunca floreciese. Había aprendido a quererla en unos pocos días y ahora tenía miedo de que su amor se desvaneciera si se enteraba del reto.

Jessica, por otro lado, también sentía miedo. Un pavor inhumano la carcomía de tan solo pensar que Logan se iría si se lo contaba, pero también creía estar hiriéndole. No se puede luchar contra un tiburón con los ojos vendados. Ella veía que eso era justo lo que estaba haciendo el moreno; protegerla, cuidarla y ayudarla sin saber a lo que se enfrentaba. Por eso, sin dejar de mirarle, comenzó a relatar:

—Era lunes— Logan giró la cabeza para mirarla, pero ella mantenía los ojos cerrados. Una calma inusual la llenaba, mientras le contaba al joven su más oscuro secreto—. Era uno de esos días en los que todo sale mal. Llovía a mares, había discutido con mi novio, Rick, y no era capaz de resolver un problema de matemáticas— suspiró pesadamente, pero no pudo ver el ceño fruncido de Logan al mencionar a ese tal Rick—. En realidad no estaba prestando atención a las mates, solo a Rick. Fue una feroz discusión telefónica; le expliqué que me sentía abandonada, que ya apenas nos citábamos y que nunca tenía tiempo para mi. Eso le enfureció muchísimo. Me empezó a decir que él, a diferencia de otros, trabajaba para ganar un sueldo, y por supuesto, se refería a mi padre, que llevaba desempleado más de dos años— hizo una pausa para cambiar de posición en la cama, de forma que ahora quedaba completamente encorvada hacia Logan—. Defendí a mi padre con uñas y dientes. Le dejé, le insulté, le amenacé, y prácticamente gané a pulso su respuesta defensiva. Se presentó en mi casa muy enfadado y completamente empadado. Yo estaba destrozada y le dije que no quería verle, que se fuera de allí, pero no se movió. Ni siquiera dijo nada. Parecía que estaba en una especie de trance, y me dio tantísimo miedo su mirada... Era una mezcla entre ira y locura que, poco a poco, fue sacándole una sonrisa macabra propia de una película de terror.

—Jessica, no tienes que seguir si no...

—Tengo que terminar— dijo, con la voz quebrada y dispuesta a dejarse llevar por el llanto—. Ni siquiera vi la pistola, Logan. No la vi. Me quedé paralizada por el miedo cuando apuntó a mi cabeza— las lágrimas no dejaban de escurrirse por sus ojos, aún cerrados, contemplando el terror de esa noche en su mente. Según lo iba viendo, se lo iba contando a Logan, que tenía el corazón encogido y la respiración agitada— y metió una bala en la recámara. Todo pasó a cámara lenta: mi padre empujándome, Rick disparando, la sangre en el pasillo, en las paredes, en los muebles, en todas partes. Mi madre comenzó a gritar horrorizada desde la puerta de la cocina. Yo estaba tan impactada que ni siquiera podía moverme; me acurruqué en la esquina tras la puerta y no quité la vista del cuerpo inmóvil de mi padre. Pronto, se oyeron otros dos disparos y mi madre dejo de gritar. Las sirenas de la policía fueron lo último que escuché antes de desmayarme.

Completamente mudo, Logan temblaba. No por miedo; por ira. Un fuego abrasador que le consumía a cada palabra que la chica soltaba, pero aún así, no se movió. Jessica no había terminado.

—Me desperté en el hospital— la morena abrió los ojos entonces, centrando sus iris en la mandíbula tensa de Logan y en sus ojos verdes, tan oscuros como la noche—. Mis padres habían muerto, y a mi me había dado una paliza que por poco me deja paralítica. Cuando le detuvieron, ni siquiera pude mirarle en el juicio, solo recuerdo que le cayó la perpetua. En realidad, estuve muy perdida durante varios meses. No hablaba, no comía, no estudiaba, no era nadie. Me concedieron la emancipación anticipada, pues no tenía más familia, y desde entonces estoy sola. Completamente sola.

La chica de la capucha gris ©✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora